Atlas
Nowhere | Fénix
21-08-2024, 12:07 PM
La respuesta del gyojin vino salpicada de tintes tristes y melancólicos propios de quien suele recibir un bofetón como respuesta a una mano tendida de forma amable. El tiburón había aparecido poco después de que finalizase la conversación mantenida por los dos pescadores. No sabía si la habría escuchado, pero, de haberlo hecho, los comentarios de uno de los sujetos eran capaces de hacer reflexionar a cualquiera. Quizás ésas fuesen las consideraciones más puras, las que nacían de una conversación casual y, por tanto, verdadera, más que las que tenían origen en un forzado discurrir pseudopsicofilosófico.
Fuera como fuese, lo cierto era que el tiburón se mostraba en cierto modo taciturno. Sí, tal vez hubiese escuchado a aquel sujeto que, sin conocerle, no había tenido problema en abrir una puerta para que el habitante del fondo marino pudiese aspirar a un hueco en la superficie. Por mi parte, a lo mejor porque en mi vida había visto nada parecido a un tiburón parlante, la curiosidad empujaba mucho más que cualquier tipo de miedo. El sargento Shawn sí que era aterrador y no por ello lo lanzaba al fondo del mar, aunque...
Torcí la cabeza ante el murmullo del hombre-pez, no siendo capaz de entender por completo las palabras que acababa de pronunciar. Quizás fuese un pensamiento lanzado a la nada, pero igual de íntimo. Decidí no preguntar al respecto y opté por seguir la dirección de su mirada, que se perdió en el oleaje que golpeaba incesantemente la piedra que daba forma al suelo del puerto.
La pregunta que lanzó a continuación me pilló totalmente desprevenido, tanto que necesité tomarme unos segundos para responder. No porque no tuviese clara la respuesta, sino porque no sabía hasta qué punto era buena idea ser del todo sincero con él. Eso y que, a decir verdad, en el poco tiempo que llevaba fuera de casa —y sobre todo con lo sucedido en las islas Gecko— mi visión del mundo había cambiado y, aunque entonces no me lo quisiese reconocer, un poderoso germen de ansia de justicia —por llamarlo de algún modo— había anidado en lo más profundo de mi ser.
—Si te digo la verdad, me alisté porque pensé que sería un buen sitio en el que tener un sueldo fijo, mantener un perfil bajo para no llamar mucho la atención y trabajar lo menos posible —respondí, con los ojos aún hinchados, después de liberar una sonora carcajada—, pero digamos que las cosas no han ido hasta el momento tal y como esperaba. El sargento Shawn es... muy tenaz en su labor de formación de nuevos reclutas —terminé por decir, obviando por el momento los aspectos más arraigados en mi ser, que, por otro lado, aún no habían sido definidos por completo y sólo constituían un esbozo de lo que algún día serían.
Me tomé unos segundos para considerar aquellos pensamientos que, de manera intrusiva, habían aparecido en mi mente. Tendría que reflexionar un poco al respecto cuando fuera posible, ya que era perfectamente consciente de que en función de mis conclusiones mi actitud vital podría verse notablemente modificada.
—Mi nombre es Atlas, por cierto —continué—. ¿Y tú, a qué te dedicas? No es para nada frecuente encontrar a alguien de los tuyos por aquí. Vamos, yo llevo aquí algunos meses ya y eres el primero con el que me cruzo. También es verdad que no salgo demasiado de la base...
Fuera como fuese, lo cierto era que el tiburón se mostraba en cierto modo taciturno. Sí, tal vez hubiese escuchado a aquel sujeto que, sin conocerle, no había tenido problema en abrir una puerta para que el habitante del fondo marino pudiese aspirar a un hueco en la superficie. Por mi parte, a lo mejor porque en mi vida había visto nada parecido a un tiburón parlante, la curiosidad empujaba mucho más que cualquier tipo de miedo. El sargento Shawn sí que era aterrador y no por ello lo lanzaba al fondo del mar, aunque...
Torcí la cabeza ante el murmullo del hombre-pez, no siendo capaz de entender por completo las palabras que acababa de pronunciar. Quizás fuese un pensamiento lanzado a la nada, pero igual de íntimo. Decidí no preguntar al respecto y opté por seguir la dirección de su mirada, que se perdió en el oleaje que golpeaba incesantemente la piedra que daba forma al suelo del puerto.
La pregunta que lanzó a continuación me pilló totalmente desprevenido, tanto que necesité tomarme unos segundos para responder. No porque no tuviese clara la respuesta, sino porque no sabía hasta qué punto era buena idea ser del todo sincero con él. Eso y que, a decir verdad, en el poco tiempo que llevaba fuera de casa —y sobre todo con lo sucedido en las islas Gecko— mi visión del mundo había cambiado y, aunque entonces no me lo quisiese reconocer, un poderoso germen de ansia de justicia —por llamarlo de algún modo— había anidado en lo más profundo de mi ser.
—Si te digo la verdad, me alisté porque pensé que sería un buen sitio en el que tener un sueldo fijo, mantener un perfil bajo para no llamar mucho la atención y trabajar lo menos posible —respondí, con los ojos aún hinchados, después de liberar una sonora carcajada—, pero digamos que las cosas no han ido hasta el momento tal y como esperaba. El sargento Shawn es... muy tenaz en su labor de formación de nuevos reclutas —terminé por decir, obviando por el momento los aspectos más arraigados en mi ser, que, por otro lado, aún no habían sido definidos por completo y sólo constituían un esbozo de lo que algún día serían.
Me tomé unos segundos para considerar aquellos pensamientos que, de manera intrusiva, habían aparecido en mi mente. Tendría que reflexionar un poco al respecto cuando fuera posible, ya que era perfectamente consciente de que en función de mis conclusiones mi actitud vital podría verse notablemente modificada.
—Mi nombre es Atlas, por cierto —continué—. ¿Y tú, a qué te dedicas? No es para nada frecuente encontrar a alguien de los tuyos por aquí. Vamos, yo llevo aquí algunos meses ya y eres el primero con el que me cruzo. También es verdad que no salgo demasiado de la base...