Takahiro
La saeta verde
22-08-2024, 12:21 AM
—Y bien, sargento Takahiro, no hay duda de que estamos metidos en este lío por su culpa —le dijo el recién ascendido teniente comandante Shawn. Se encontraba de pie, junto a una puerta tras la que había varios ciudadanos pidiendo explicaciones por un suceso ocurrido días atrás.
—Eso es relativo, teniente —le respondió el espadachín, que se encontraba frente a él completamente relajado, con la mano apoyada sutilmente sobre la empuñadura de su espada—. Lo cier….
—¡Teniente comandante! —le interrumpió Shawn, con ese tono pedante que solía tener.
—No se enfade, hombre —le dijo, con voz calmada—. Si me dejaras llamarte por tu nombre de pila no se pillaría esos mosqueos. A lo que iba. Lo cierto es que cumplí con mi deber como marine. Me pidieron que capturara al ladrón y así lo hice.
—Pero no a costa de destrozar la terraza de tres establecimientos distintos.
—¿Qué culpa tengo yo de que el delincuente me disparara? —aclaró—. Tenía que cubrirme de alguna manera, ya fuera con una silla, lanzándole una caja de frutas o impulsándome hacia él para placarlo. Son problemas del directo.
—A ti voy a darte yo problemas del directo… —comentó por lo bajo, mientras la tensión de su cuerpo iba en aumento. El ojo derecho de Shawn comenzó a entrecerrarse en un intervalo de apenas unas milésimas de segundo, como si estuviera enviando un mensaje en un código secreto. Sus fosas nasales se ensancharon, respirando cada vez con más fuera y rapidez. Su mano se cerró y su cuerpo se alzó, colocándose recto e imponente frente a Takahiro. Su rostro se enrojeció y la vena de su frente se inflamó hasta el punto que parecía que iba a estallar—. ¡Voy a decirte una cosa, Takahiro! —alzó la voz, escuchándose fuera de su despacho ¡Estoy cansado de ti y de tus amigos, sobre todo del vago del rubio! —respiró hondo y pareció que se calmaba—. En cuanto vuelvas de la reunión de los novatos vas a estar en la cocina hasta que se me olvide que estás allí.
—Pero si te olvidas que estoy allí, ¿cómo vas a levantarme el castigo? —le pregunto el peliverde, haciendo uso de todo su raciocinio.
No dijeron nada más. Con un ademán de su mano, el recién ascendido teniente comandante le dijo que se fuera. Lo cierto era que al peliverde le encantaba sacar de quicio a Shawn. Era un cretino que parecía que estaba siempre con un palo metido en el culo, siempre buscando cualquier vacío legal para tratar de castigar a los novatos del escuadrón. No lo soportaba.
«Algún tendré un puesto más alto que tú en la jerarquía y dejarás de mirarme por encima del hombro», pensó con determinación.
Al salir al patio central del cuartel de Loguetown miró la hora. Ya no iba a llegar a tiempo al encuentro en el puerto, pero sí a la convivencia que iba a darse en el jardín la zona de entrenamiento Nº3 del cuartel. Se había acondicionado y habilitado para colocar varias mesas largas, sillas y un gran fogón para hacer un plato típico de una isla del Grand Line: paella. No le habían dicho en qué consistía aquel plato, pero no le sonaba muy apetitoso. Apenas quedaban diez minutos para que sus compañeros llegaran, así que puso rumbo hacia la entrada del cuartel y los esperaría allí.
—Eso es relativo, teniente —le respondió el espadachín, que se encontraba frente a él completamente relajado, con la mano apoyada sutilmente sobre la empuñadura de su espada—. Lo cier….
—¡Teniente comandante! —le interrumpió Shawn, con ese tono pedante que solía tener.
—No se enfade, hombre —le dijo, con voz calmada—. Si me dejaras llamarte por tu nombre de pila no se pillaría esos mosqueos. A lo que iba. Lo cierto es que cumplí con mi deber como marine. Me pidieron que capturara al ladrón y así lo hice.
—Pero no a costa de destrozar la terraza de tres establecimientos distintos.
—¿Qué culpa tengo yo de que el delincuente me disparara? —aclaró—. Tenía que cubrirme de alguna manera, ya fuera con una silla, lanzándole una caja de frutas o impulsándome hacia él para placarlo. Son problemas del directo.
—A ti voy a darte yo problemas del directo… —comentó por lo bajo, mientras la tensión de su cuerpo iba en aumento. El ojo derecho de Shawn comenzó a entrecerrarse en un intervalo de apenas unas milésimas de segundo, como si estuviera enviando un mensaje en un código secreto. Sus fosas nasales se ensancharon, respirando cada vez con más fuera y rapidez. Su mano se cerró y su cuerpo se alzó, colocándose recto e imponente frente a Takahiro. Su rostro se enrojeció y la vena de su frente se inflamó hasta el punto que parecía que iba a estallar—. ¡Voy a decirte una cosa, Takahiro! —alzó la voz, escuchándose fuera de su despacho ¡Estoy cansado de ti y de tus amigos, sobre todo del vago del rubio! —respiró hondo y pareció que se calmaba—. En cuanto vuelvas de la reunión de los novatos vas a estar en la cocina hasta que se me olvide que estás allí.
—Pero si te olvidas que estoy allí, ¿cómo vas a levantarme el castigo? —le pregunto el peliverde, haciendo uso de todo su raciocinio.
No dijeron nada más. Con un ademán de su mano, el recién ascendido teniente comandante le dijo que se fuera. Lo cierto era que al peliverde le encantaba sacar de quicio a Shawn. Era un cretino que parecía que estaba siempre con un palo metido en el culo, siempre buscando cualquier vacío legal para tratar de castigar a los novatos del escuadrón. No lo soportaba.
«Algún tendré un puesto más alto que tú en la jerarquía y dejarás de mirarme por encima del hombro», pensó con determinación.
Al salir al patio central del cuartel de Loguetown miró la hora. Ya no iba a llegar a tiempo al encuentro en el puerto, pero sí a la convivencia que iba a darse en el jardín la zona de entrenamiento Nº3 del cuartel. Se había acondicionado y habilitado para colocar varias mesas largas, sillas y un gran fogón para hacer un plato típico de una isla del Grand Line: paella. No le habían dicho en qué consistía aquel plato, pero no le sonaba muy apetitoso. Apenas quedaban diez minutos para que sus compañeros llegaran, así que puso rumbo hacia la entrada del cuartel y los esperaría allí.