Juuken
Juuken
22-08-2024, 11:05 AM
El cangrejo me respondió con una voz muy efusiva que me subiera en su caparazón, no lo dudé ni un instante, parecía que había hecho un amigo, aunque no estaba del todo seguro de las intenciones del mismo. Aunque me llamo de una forma extraña que no terminaba de deacifrar. Conforme subí le prefunté.
-¿Medusa travesti? ¿Qué es eso?
Conforme avanzamos un poco vi que el cangrejo se detuvo unos instantes y se quedaba mirando al enano. Sin pensarlo demasiado le sugirió que saltara a su pinza, cosa que el enano hizo directamente, tras lo cual extendió esa pinza con fuerza, como dándole un puñetazo al aire.
Esa pequeña criatura enana salió despedida hacia adelante como una bala, me quedé asombrado, esos dos estaban peleando entre ellos hacía solo un momento y ahora estaban luchando juntos para recuperar esas canicas. Realmente parecía algo importante de veras.
El enano fue lanzado, pero lo que no sabía era adonde. ¿Se había equivocado el cangrejo en lanzarlo? Igual no veía bien, porque lo había lanzado hacia adelante, pero la gyojin no estaba allí, realmente no tenía idea de dónde estaba ella, pues ahora no la veía, pero ese enano caería solo al agua.
El cangrejo conforme mandó a volar a ese pequeño pareció inquietarse un poco, le note moverse y al momento me inquirió algo que no entendía. ¿Qué era un apéndice?
-¿Por qué hablas tan raro, cangrejo?
Estaba arrodillado encima de él, saqué mi espada y me quedé esperando, no veía ni al enano ya ni a la chica en la cual me había transformado.
Lo que sí noté fue el viento, y la voz que trajo consigo nuevamente. En tierra firme uns polvareda se estaba disipando. Parecía que nuevamente estaban ocurriendo cosas extrañas. Esas voces que arrastra el viento, por un momento me recordaron lo que había ocurrido antes de despertar allí.
Recordé ese páramo helado, esa voz que vino junto a la tormenta, ese ser de orejas enormes. Algo en las voces de la montaña me recordaban a esa extraña voz. Entonces lo recordé, algo gordo va a pasar, algo nos va a fulminar.
Me levanté con la espada en ristre, esperando a que algo viniera directo a por mi, como la última vez, aunque ahora no habían aparecido esas nubes de tormenta, era extraño. Tal vez lo que ocurra sea distinto. Miré a la costa, ahi habia algunas figuras donde el polvo se había disipado, pero no alcanzaba a distinguir gran cosa. Mire hacia el cielo y exclamé con fuerza.
-¡Vamos, muéstrate cobarde! ¡Sigo aquí! ¿A qué esperas?
Tan solo quería provocarle, esa persona era quien estaba detrás de todo, seguro, el dueño de esa voz fantasmal, tenía que preguntarle un par de cosas y averiguar que estaba ocurriendo allí como fuera.
Pensaba advertir a los que allí estaban, aunque solo el cangrejo me podía escuchar en este momento, cuando de pronto se tambaleó con fuerza. Comencé a perder el equilibrio, debía fijarme allí como fuera, no podía caer al agua. Rápidamente con mi arma lo que hice fue arrodillarme y clavarla con fuerza en el suelo, para así mantener un punto de apoyo y no caer a lo que podría significar mi muerte.
La hoja entró con un sonido de crujir de caparazón. Mi actual azulada piel se quedó completamente blanca durante unos segundos. Había olvidado, que no estaba en tierra firme.
-Uy, lo siento señor cangrejo.
Probablemente ahora volvería a moverse algo más brusco y violento, ciertamente tendría todo el derecho a echarme de allí, pero debía pelear, no podía caer al agua. Aunque no me hundiese no sabía nadar.
-¿Medusa travesti? ¿Qué es eso?
Conforme avanzamos un poco vi que el cangrejo se detuvo unos instantes y se quedaba mirando al enano. Sin pensarlo demasiado le sugirió que saltara a su pinza, cosa que el enano hizo directamente, tras lo cual extendió esa pinza con fuerza, como dándole un puñetazo al aire.
Esa pequeña criatura enana salió despedida hacia adelante como una bala, me quedé asombrado, esos dos estaban peleando entre ellos hacía solo un momento y ahora estaban luchando juntos para recuperar esas canicas. Realmente parecía algo importante de veras.
El enano fue lanzado, pero lo que no sabía era adonde. ¿Se había equivocado el cangrejo en lanzarlo? Igual no veía bien, porque lo había lanzado hacia adelante, pero la gyojin no estaba allí, realmente no tenía idea de dónde estaba ella, pues ahora no la veía, pero ese enano caería solo al agua.
El cangrejo conforme mandó a volar a ese pequeño pareció inquietarse un poco, le note moverse y al momento me inquirió algo que no entendía. ¿Qué era un apéndice?
-¿Por qué hablas tan raro, cangrejo?
Estaba arrodillado encima de él, saqué mi espada y me quedé esperando, no veía ni al enano ya ni a la chica en la cual me había transformado.
Lo que sí noté fue el viento, y la voz que trajo consigo nuevamente. En tierra firme uns polvareda se estaba disipando. Parecía que nuevamente estaban ocurriendo cosas extrañas. Esas voces que arrastra el viento, por un momento me recordaron lo que había ocurrido antes de despertar allí.
Recordé ese páramo helado, esa voz que vino junto a la tormenta, ese ser de orejas enormes. Algo en las voces de la montaña me recordaban a esa extraña voz. Entonces lo recordé, algo gordo va a pasar, algo nos va a fulminar.
Me levanté con la espada en ristre, esperando a que algo viniera directo a por mi, como la última vez, aunque ahora no habían aparecido esas nubes de tormenta, era extraño. Tal vez lo que ocurra sea distinto. Miré a la costa, ahi habia algunas figuras donde el polvo se había disipado, pero no alcanzaba a distinguir gran cosa. Mire hacia el cielo y exclamé con fuerza.
-¡Vamos, muéstrate cobarde! ¡Sigo aquí! ¿A qué esperas?
Tan solo quería provocarle, esa persona era quien estaba detrás de todo, seguro, el dueño de esa voz fantasmal, tenía que preguntarle un par de cosas y averiguar que estaba ocurriendo allí como fuera.
Pensaba advertir a los que allí estaban, aunque solo el cangrejo me podía escuchar en este momento, cuando de pronto se tambaleó con fuerza. Comencé a perder el equilibrio, debía fijarme allí como fuera, no podía caer al agua. Rápidamente con mi arma lo que hice fue arrodillarme y clavarla con fuerza en el suelo, para así mantener un punto de apoyo y no caer a lo que podría significar mi muerte.
La hoja entró con un sonido de crujir de caparazón. Mi actual azulada piel se quedó completamente blanca durante unos segundos. Había olvidado, que no estaba en tierra firme.
-Uy, lo siento señor cangrejo.
Probablemente ahora volvería a moverse algo más brusco y violento, ciertamente tendría todo el derecho a echarme de allí, pero debía pelear, no podía caer al agua. Aunque no me hundiese no sabía nadar.