Asradi
Völva
20-08-2024, 05:15 PM
Sin prácticamente poder reaccionar, porque en eses momentos todavía estaba un poco bajo los efectos de aquel extraño gas, Asradi se había visto cargada sobre la espalda de Ubben, al cual se sujetó por los hombros mientras este corría, sorteando callejones y más gente que dirigían sus miradas hacia ellos. La sirena se había ido espabilando durante el trayecto. El problema era que levantaba todavía más miradas a medida que iba siendo cargada por el chico de tez morena. Básicamente, porque en esa carrera, su falda se movía. Y su cola terminaba expuesta del todo, al tener que flexionarla un tanto para que Ubben no se tropezase con ella.
— ¡Mira eso! — Señalaban.
— ¡Tiene cola de pez! ¡Es un monstruo!
El rostro de la sirena se refugió un poco más contra el cuerpo del varón, apretando los dientes con una mezcla de rabia e impotencia. No abrió la boca para absolutamente nada durante el trayecto. La situación era incómoda y peligrosa al mismo tiempo, pero Ubben logró sortear las calles hasta llegar al puerto.
La dejó en un barril de provisiones, con extremo cuidado, mientras él desataba las amarras de aquel barco.
— Ubben, espera. No sé si es buena idea que vaya con vosotros. — Alzó levemente la voz para dejarse escuchar, pero el chico seguía con lo suyo, incluyendo el recoger del ancla.
— Ubben. — Llamó una vez más, cuando él la cargó, ahora, hacia el interior. La pelinegra suspiró. — Puedo “caminar”, oye. — No correr, pero la menos podía desplazarse medianamente de manera decente, aunque curiosa. Aunque entendía que era un momento de premura.
Cuando la sentó, ahora, delante del timón, Asradi solo suspiró con algo de resignación, pero hizo lo que le dijo. Manteniendo el timón y, por ende, el rumbo marcado. En los cortos momentos en los que estuvo a solas, mientras Ubben ponía a punto el barco, ella se mantuvo pensando. No parecían ser mala gente. Incluso la habían sacado de aquel tumulto cuando podían haberla dejado allí sin más. Aunque sí era verdad que no sabía lo que sucedería ahora. O cuales serían las intenciones de ellos.
Finalmente, se quedó frente a frente con el moreno, al cual le miró con una mezcla de seriedad y cierto agradecimiento en su mirada.
— Es extraña, sí, pero te has arriesgado mucho. — Frunció ahora el ceño, de manera inevitable. — Nos han visto correr por medio pueblo. — Más bien era que habían visto que se trataba de una sirena. O un monstruo, en otros casos.
De todas formas, se mordisqueó un tanto el labio inferior.
— Siento no habéroslo dicho. — Le reconcomía un poco eso, pero había primado por la inicial cautela. — Pero no sabía si podía confiar en vosotros. — De hecho, todavía no estaba completamente segura.
— ¡Mira eso! — Señalaban.
— ¡Tiene cola de pez! ¡Es un monstruo!
El rostro de la sirena se refugió un poco más contra el cuerpo del varón, apretando los dientes con una mezcla de rabia e impotencia. No abrió la boca para absolutamente nada durante el trayecto. La situación era incómoda y peligrosa al mismo tiempo, pero Ubben logró sortear las calles hasta llegar al puerto.
La dejó en un barril de provisiones, con extremo cuidado, mientras él desataba las amarras de aquel barco.
— Ubben, espera. No sé si es buena idea que vaya con vosotros. — Alzó levemente la voz para dejarse escuchar, pero el chico seguía con lo suyo, incluyendo el recoger del ancla.
— Ubben. — Llamó una vez más, cuando él la cargó, ahora, hacia el interior. La pelinegra suspiró. — Puedo “caminar”, oye. — No correr, pero la menos podía desplazarse medianamente de manera decente, aunque curiosa. Aunque entendía que era un momento de premura.
Cuando la sentó, ahora, delante del timón, Asradi solo suspiró con algo de resignación, pero hizo lo que le dijo. Manteniendo el timón y, por ende, el rumbo marcado. En los cortos momentos en los que estuvo a solas, mientras Ubben ponía a punto el barco, ella se mantuvo pensando. No parecían ser mala gente. Incluso la habían sacado de aquel tumulto cuando podían haberla dejado allí sin más. Aunque sí era verdad que no sabía lo que sucedería ahora. O cuales serían las intenciones de ellos.
Finalmente, se quedó frente a frente con el moreno, al cual le miró con una mezcla de seriedad y cierto agradecimiento en su mirada.
— Es extraña, sí, pero te has arriesgado mucho. — Frunció ahora el ceño, de manera inevitable. — Nos han visto correr por medio pueblo. — Más bien era que habían visto que se trataba de una sirena. O un monstruo, en otros casos.
De todas formas, se mordisqueó un tanto el labio inferior.
— Siento no habéroslo dicho. — Le reconcomía un poco eso, pero había primado por la inicial cautela. — Pero no sabía si podía confiar en vosotros. — De hecho, todavía no estaba completamente segura.