Alguien dijo una vez...
Donquixote Doflamingo
¿Los piratas son malos? ¿Los marines son los buenos? ¡Estos términos han cambiado siempre a lo largo de la historia! ¡Los niños que nunca han visto la paz y los niños que nunca han visto la guerra tienen valores diferentes! ¡Los que están en la cima determinan lo que está bien y lo que está mal! ¡Este lugar es un terreno neutral! ¿Dicen que la Justicia prevalecerá? ¡Por supuesto que lo hará! ¡Gane quién gane esta guerra se convertirá en la Justicia!
[Diario] Una Hiena en Rostock
Vesper Chrome
Medical Fortress
Al final de cuentas es cierto lo que dicen aquellos que me conocen, no soy mas que un trotamundos, ni siquiera paso tanto tiempo en el mar como lo paso en las islas, y eso que he decidido llamarme a mi mismo un pirata, pero de ello solo tengo un titulo autoimpuesto. Salí al mar buscando, ¿Libertad? Una libertad que, según yo, no podía obtener en aquella isla nevada del North Blue donde nací y crecí, pero si lo pienso bien, creo que realmente no fue por la falta de libertad, sino por el exceso de ella, temía que aquellos desastres que yo mismo creaba a partir de las peleas que casi el cien por cien de las veces no tenían sentido, el desastre en locales, casas, establecimientos que al final de cuenta solo agradecían amablemente por haber ayudado atrapar un delincuente, un pirata, un marine corrupto, cosas que cualquiera hubiera podido hacer sin la necesidad de crear un caos en todo el pueblo.
 
Trotamundos o no, habia llegado a isla Kilombo, algunos mercaderes me echaron la mano para poder llegar hasta aquí, pensaba que estando en otro mar, con gente que no conozco, las cosas, probablemente serian totalmente diferentes de como eran allí, tenia que buscar que hacer, donde trabajar un tiempo para poder conseguir algo de berries antes de partir a otra isla, al final de cuentas ahora estoy en un mar distinto al mío, y es esta la primera isla que visito del East Blue.
 
—Oiga buen hombre, ¡Bienvenido a isla Kilombo! — Escuché decir a un tipo. Ni siquiera habían pasado tres minutos desde que pisé tierra firme y ya escuchaba la irritante voz de un nativo de este lugar.
 
—Gracias, ahora lárgate de mi vista. — Los modales, quizás nunca han sido lo mío, y menos con las personas que desconozco, además hay que pensarlo bien, quien en su sano juicio y sin intenciones de buscar algo del prójimo le daría la bienvenida a su isla a un forastero que ni siquiera conoce, bien puedo ser un delincuente buscado por la marina, o poco más.  
 
—Señor, no sea mal educado, solamente le estoy dando la bienvenida, ese es mi trabajo. — Contestó el hombre que a pesar de mi pésima actitud parecía feliz de estar ahí, haciendo lo que el llamaba ¨Su trabajo¨.
 
—Tskk! Menudo trabajo de mierda tienes. — Rechisté antes de darme la vuelta y caminar por el lado contrario al que iba en primera instancia, la verdad no me interesaba hablar con personas, aunque técnicamente, si no lo hacía, no podría conseguir un lugar a donde quedarme, trabajar y comer durante el tiempo que me quede en la isla.
 
Me detuve un momento al observar como aquel mismo hombre le daba la bienvenida a los mercaderes que me trajeron, uno por uno, con la misma sonrisa de satisfacción como quien ama lo que está haciendo, y no puedo dejar de pensar en cuanta determinación tiene que tener una persona, para pasar todo el día, todos los días, en un muelle esperando a que lleguen personas para simplemente darles la bienvenida a un lugar que probablemente no visiten nunca más. Este es un nivel de hospitalidad mucho mas fuerte que cualquier otro que hubiera presenciado jamás.
 
Me di la vuelta para volver hacia el hombre, no era como si las cosas hubieran cambiado demasiado, pero si el estaba allí, se supone que tiene información del pueblo. —Oye, tú. Mi nombre es Vesper Chrome, soy doctor. — Comencé a decir mientras me acercaba al hombre quien daba sus últimos saludos a los que pisaban el puerto.
 
—¿Conoces de algún sitio donde pueda pasar algunas noches? — Terminé por expresarle al hombre, no muy a gusto claro, no soy de los que se sienten bien al ser guiados por otros, honestamente el ser guiado por otro, que quizá tiene menos conocimiento que yo, me asquea demasiado.
 
—Por supuesto que si buen hombre, en Rostock hay una posada llamada ¨El gran perezoso¨. — El hombre comenzaba a explicarle los detalles del sitio y como llegar desde el puerto. A este punto ya tenia que encontrarme agradecido con el hombre así que busqué en mi bolso y como agradecimiento le di unos cuantos berries, mil para ser exactos, no era mucho, la verdad era bastante poco, pero daba igual, al menos tenia algo para comer por hoy. Aquel hombre agradeció como si le hubiera comprado una casa, un barco, y un prostíbulo completo para si mismo, y fue entonces cuando comprendí, este hombre estaba ahí, día tras día, dándole la bienvenida a todos los que llegaban, porque al final esperaba que al menos uno de nosotros, pudiera servirle con el mismo carisma que el lo hace.
 
