Airgid Vanaidiam
Metalhead
22-08-2024, 04:15 PM
Su amiga sirenita aceptó su mano y la usó para ayudarse a levantarse. Ahora, de pie, se fijaba en que le sacaba bastante más altura que la que recordaba, como dos cabezas casi. Aunque decidió no darle mucha importancia, estaban pasando cosas tan extrañas que el hecho de que alguna de las dos hubiera cambiado su tamaño importaba bien poco. Asradi abogaba por la colaboración, por tratar de hacer las paces y buscar entre todos la solución a aquella locura. La rubia se colocó las metralletas en la espalda y cuando escuchó la pregunta de su amiga acerca de si estaba herida, sonrió alegremente y le guiñó un ojo. — Sana como una mansana. — Le respondió sin más.
Entonces el ladrón pelirrojo tras comprobar que dentro de la bolsa no había absolutamente nada, se acercó a ellas con la intención de unirse en su encrucijada por salir de aquel horrible lugar. Airgid se cruzó de brazos, escéptica ante su cambio de actitud. — Sígueno si quiere' pero que sepa' que no me fío de ti, randé. — Ella no había sido una ladrona como tal, ¿más bien una extorsionadora? Había una sutil diferencia. El caso es que no podía prohibirle a aquel chico que las acompañara, si quería hacerlo, estaba en su derecho, pero desde luego la rubia no confiaría en él tan fácilmente. El panda en el que anteriormente se había fijado también parecía decidido a unirse a ellos, dispuesto a colaborar con tal de que no le disparasen. La bromita provocó una risilla por parte de la rubia, aunque un poco avergonzada. Quizás había tenido el gatillo muy suelto, y eso no solo repercutía al tiburón y su amigo alado, si no a todos los presentes que ahora tenían una impresión de ella bastante más agresiva de lo que realmente era. Lo cual no era del todo malo, pues debido a la situación en la que se encontraban, quizás incluso prefería que le tuvieran un poco de miedo o respeto antes de que la infravalorasen o la tomasen por tonta. Blanco o negro, pues Airgid prefería el negro. — Trataré de guardá' munisión. — Dijo en tono de broma, intentando quedar dentro de una tonalidad más grisácea.
Por otro lado, a su espalda, Illyasbabel trataría de acercarse a su espalda, de atacarla. Un acto que la rubia sería incapaz de percibir por la situación en la que se encontraba, centrada en el grupito que se había formado. — ¿Cómo os llamái? Yo soy Airgid Vanaidiam. — Se presentó, pronunciando su nombre perfectamente. En caso de que se necesitaran los unos a los otros sería difícil llamarles si no conocía los nombres de los demás. El ataque estuvo a medio camino de alcanzarla, cuando un torrente de agua impactó contra el lunarian. Para cuando Airgid alzó la mirada y la dirigió al origen de los acontecimientos, la enorme cascada ya estaba terminando de formar un gran y aparentemente profundo lago que cambió por completo el lugar en el que se encontraban.
La joven fue incapaz de resistir la tentación de acercarse a aquel hermoso lago, recorriendo la distancia que le separaba de él con agilidad, libre de ráfagas de viento que la derribaran por el camino. Miró con asombro como unos enanitos amarillos descendían ante ella y clavaban un cartel en la orilla. Aunque resultaba complicado centrarse en nada más que no fueran aquellos bichitos amarillos. Eran tan... monos, ¡y raros! Airgid no había visto seres así nunca antes. El chico de las alas negras también había acudido al mismo sitio que ella, la rubia vio de reojo cómo guardaba las katanas. ¿Cuándo las había desenvainado? Arqueó una ceja. — En paz... jí, me parese bien. — "De momento, al menos", pensó para sus adentros, volviendo la atención hacia el profeta, que aprovechó el momento para seguir divulgando su idea del apocalipsis. Lo que le sorprendió es que el tiburón se uniera a ese pensamiento. Airgid pensó seriamente si era el impredecible viento la causa de aquella locura generalizada. El tío, con toda la confianza del mundo, tomó a uno de los enanitos amarillos y comenzó a zarandearlo como si fueran unas maracas. — ¡Oye, oye! — Gritó ella, un poco incómoda. Pobres bichitos. Entonces tomó a los otros dos que quedaban con un solo brazo, cargándolos como si fueran pequeños bebés. — Uhtede tranquilito' que yo no o' voy a hasé ná'. — Ahora era la nueva mamá, y así se lo hicieron saber los pequeños seres, que la abrazaron e incluso posaron sus manitas sobre su pecho izquierdo. No sabían na los minions.
El chico que había medio ligado con Asradi y con ella se encontraba tirado contra el suelo, arrollado por el viento, pero incluso desde ahí continuó con sus teorías. Según él, no tenía sentido que se tratara de un apocalipsis, pues él había "muerto" y una extraña fuerza le "revivió". Uf, todo era tan raro, tan filosófico. Preguntó por lo que ponía en el cartel, así que con los bichitos en brazos, Airgid se dispuso a leer en voz alta, aprovechando que podía moverse y que se encontraba frente a él. — Amo a vé', voy a leé, atensión. — Se aclaró la voz. — Su emine'sia el maje'tuoso e idíslico Norfeo er Magno, decreta que cua'quié ofrenda que se realise en su nombre será artamente recompensá, más su grasia no caerá sobre lo' soñadore' que no dediquen su' plegaria' ar Poeta Insomne. Este será er Dió ese der que hablái'. — Echó una risilla antes de seguir. — Er tormento caerá sobre lo' impuro', que e tornarán... anaco... anacoreta', ¿esa qué palabra e' cohone? En su camino de penitensia y vergüensa, trá' su caí'a del heróico camino que deambulan. — Guardó unos segundos de silencio, releyendo algunas partes. — Su grasia no caerá sobre lo' soñadore'... ¿Y si eso e' lo que somo'? ¿Soñadore'? ¿Y si ná de e'to e' real? — ¿Y si esa era la clave de todo? Que lo que estaban viviendo no era más que un sueño, uno increíblemente realista pero aún así sin verdaderas consecuencias, cómo la experiencia más allá de la muerte que había vivido el rubio.
Si eso fuera verdad, entonces no tenía por qué temerle a nada. — Yo voy a segui'le el juego. A vé' que no' tiene preparao' ese Norfeo. — Dijo sin más, acercándose al lago. — ¿Os hase un bañito, nene? — Le preguntó a sus adoptados hijos amarillos, aunque no esperaba respuesta alguna de ellos, no parecían saber hablar todavía siquiera. Y sin esperar a nadie, se lanzó de bomba a las profundidades del lago, arrastrando con ella a los bichitos. Salió a la superficie, completamente mojada y con una sonrisa. — ¡Ta buenísima! — Gritó refiriéndose al agua. Los dos minions se aferraron a ella desesperadamente, Airgid acababa de comprobar que no sabían nadar, así que les ayudó a que se no ahogaran ofreciendo su espalda como lugar donde escalar. No sabía cómo podría Norfeo interpretar eso, se suponía que tenían que ofrecer algo y ella se había tirado con todo lo que tenía, incluso sus armas que seguían colgando de sus hombros. Pero no temía a nada, su cara así lo reflejaba.