Ray
Kuroi Ya
21-08-2024, 05:05 PM
La pierna de Takahiro sangraba, aparentemente por un disparo que había recibido de parte de alguna clase de enemigo en otro lugar. Su explicación de que había aparecido repentinamente en ese otro sitio y, posteriormente, en aquel páramo también de improviso y sin haber atravesado físicamente ningún límite entre ambas áreas hacía todo mucho más irreal. Lo que aumentaba la probabilidad de que la hipótesis de que todo aquello fuera un sueño fuera la correcta, pese a que en su cabeza seguía sonando raro. ¿Qué motivos tendría para estar imaginándose algo así? Pero no había ninguna otra explicación que pareciese ni la cuarta parte de razonable, si es que había algo razonable en toda aquella situación.
- Lo siento, no tengo un botiquín a mano. - Respondió a su amigo cuando le pidió asistencia médica. Pese a que estaba entrenado en esas artes aún no era ni mucho menos un experto, y por desgracia sin un botiquín de primeros auxilios a mano era poco más útil a la hora de tratar heridas como aquella que el propio Takahiro. Pero eso era algo que pensaba cambiar. Solo tenía que seguir estudiando y esforzándose y pronto lo conseguiría sin ninguna duda.
Poco después su amigo aceptó su propuesta de jugarse las canicas a piedra, papel o tijera, por lo que la partida dio comienzo. El joven marine lanzó su brazo hacia delante al tiempo que extendía los dedos índice y corazón formando unas tijeras.
- ¡Mierda! - Exclamó al ver que Takahiro había dejado su puño cerrado, imitando la forma de una piedra. - 1-0, ganas tú. ¿Vamos a por la siguiente?
El peliblanco se preparó, llevando de nuevo su mano hacia atrás para esconderla tras su espalda al mismo tiempo que lo hacía su compañero. La cuenta hasta tres marcó el momento en el que ambos lanzaron nuevamente sus brazos hacia delante.
- ¡Vamos! - Celebró con júbilo en esta ocasión Ray al ver que su puño cerrado formando una piedra vencía a los dos dedos extendidos de su amigo, que simulaba unas tijeras. - Estamos empatados, vamos a por la definitiva.
Estaba decidido a ganar. No había sido nunca la persona más competitiva del mundo, pero aquel pequeño juego le estaba resultando sumamente entretenido y el aliciente de ser el vencedor añadía un punto más de diversión. Así que se llevó nuevamente el brazo hacia atrás con decisión y comenzó junto al peliverde la cuenta.
Y en ese preciso instante, justo cuando su brazo comenzaba a moverse hacia delante, una diminuta mosca pasó volando ante sus ojos. No era especial ni mucho menos, se trataba de un insecto normal y corriente, pero atrajo irremediablemente su atención. No fue capaz de explicar el por qué, pero toda su concentración se esfumó de golpe. Era algo que le había pasado en más ocasiones, y no pocas precisamente, pero que no lograba entender. Podía estar en mitad de cualquier tarea, que un estímulo externo cualquiera podía hacer que se olvidase por completo de lo que estaba haciendo por importante que fuera.
Cuando su vista regresó al frente pudo ver cómo su mano seguía cerrada imitando la forma de una piedra, pues en su ensimismamiento con el vuelo de aquel insecto había olvidado modificar su posición. Y eso había sido su perdición. Takahiro, siempre rápido a la hora de reaccionar, se había dado cuenta seguramente de su distracción y había mostrado su mano completamente abierta, simulando ser una hoja de papel.
- ¡Nooooooooo! - Se lamentó con vehemencia el peliblanco. De nuevo sus características pérdidas de concentración le habían costado caro. En esta ocasión la supuestamente valiosa canica que portaba, que ahora pasaba a ser legítimamente propiedad de Takahiro. Aunque bueno, si él no la tenía, ¿quién mejor que su amigo para guardarla? Siempre podía pedirle más adelante que se la devolviera, o convencerle de doblar la apuesta.
