Kael
El Fantasma del Mar
22-08-2024, 03:22 PM
Me sentí atrapado entre la furia de sus emociones y un nuevo destello de claridad que brotaba en su mente como el agua cristalina de la Venus atrapamoscas. Al levantar la vista, no solo vio la grandeza de la planta, sino también las simetrías ocultas en su caos, los ciclos que la vida representaba y las decisiones que delineaban un camino ante él. ¿Era realmente necesario atacar a Atlas? La respuesta comenzó a filtrarse por su conciencia como un susurro reverberante, insistente en su simplicidad: no.
La lucha no tenía que ser física, ni él, ni Atlas, tenían que caer en esa trampa. El deseo de eliminar una amenaza, de arrojarse de nuevo en el ciclo de violencia, ya no le parecía válido. En su lugar, algo más profundo y poderoso se ofrecía como alternativa: el sacrificio.
- Cualquier... ofrenda... -Dije para mí mismo-
El sacrificio había sido aclamado por siglos como una forma elevada de conexión con lo divino, una entrega que permitía la transformación de uno mismo y de los demás.
Pasé al lado de Atlas, con una separación de un par de metros, y sin dirigirle la palabra a él o al otro individuo que se encontraba ahí (Takahiro) ni a otro más que había llegado me arrodillé, me mojé la cara, parte del brazo y prácticamente todo mi cuerpo lanzándome agua con la mano, como si fuera parte de un bautizo extraño.
Miré hacia arriba mirando alrededor y en cuanto comprendí el camino, un nuevo fuego iluminó su corazón y le llenó de energía renovada. Las setas a su alrededor comenzaron a rebosar, listas para ser el trampolín que lo llevaría a sus nuevos propósitos.
Con cada pulso de mi ser, me dispuse a dar el salto, por como había saltado Atlas en dos o tres altos llegaría a la cima. Una explosión de adrenalina me rodeó mientras seguía brincando entre las setas, sintiendo la humedad del aire y el eco de sus propios pensamientos resonando a su alrededor. En ese frenesí, una idea se apoderó de mi mente: era un deseo ineludible de asumir la responsabilidad de su destino, de su vida y de las vidas que lo rodeaban.
En el ascenso, podía sentir la energía del entorno concentrándose en mi interior, una conexión profunda con la planta, con el agua que brotaba y con el eco vibrante de la naturaleza. A cada salto, me sentía más ligero, más libre de ataduras, aunque el peligro que representaba toda esta situación no había desaparecido, había cambiado de forma.
Finalmente, al alcanzar una altura considerable sobre los 42 metros, llegué al borde de la cara de la Venus atrapamoscas. Una ola de temor se mezclaba con la expectativa en mi pecho. Miré hacia el interior de la boca de la planta, abierta de par en par esperando a su presa, como si brotasen del interior de la planta murmullos llamándome, llamándome a unirse a su esencia.
Desenvainé ligeramente mi espada sin sacarla de la funda, me hice un pequeño corte en el brazo, un corte que en un minuto mi cuerpo ya habría taponado pero que me permitía sangrar unas gotas de sangre y volví a guardar la espada. Cuando sentí el roce del líquido caliente sobre mi brazo comencé a caminar al interior de la boca de la planta, dejando un rastro en la planta de mi sangre mezclada con el agua de la base del corazón de la planta. Una claridad indescriptible me llenó el alma: lo que iba a hacer no solo le afectaría a él, sino a todos los que se habían visto atrapados en este ciclo de conflicto y odio. Una vez llegué al propio centro de la boca, me senté.
-Oh gran Norfeo el Magno, he aquí su sacrificio. Un humilde siervo purificado por sus aguas, entrego todo lo que tengo y todo lo que soy a su gran obra. Y si he de morir por sus designios, que así sea.
La angustia, el conflicto y el deseo de venganza se desvanecieron en medio de la boca de la planta, esperando a que esta reaccionara, dejando una tranquilizadora sensación de plenitud y propósito. Allí, en la sacra quietud, supo que pase lo que pase para él, había tomado la decisión correcta. Había renegado de la violencia hasta ese momento, se había demostrado a sí mismo que podía escapar de lo que una vez fué, y de lo que en parte seguía siendo. Pero mientras tuviera fuerzas, mantendría a raya a ese monstruo.