—Gracias por todo hombre, nos veremos por el pueblo, estaré unos días en Rostock. — Expliqué, no con amabilidad, sino con una mezcla de respeto y desgane que siempre utilizo en mis palabras cuando de mis labios no salen groserías. Mientras caminaba directo al sitio que me habían indicado podía ver los ojos de las demás personas posándose en mí, y como era costumbre una enorme ira se acumulaba dentro de mí, observaban mis ojos como si se tratase del premio mayor, como si fuese un maldito monstruo raro que vez por pura casualidad y nadie te creería. Pero para mí, estos ojos no son mas que una tontería, algo con lo que realmente no debí nacer, no tienen nada de especial, no puedo ver mejor, no veo mas lejos, no tiro rayos láser, simplemente son lo que las personas llaman ¨Peculiares¨.
 
—Bienvenido a la posada El gran perezoso, ¿Cómo puedo ayudarle? — Habia encontrado el local, por pura suerte, entre tantos edificios, casas y sobre todo los nervios que me recorrieron tras enterarme por simple casualidad que en esta isla habia un cuartel de la marina, temía que ellos tuvieran un cartel mío por las veces en las que golpee marines que intentaban intimidar y robar a personas del north blue. —Solo deseo una habitación, lo mas pronto que pueda. — Respondí a la chica que me atendía, realmente era una mujer preciosa, de piel oscura, ojos avellana y un hermoso y rizado pelo de color negro que bajaba por su espalda. 
 
—Esta de suerte el día de hoy, tenemos varias habitaciones libres, todas normales, por las cuales estaría pagando un total de 10 mil berries por noche. — El simple hecho de haber escuchado que por solo una noche me cobrarían diez mil me habia sobresaltado, incluso enojado.
 
—¿DIEZ MIL, ACASO ESTAN LOCOS? — Dije a la vez que daba un golpe fuerte a la pared, sin embargo, ¿Qué más podía hacer? ¿Dormir en la calle? —Esta bien, esta bien, tomaré una de sus habitaciones, — Vi un grupo de marines caminando afuera de la posada y automáticamente mi mente decidió aceptar. Tras recibir la llave de la habitación subí al tercer piso y cerré con llave, revisé puertas, ventanas, y cualquier orificio que pudiera dar hacia fuera.
 
Era antiético lo que habia hecho en ese barco mercante que me ayudó a llegar hasta aquí, pero de allí habia robado algo, un tesoro que seria bastante preciado si lo vendiera, pero también que sería rápidamente confiscado si la marina se enterara de que poseo una de esas cosas. Volví a mirar por las ventanas, me agaché y miré por debajo de la puerta, esperando que no hubiera nadie esta vez para entonces sacar de mi bolso aquello que habia robado. Repito, no fue ético, pero quien no quiere obtener el poder de una de esas, ni siquiera sé a ciencia cierta que tipo es, pero estaba ahí y sin duda era valiosa para ellos. Saque del bolso una Akuma no mi, y tras ponerla en la cama, y mirarla por varios minutos, indeciso de si debía o no comer de ella, pues siempre han descrito estas frutas como poseedoras de un poder sin igual, de grandes hazañas en el mundo, pero algo era seguro, algo que incluso yo sabía, era la maldición de no poder nadar nunca más, este era un riesgo que al final no sabia si estaba dispuesto a tomar. Agarré aquella fruta con mis manos, y observaba como aquel distintivo durazno, con una peculiar forma, era a su vez el poseedor de un supuesto poder que desconocía y una maldición que parece ser mas cierta que todo.
 
Toc Toc Toc

Tocaron tres veces la puerta y del susto metí el durazno en mi boca, comiéndolo de un solo bocado, el sabor era realmente terrible, asqueroso, casi vomito, pero habia alguien en la puerta y seria bastante extraño así que retuve todas las ansias de regurgitar aquello que habia comido por accidente. Abrí la puerta y era otra mujer, parecida a la que se encontraba en la recepción. —Traje toallas limpias y un par nuevo de almohadas para usted caballero. — Aunque la chica era amable, habia hecho que comiera la Akuma y me habia puesto de mal humor.
 
—Por favor, absténgase de volver a tocar mi puerta mientras me encuentre aquí. Observe a la tímida, pero hermosa chica, aun habia sido grosero con ella aun estaba sonriendo, y ahora no sabia si esto era una mala costumbre de las personas de esta isla, sonreír a pesar de todo. Recibí aquellas cosas que me traía y tras cerrar la puerta con un fuerte azote observé como al pasar la mano brevemente por la misma habia dejado unas marcas de garras.
 
—Doc totototo, Doc totototo, Doc Totototo. — No paraba de reírme, pero por una estúpida razón no quería hacerlo. Fui al baño para poder verme en el espejo y mi apariencia parecía estar cambiando, con unos extraños colmillos y parecía un animal, realmente parecía un animal. Solo cerré los ojos un momento y me percaté de que por un motivo, extraño, pero cierto, sabía exactamente lo que habia consumido, era la Neko Neko no mi, Modelo Hiena, y entonces fue cuando aquella risa, que por dentro estaba llena de ira salia con mucha mas fuerza. —DOCHIHIHIHI DOCHIHIHIHI DOCHIHIHIHI. —
#1


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Una Hiena en Rostock - por Vesper Chrome - 22-08-2024, 04:40 AM
El Granjero y Su Pequeña. - por Vesper Chrome - 07-09-2024, 03:21 AM

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