¿Sabías que…?
... existe una tribu Lunarian en una isla del East Blue.
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[C-Pasado] Bestias en el mar, bestias en la selva
Octojin
El terror blanco
La estancia en las profundidades de la selva de la isla Motobami podría definirse como entretenida, cuanto menos. El escualo avanzaba con cautela, quizá su imponente figura de gyojin, que apenas podía ser ocultada entre la espesura del follaje tropical, se veía desde fuera como una posible amenaza y eso hacía que ciertos animales se lo pensaran dos veces antes de enseñar los dientes. Desde que había llegado a la isla se había dado cuenta de que aquello era un enigma, un pulmón verde en medio del océano, dominado por un monte rocoso en su centro y una densa selva que lo cubría todo, excepto la cumbre.

A medida que el sol comenzaba a ponerse, los sonidos de la selva se intensificaban. Insectos zumbando, aves llamando y el distante rugido de lo que Octojin solo podía imaginar eran bestias mayores, ocultas en la oscuridad del crepúsculo. No estaba solo en este lugar; la presencia de criaturas desconocidas y posiblemente peligrosas lo mantenía alerta a cada momento.

Lo cierto es que apenas había podido dormir. Había estado alerta todo el tiempo, pudiendo dar ligeras cabezadas de quince minutos cuando sentía que no había peligro. Pero lo cierto es que la noche alberga horrores. O eso dicen determinados libros de ficción. Sea como fuere, el gyojin estiró sus brazos y se levantó. Metió la mano entre la bolsa donde había recolectado algunos frutos y empezó a comerselos. Cuando quiso darse cuenta, ya no le quedaban. Quizá hubiera sido más inteligente cazar algo, pero de cualquier forma, era momento de ponerse manos a la obra. Debía explorar la zona, en busca de comida y, a ser posible, de habitantes.

El escualo era de naturaleza curioso. De eso no cabía duda. Y aquel lugar tenía muchas preguntas en el aire que se escapaban del escaso conocimiento que el habitante del mar tenía de la superficie. ¿Como podía en una sola isla haber tal diversidad de fauna y flora? Aquello formaba un perfecto ecosistema que sin duda, merecía la pena explorar.

A lo lejos, observó dos enormes bestias emergiendo de entre los árboles en un claro iluminado por la primera luz del día. Eran criaturas majestuosas y terroríficas, como sacadas de un sueño febril. Una parecía una mezcla entre un jaguar y un reptil con escamas relucientes que reflejaban los rayos moribundos del sol, mientras que la otra tenía el aspecto de un rinoceronte con plumas, sus cuernos decorados con lo que parecían ser joyas naturales. Ambas bestias se enfrentaban, emitiendo sonidos guturales y amenazantes mientras se medían mutuamente, preparándose para la batalla.

La lucha comenzó con un choque ensordecedor, como el trueno que precede a una tormenta. Los golpes eran brutales, y la tierra temblaba bajo el peso de los combatientes. Octojin, fascinado y horrorizado a la vez, no podía apartar la mirada. La pelea parecía una danza mortal, una lucha por la supremacía y el derecho a dominar aquel pedazo de la isla.

Mientras observaba, Octojin inevitablemente fue avanzando hacia la zona. Como si la lucha fuese un encantamiento para él, se acercó más y más hasta que llegó a estar a veinte metros de la pelea. Aquellas bestias, pese a darse cuenta de la presencia del gyojin, siguieron luchando ferozmente. 

Entonces, en un nuevo choque entre las dos bestias, la que era una mezcla entre el jaguar y un reptil salió despedida hacia la zona del gyojin, contra el que chocó brutalmente. Con una agilidad que pilló totalmente desprevenido al tiburón, le dio un zarpazo que provocó unas heridas en el pecho del gyojin, que posteriormente recibió otro golpe que lo lanzó varios metros hacia el oeste de la isla. Por el camino fue arrasando con todos los troncos que se pusieron en su camino, cayendo cerca de una hoguera apagada que parecía haber sido puesta ahí hacía poco tiempo.

Con el crepúsculo cediendo paso a una luz más intensa, Octojin se levantó con cierta dificultad. Tenía parte del cuerpo entumecido por los golpes, pero sin duda lo que más le dolía era el zarpazo que aquella bestia le había dado. Además, la sangre empezó a caer por su pecho con un color que era una mezcla entre rojizo y verdoso. Bastante desagradable, la verdad.

El amanecer en la isla Motobami era un coro de sonidos desconocidos y a menudo alarmantes. Los gritos de las bestias aún resonaban en la distancia, mezclándose con el crujido de las ramas y el susurro de las hojas. Sentado junto a la hoguera, Octojin reflexionó sobre que hacer en esa situación. A pesar de la belleza indómita de la isla y la fascinación que sentía por sus misterios, no podía olvidar los peligros que acechaban en cada sombra. La herida era un signo de ello.

El sol, alta y brillante, bañaba la isla con una luz incesante, transformando el paisaje en un escenario de ensueño. El tiburón, aunque cansado, se sentía vivo, su corazón latía al ritmo de la isla salvaje. Sabía que el día traería más descubrimientos y, con suerte, mas aventuras. 

Por un momento, con la calma inicial del día, el gyojin se permitió un momento de tranquilidad en el caos de la isla Motobami, un breve respiro antes de enfrentar lo que viniera con el nuevo día.

Sin embargo, eso que estaba por llegar tuvo más prisa de la que el habitante del mar quiso. Y enseguida empezó a sentirse sumamente caliente. La herida del pecho empezó a arderle mucho más, incrementando su dolor a unos umbrales que empezaron a despertar una preocupación grande en el gyojin. Si no hacía algo pronto, era muy probable que se desmayase allí mismo.
#3
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RE: [C-Pasado] Bestias en el mar, bestias en la selva - por Octojin - 22-08-2024, 11:13 PM

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