La lucha no tenía que ser física, ni él, ni Atlas, tenían que caer en esa trampa. El deseo de eliminar una amenaza, de arrojarse de nuevo en el ciclo de violencia, ya no le parecía válido. En su lugar, algo más profundo y poderoso se ofrecía como alternativa: el sacrificio.
Cita:cualquier ofrenda que se realice en su nombre será altamente recompensada
- Cualquier... ofrenda... -Dije para mí mismo-
El sacrificio había sido aclamado por siglos como una forma elevada de conexión con lo divino, una entrega que permitía la transformación de uno mismo y de los demás.
Pasé al lado de Atlas, con una separación de un par de metros, y sin dirigirle la palabra a él o al otro individuo que se encontraba ahí (Takahiro) ni a otro más que había llegado me arrodillé, me mojé la cara, parte del brazo y prácticamente todo mi cuerpo lanzándome agua con la mano, como si fuera parte de un bautizo extraño.
Miré hacia arriba mirando alrededor y en cuanto comprendí el camino, un nuevo fuego iluminó su corazón y le llenó de energía renovada. Las setas a su alrededor comenzaron a rebosar, listas para ser el trampolín que lo llevaría a sus nuevos propósitos.
Con cada pulso de mi ser, me dispuse a dar el salto, por como había saltado Atlas en dos o tres altos llegaría a la cima. Una explosión de adrenalina me rodeó mientras seguía brincando entre las setas, sintiendo la humedad del aire y el eco de sus propios pensamientos resonando a su alrededor. En ese frenesí, una idea se apoderó de mi mente: era un deseo ineludible de asumir la responsabilidad de su destino, de su vida y de las vidas que lo rodeaban.
En el ascenso, podía sentir la energía del entorno concentrándose en mi interior, una conexión profunda con la planta, con el agua que brotaba y con el eco vibrante de la naturaleza. A cada salto, me sentía más ligero, más libre de ataduras, aunque el peligro que representaba toda esta situación no había desaparecido, había cambiado de forma.
Finalmente, al alcanzar una altura considerable sobre los 42 metros, llegué al borde de la cara de la Venus atrapamoscas. Una ola de temor se mezclaba con la expectativa en mi pecho. Miré hacia el interior de la boca de la planta, abierta de par en par esperando a su presa, como si brotasen del interior de la planta murmullos llamándome, llamándome a unirse a su esencia.
Desenvainé ligeramente mi espada sin sacarla de la funda, me hice un pequeño corte en el brazo, un corte que en un minuto mi cuerpo ya habría taponado pero que me permitía sangrar unas gotas de sangre y volví a guardar la espada. Cuando sentí el roce del líquido caliente sobre mi brazo comencé a caminar al interior de la boca de la planta, dejando un rastro en la planta de mi sangre mezclada con el agua de la base del corazón de la planta. Una claridad indescriptible me llenó el alma: lo que iba a hacer no solo le afectaría a él, sino a todos los que se habían visto atrapados en este ciclo de conflicto y odio. Una vez llegué al propio centro de la boca, me senté.
-Oh gran Norfeo el Magno, he aquí su sacrificio. Un humilde siervo purificado por sus aguas, entrego todo lo que tengo y todo lo que soy a su gran obra. Y si he de morir por sus designios, que así sea.
La angustia, el conflicto y el deseo de venganza se desvanecieron en medio de la boca de la planta, esperando a que esta reaccionara, dejando una tranquilizadora sensación de plenitud y propósito. Allí, en la sacra quietud, supo que pase lo que pase para él, había tomado la decisión correcta. Había renegado de la violencia hasta ese momento, se había demostrado a sí mismo que podía escapar de lo que una vez fué, y de lo que en parte seguía siendo. Pero mientras tuviera fuerzas, mantendría a raya a ese monstruo.