Hay rumores sobre…
... que existe una isla del East Blue donde una tribu rinde culto a un volcán.
Tema cerrado 
[C-Presente] Érase una vez un tiburón y un fénix…
Octojin
El terror blanco
La conversación con Atlas había dejado a Octojin sumido en un mar de pensamientos, mucho más profundos y turbulentos que las aguas en las que habitualmente nadaba. Su expresión, habitualmente severa y cerrada, ahora mostraba un destello de sorpresa y reflexión ante las palabras del marine. No era frecuente que se encontrara con humanos que mostraran tal grado de introspección y sinceridad, especialmente un marine, quienes a menudo parecían envueltos en un aura de rigidez y autoridad. Y mucho menos que se diese ese suceso en una conversación directa.

Los humanos durante mucho tiempo habían sido poco más que seres racistas para el tiburón. Pero no fue hasta que se lanzó a vivir sus propias aventuras cuando se dió cuenta de que el mundo era tan vasto como lo eran las personalidades de los humanos. Había encontrado de todo a su paso, por lo que entendió que si bien no podía generalizar con afirmaciones de tal índole, tampoco podía cerrarse en banda y dejar de conocer a seres que podrían aportarle tanto como parecía que estaba haciendo aquél pelirrubio.

—Es complicado, Atlas —comenzó Octojin, empleando su voz grave, que esta vez iba cargada con un matiz de sinceridad que rara vez mostraba. La brisa marina le acariciaba las escamas mientras contemplaba el horizonte donde el cielo se encontraba con el mar, un lugar que siempre le había parecido un perfecto reflejo de las fronteras entre mundos, culturas y creencias—. Lo que dices sobre la Marina... es algo que he pensado muchas veces. No solo en la Marina, sino en todas las instituciones que dicen buscar la justicia o el bien común.

Octojin se permitió una pausa, recogiendo sus pensamientos antes de continuar. Era inusual para él abrirse de esa manera, pero algo en la honestidad de Atlas lo impulsaba a compartir su propia visión del mundo, un mundo que había visto tanto desde las profundidades silenciosas del océano como desde sus tumultuosas superficies. Una mezcla de estilos de vida, sucesos, culturas y comportamientos que eran complicados de digerir en ocasiones. Y que poca gente conocía.

—A veces, me pregunto si realmente existe una verdadera justicia, o si solo es una idea que cambia según quien la maneje. En el mar, las reglas son claras, directas y a menudo crueles. Pero hay una honestidad en esa crueldad. La superficie, con todas sus complejidades y máscaras... a veces parece más peligrosa porque nunca sabes con certeza qué es real y qué es solo una fachada para ocultar otras intenciones. Aunque claro —reflexionó, llevándose la mano derecha a la barbilla mientras alzaba ligeramente la mirada—, puede que mi opinión esté bastante condicionada. Como la de todos, imagino.

Mientras cavilaba, Octojin miraba al mar, sus ojos reflejaban la infinita extensión de agua que tan bien conocía. Mientras eso ocurría, el marine, por su parte, se había acomodado en el borde del puerto, su figura relajada contrastaba con la tensión habitual de su profesión. El gyojin encontraba algo profundamente humano en ese gesto, una vulnerabilidad que rara vez se veía en aquellos que portaban un uniforme.

—Continuando con el tema de la marina... creo que, como en todas partes, hay quienes realmente creen en lo que hacen y buscan hacer lo correcto. Y luego están los otros, los que usan su poder para imponer su propia visión del orden, sin importar el costo. Es un reflejo de la sociedad, supongo —continuó Octojin, con un tono un poco más sombrío—. Apreciaría encontrar más marines como tú, que se preguntan si lo que hacen es realmente lo correcto y buscan entender el mundo más allá de las órdenes y las batallas.

Y es que aquél tema daba para escribir un libro. El escualo no quería ser pesado, pero había tenido infinidad de experiencias, mayormente negativas, con marines de feroz temperamento que se habían creído portar la verdad absoluta. Lo cierto es que, como había dicho anteriormente, cualquier institución gubernamental y una raza maltratada históricamente, no era una mezcla muy amigable, que digamos. El viento llevó consigo el sonido suave de las olas chocando contra los pilares del muelle, un recordatorio constante del vasto y a menudo incomprensible mundo que ambos habitaban. Octojin se volvió ligeramente hacia Atlas, en un gesto de camaradería que rara vez ofrecía.

—Tienes una mente abierta, Atlas. Eso es raro y valioso. En estos tiempos, donde tantos buscan solo el poder o el control, tu búsqueda de comprensión es un faro de esperanza. Quizás, solo quizás, si más personas pensaran como tú, podríamos encontrar una manera de cruzar las barreras que nos separan, en el mar y en la tierra.

Mientras el crepúsculo comenzaba a envolver la ciudad de Loguetown, Octojin sentía un atisbo de esperanza, mezclado con la pesada realidad de los desafíos que enfrentaban. No era común para él sentir tal conexión con un humano, especialmente uno del mundo de la superficie. Pero en ese momento, sentado junto a Atlas en la frontera entre sus mundos, no podía negar la extraña pero profunda conexión que las sinceras palabras del marine habían forjado entre ellos.

El escualo aguantó un momento en silencio. Después de todo, pensó que quizá era lo que buscaba Atlas, a juzgar por su postura. Se tocó su escamoso pecho, lleno de heridas y cortes de la última batalla vivida, casualmente junto a otro marine, Camille. Y allí es donde empezó una reflexión aún más interna. La casualidad había querido que en aquella isla, hubiese tenido dos de las mejores experiencias con marines de su vida. ¿Era una casualidad, o el destino le estaba poniendo allí a aquellos dos seres por algo? En cualquier caso, el gyojin esperaba que solo fueran las primeras experiencias de muchas más con un resultado igual o aún mejor. Finalmente, y cuando el habitante del mar quiso ponerle fin a sus pensamientos, se levantó y, acto seguido, estiró sus brazos, escuchando un ligero crujido fruto del estiramiento.

—Hay algo con lo que llevo meses sufriendo, Atlas —comentó a la par que se acercaba a la posición del humano, sentándose cerca suya y dejando los pies caer igual que él, solo que el tiburón no se tumbó hacia atrás—. Como bien sabes, la institución a la que perteneces y mi raza, no son muy amigas. Bueno, ni esa ni cualquiera gubernamental, a decir verdad. La cosa es... —el tiburón no sabía cómo pronunciar aquellas palabras, y es que era muy diferente pensar algo a decirlo en alto, y en aquella ocasión, decirlo costaba más de lo que pensaba— Que estoy meditando algo —finalizó, sin atreverse a contarlo—.  Y ese algo puede poner fin a la relación con los míos. Y ni siquiera sé si es una buena idea. Es solo que... No es fácil cambiar la visión de la gente, ¿sabes? Y cuando te lanzas al mar lleno de buenas intenciones y solo percibes injusticias... No sabes qué hacer —finalizó, apretando el puño con fuerza fruto de la rabia—. Perdona, no sé por qué te cuento esto.

El gyojin se sonrojó ligeramente. Hacía tanto que no cogía confianza con alguien, que se abrió con el humano de una manera que quizá no tocaba. Aquello dio pie a una sensación de incomodidad muy grande por parte del tiburón, que cada segundo en silencio lo vivió con sensación de angustia. ¿Quién le mandaba a abrirse de aquella manera?
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RE: [C-Presente] Érase una vez un tiburón y un fénix… - por Octojin - 23-08-2024, 05:17 PM

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