Anmitsu Uguisu
Mitsu- Silencio Nocturno
27-07-2024, 01:06 AM
(Última modificación: 27-07-2024, 01:08 AM por Anmitsu Uguisu.)
30 de Primavera (Hace un año)
Mitsu se encontraba en las idílicas islas Gecko, específicamente en la pequeña Isla Manantial, un refugio de lujo donde la naturaleza parecía entrelazar su esencia con la del alma humana. Era un lugar donde el tiempo se detenía, como si los caprichos del mundo exterior no tuvieran cabida entre esas palmeras altivas que se mecían delicadamente al ritmo de la brisa marina. El aire estaba impregnado del aroma dulce de las flores exóticas que florecían sin temor, entrelazándose con la densa vegetación que crecía a su alrededor, como si cada hoja y cada pétalo quisieran contarle a Mitsu su propia historia de vida.
Frente a ella, el océano se extendía como un lienzo interminable, pintado con tonos que danzaban entre azules profundos y verdes esmeralda, un espectáculo que despierta la admiración de cualquiera. Las olas rompían suavemente contra la orilla, un sonido rítmico que parecía murmurar secretos ancestrales cada vez que se retiraban, dejando tras de sí un suave abrazo de espuma blanca y cristales de sal. Mitsu sintió que cada una de esas olas traía consigo ecos de su pasado, recuerdos de días soleados en los que navegaba junto a su madre, cuando el cielo se desperezaba en un azul radiante y la brisa traía consigo risas que ahora parecían lejanas, como susurros de un tiempo que ya no volvería.
Sentada en una hamaca, envuelta en el abrazo suave de la tela que la mecía con delicadeza, la brisa la acariciaba con ternura. Cada inhalación la llenaba de la fragancia marina y floral que la rodeaba, pero también de un profundo anhelo que se asentaba en su pecho, un peso ligero que, a veces, se tornaba denso. Habían pasado ya un par de años desde que su madre partió de este mundo, dejándola con el eco de sus enseñanzas y el legado de su amor. Aunque el dolor se había dulcificado con el tiempo, había un secreto anidado en su corazón, un vínculo de sangre con Anko que resonaba en cada latido. Sin embargo, ese día, rodeada de la tranquilidad desbordante de la Isla Manantial, Mitsu solo anhelaba uno de esos momentos de desconexión y paz que el lugar prometía.
El sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo con matices de naranja y púrpura, un espectáculo que parecía pintado por un artista celestial. Mitsu se sumergió en el paisaje, dejando que el momento la envolviera. Cerró los ojos y se dejó llevar, permitiendo que el sonido del océano y el susurro del viento le devolvieran algo de la calma que había buscado tanto tiempo. En ese instante, fue como si las memorias de su madre se entrelazaran con el murmullo de las olas, regalándole fragmentos de sabiduría, instantes de risa y momentos de ternura que iluminaban la neblina de su tristeza.
Después de un rato, Mitsu decidió caminar por la playa, sintiendo la arena tibia entre sus dedos descalzos. Cada paso la acercaba más a la serenidad que tanto necesitaba. Se detuvo frente al océano, dejando que las pequeñas olas acariciasen sus pies, sintiendo cómo el frío del agua contrastaba con el calor del sol que acariciaba su piel. En ese instante, sus pensamientos se volvían más claros, libres de la carga del pasado. - Quizás este sea el lugar donde puedo honrar su memoria, donde las enseñanzas de mi madre resuenan con cada ola- pensó mientras sonreía, como si finalmente encontrara la forma de mantener viva esa conexión.