Atlas
Nowhere | Fénix
23-08-2024, 02:07 AM
El golpe en la espalda me pilló justo cuando le daba un trago a la bebida. Tal y como había bajado comenzó a subir de nuevo, acompañada de una pesada y sonora tos que dejó la barra frente a mí completamente salpicada. ¿Quién demonios había sido? La sorpresa debió poder interpretarse a la perfección en mi rostro cuando, girándome, me topé de frente con las facciones de Masao. ¿Qué demonios hacía allí?
—Pues si te digo la verdad es la primera vez que estoy en uno —respondí, calmado, al tiempo que por fin la tos se iba deteniendo poco a poco. Cuando me hube asegurado de que no corría peligro, di un nuevo sorbo que, esta vez sí, pude tragar sin ningún problema—. ¿Y tú qué haces por aquí? ¿Te has enterado de que hoy tenían este espectáculo y has decidido venir a verlo? Como el sargento Shawn se entere de que te has escapado en horas de servicio te espera una buena, te lo digo yo... Pero yo creo que hoy me he librado por primera vez. No le he visto en todo el día y no tiene pinta de que vaya a aparecer a la hora que es.
Conforme iba pronunciando las palabras, cierta sensación de placer nacía en la boca de mi estómago y subía hacia mi garganta. Resultaba curioso cómo un logro —si es que eso podía llamarse así— tan nimio y estúpido podía dar semejante satisfacción. Tanto fue así que decidí apurar lo que me quedaba de bebida de un trago para, acto seguido, dirigirme de nuevo a Gsu.
—Ponme uno como el de él, por favor —pedí, señalando a Masao para que el camarero supiera qué tenía que ofrecerme.
Coincidiendo con ese momento, el grupo decidió realizar una nueva pausa en la que, esa vez sí, todos los integrantes del grupo bajaron del escenario y se dirigieron unos minutos a la barra. Tree Anna se situó en el extremo opuesto a nosotros, seguida de los guitarristas y, en la posición más cercana a nosotros pero dándonos la espalda, los palmeros. El rojo de sus manos llamaba la atención cada vez que las alzaban para gesticular o llamar la atención de Gsu para pedir una consumición.
Resultaba fascinante cómo, de manera natural y casi inconsciente, eran capaces de combinarse a la perfección y jugar con el compás para colorear el timbre de la guitarra y la potencia de la voz de la mujer. No era de extrañar que, tal y como me habían explicado, un sinfín de personas de todos los lugares del mundo hubieran caído enamoradas de aquello, que no dejaba de ser arte verdadero en estado puro.
—Tú conoces este tipo de música desde antes, ¿no, Masao? ¿Sabes cantar, tocar o algo? —pregunté con interés genuino, ya que, sin tener ni idea de cómo hacer ninguna de las tres cosas, durante la actuación había sentido el impulso irrefrenable de acompañar a los artistas con unas torpes palmas.
—Pues si te digo la verdad es la primera vez que estoy en uno —respondí, calmado, al tiempo que por fin la tos se iba deteniendo poco a poco. Cuando me hube asegurado de que no corría peligro, di un nuevo sorbo que, esta vez sí, pude tragar sin ningún problema—. ¿Y tú qué haces por aquí? ¿Te has enterado de que hoy tenían este espectáculo y has decidido venir a verlo? Como el sargento Shawn se entere de que te has escapado en horas de servicio te espera una buena, te lo digo yo... Pero yo creo que hoy me he librado por primera vez. No le he visto en todo el día y no tiene pinta de que vaya a aparecer a la hora que es.
Conforme iba pronunciando las palabras, cierta sensación de placer nacía en la boca de mi estómago y subía hacia mi garganta. Resultaba curioso cómo un logro —si es que eso podía llamarse así— tan nimio y estúpido podía dar semejante satisfacción. Tanto fue así que decidí apurar lo que me quedaba de bebida de un trago para, acto seguido, dirigirme de nuevo a Gsu.
—Ponme uno como el de él, por favor —pedí, señalando a Masao para que el camarero supiera qué tenía que ofrecerme.
Coincidiendo con ese momento, el grupo decidió realizar una nueva pausa en la que, esa vez sí, todos los integrantes del grupo bajaron del escenario y se dirigieron unos minutos a la barra. Tree Anna se situó en el extremo opuesto a nosotros, seguida de los guitarristas y, en la posición más cercana a nosotros pero dándonos la espalda, los palmeros. El rojo de sus manos llamaba la atención cada vez que las alzaban para gesticular o llamar la atención de Gsu para pedir una consumición.
Resultaba fascinante cómo, de manera natural y casi inconsciente, eran capaces de combinarse a la perfección y jugar con el compás para colorear el timbre de la guitarra y la potencia de la voz de la mujer. No era de extrañar que, tal y como me habían explicado, un sinfín de personas de todos los lugares del mundo hubieran caído enamoradas de aquello, que no dejaba de ser arte verdadero en estado puro.
—Tú conoces este tipo de música desde antes, ¿no, Masao? ¿Sabes cantar, tocar o algo? —pregunté con interés genuino, ya que, sin tener ni idea de cómo hacer ninguna de las tres cosas, durante la actuación había sentido el impulso irrefrenable de acompañar a los artistas con unas torpes palmas.