Atlas
Nowhere | Fénix
22-08-2024, 02:09 AM
Sí, mis cortes habían conseguido herir a aquel sujeto hasta en dos ocasiones, pero el muy condenado insistía en seguir dando guerra hasta el último momento. Aquello resultaba un hecho bastante problemático en sí mismo, porque la idea de acabar con la vida de alguien no entraba ni de lejos en mis planes. Pero si no cejaba en su empeño, ¿qué alternativas tenía?
Tendría que ver cómo gestionar ese asunto, pero tendría que ser un poco más adelante. Aprovechando la caída de mi enemigo y mi posición de ventaja, a pesar de encontrarme herido por el disparo recibido en la pierna, avancé hacia él para mantener al mínimo la distancia que nos separaba. Había sufrido una herida profunda en el torso; estaba asustado y eso se reflejaba en la torpeza de sus movimientos. Fue por ello que, por primera vez, pude reaccionar sin demasiados problemas a su siguiente acción. En cuanto extrajo el arma corta de su ropa, tracé un nuevo tajo en dirección al brazo que la sostenía. Acto seguido, alcé de nuevo mi arma para intentar dejarle fuera de juego de una vez por todas.
Fue justo en ese momento cuando el trajeado cometió el error de dirigirse a nosotros. Con mi atención fija en el tirador, si no me hubiese dicho nada no habría tenido oportunidad de defenderme, pero, por desgracia o por fortuna —en aquel momento claramente fortuna—, siempre había gozado de un excelente oído. No tardé en entender lo que estaba sucediendo en cuanto mi cabeza se volteó a mirar al cabecilla y un taladro de chocolate ocupó el primer plano en mi campo de visión. Alteré la trayectoria de la naginata en el aire para, con un tajo oblicuo, detener a intentar cortar por la mitad el dulce proyectil que prometía servir como muchas cosas, pero no como merienda.
Aquella reacción dejaba bien claro que la situación se les comenzaba a ir de las manos. Era el momento de insistir y apretar para zanjar de una vez por todas aquella misteriosa y problemática incursión. Aquellos tipos tendrían que ser encarcelados y, con toda seguridad, interrogados para averiguar qué había verdaderamente detrás de todo aquello.
Con esos pensamientos sucediéndose a gran velocidad en mi mente, volví a centrar mi atención en el tirador que se encontraba en el suelo y, una vez más alcé mi arma para lanzar un nuevo corte —en esta ocasión diagonal hacia la izquierda— orientado a su abdomen.
Tendría que ver cómo gestionar ese asunto, pero tendría que ser un poco más adelante. Aprovechando la caída de mi enemigo y mi posición de ventaja, a pesar de encontrarme herido por el disparo recibido en la pierna, avancé hacia él para mantener al mínimo la distancia que nos separaba. Había sufrido una herida profunda en el torso; estaba asustado y eso se reflejaba en la torpeza de sus movimientos. Fue por ello que, por primera vez, pude reaccionar sin demasiados problemas a su siguiente acción. En cuanto extrajo el arma corta de su ropa, tracé un nuevo tajo en dirección al brazo que la sostenía. Acto seguido, alcé de nuevo mi arma para intentar dejarle fuera de juego de una vez por todas.
Fue justo en ese momento cuando el trajeado cometió el error de dirigirse a nosotros. Con mi atención fija en el tirador, si no me hubiese dicho nada no habría tenido oportunidad de defenderme, pero, por desgracia o por fortuna —en aquel momento claramente fortuna—, siempre había gozado de un excelente oído. No tardé en entender lo que estaba sucediendo en cuanto mi cabeza se volteó a mirar al cabecilla y un taladro de chocolate ocupó el primer plano en mi campo de visión. Alteré la trayectoria de la naginata en el aire para, con un tajo oblicuo, detener a intentar cortar por la mitad el dulce proyectil que prometía servir como muchas cosas, pero no como merienda.
Aquella reacción dejaba bien claro que la situación se les comenzaba a ir de las manos. Era el momento de insistir y apretar para zanjar de una vez por todas aquella misteriosa y problemática incursión. Aquellos tipos tendrían que ser encarcelados y, con toda seguridad, interrogados para averiguar qué había verdaderamente detrás de todo aquello.
Con esos pensamientos sucediéndose a gran velocidad en mi mente, volví a centrar mi atención en el tirador que se encontraba en el suelo y, una vez más alcé mi arma para lanzar un nuevo corte —en esta ocasión diagonal hacia la izquierda— orientado a su abdomen.