Así que le ofreció el redondo premio con una sonrisa y, con ganas de abandonar aquel tórrido lugar, le propuso continuar avanzando. Se había alejado ya mucho del volcán, pues llevaba mucho tiempo caminando. Por lo tanto era probable que no quedase mucho para que el clima se hiciese algo menos extremo. Estaba casi seguro de que su amigo le acompañaría, pero aunque no lo hiciera Ray continuaría andando hasta abandonar aquel infierno desierto de una vez por todas.
- Lo siento, no tengo un botiquín a mano. - Respondió a su amigo cuando le pidió asistencia médica. Pese a que estaba entrenado en esas artes aún no era ni mucho menos un experto, y por desgracia sin un botiquín de primeros auxilios a mano era poco más útil a la hora de tratar heridas como aquella que el propio Takahiro. Pero eso era algo que pensaba cambiar. Solo tenía que seguir estudiando y esforzándose y pronto lo conseguiría sin ninguna duda.
Poco después su amigo aceptó su propuesta de jugarse las canicas a piedra, papel o tijera, por lo que la partida dio comienzo. El joven marine lanzó su brazo hacia delante al tiempo que extendía los dedos índice y corazón formando unas tijeras.
- ¡Mierda! - Exclamó al ver que Takahiro había dejado su puño cerrado, imitando la forma de una piedra. - 1-0, ganas tú. ¿Vamos a por la siguiente?
El peliblanco se preparó, llevando de nuevo su mano hacia atrás para esconderla tras su espalda al mismo tiempo que lo hacía su compañero. La cuenta hasta tres marcó el momento en el que ambos lanzaron nuevamente sus brazos hacia delante.
- ¡Vamos! - Celebró con júbilo en esta ocasión Ray al ver que su puño cerrado formando una piedra vencía a los dos dedos extendidos de su amigo, que simulaba unas tijeras. - Estamos empatados, vamos a por la definitiva.
Estaba decidido a ganar. No había sido nunca la persona más competitiva del mundo, pero aquel pequeño juego le estaba resultando sumamente entretenido y el aliciente de ser el vencedor añadía un punto más de diversión. Así que se llevó nuevamente el brazo hacia atrás con decisión y comenzó junto al peliverde la cuenta.
Y en ese preciso instante, justo cuando su brazo comenzaba a moverse hacia delante, una diminuta mosca pasó volando ante sus ojos. No era especial ni mucho menos, se trataba de un insecto normal y corriente, pero atrajo irremediablemente su atención. No fue capaz de explicar el por qué, pero toda su concentración se esfumó de golpe. Era algo que le había pasado en más ocasiones, y no pocas precisamente, pero que no lograba entender. Podía estar en mitad de cualquier tarea, que un estímulo externo cualquiera podía hacer que se olvidase por completo de lo que estaba haciendo por importante que fuera.
Cuando su vista regresó al frente pudo ver cómo su mano seguía cerrada imitando la forma de una piedra, pues en su ensimismamiento con el vuelo de aquel insecto había olvidado modificar su posición. Y eso había sido su perdición. Takahiro, siempre rápido a la hora de reaccionar, se había dado cuenta seguramente de su distracción y había mostrado su mano completamente abierta, simulando ser una hoja de papel.
- ¡Nooooooooo! - Se lamentó con vehemencia el peliblanco. De nuevo sus características pérdidas de concentración le habían costado caro. En esta ocasión la supuestamente valiosa canica que portaba, que ahora pasaba a ser legítimamente propiedad de Takahiro. Aunque bueno, si él no la tenía, ¿quién mejor que su amigo para guardarla? Siempre podía pedirle más adelante que se la devolviera, o convencerle de doblar la apuesta.
Así que le ofreció el redondo premio con una sonrisa y, con ganas de abandonar aquel tórrido lugar, le propuso continuar avanzando. Se había alejado ya mucho del volcán, pues llevaba mucho tiempo caminando. Por lo tanto era probable que no quedase mucho para que el clima se hiciese algo menos extremo. Estaba casi seguro de que su amigo le acompañaría, pero aunque no lo hiciera Ray continuaría andando hasta abandonar aquel infierno desierto de una vez por todas.