Asradi
Völva
23-08-2024, 06:01 PM
La noche había sido relativamente tranquila. O todo lo tranquila que puede ser en una espesa jungla como esa. Asradi apenas había pegado ojo, aunque al menos había descansado tres o cuatro horas. Pero el constante sonido de los animales de la selva, así como varias peleas que, esperaba, fuesen bastante lejos, la habían mantenido alerta durante la mayor parte de la madrugada. Sucedía lo mismo en el mar, había depredadores. Pero se encontraba más a gusto en el océano, porque ahí sí sabía que lugares buscar para guarecerse de forma tranquila.
En la superficie era otro cantar.
La hoguera había crepitado la mayor parte de la noche, manteniendo parcialmente a raya a ciertas criaturas. También había elegido una zona que no fuese un camino de paso o un sendero hacia abrevaderos o posibles zonas de caza. Para cuando el alba llegó, la sirena ya se había despertado. Había apagado los restos de la hoguera y había recogido algunas cosas que necesitaría para hacer una excursión más por la zona. El día anterior había peinado una ruta en concreto, pero no había encontrado nada sobre la planta que estaba buscando. Esta vez seguiría otra dirección, a ver si tenía más suerte.
Tenía que moverse con rapidez y eso era lo más complicado para ella en tierra. Porque estaba a merced de cualquier predador salvaje que le ganase en velocidad, algo que no era nada complicado viendo cómo se movía. No era torpe, pero no tenía la agilidad que tenía en el mar. Se detuvo en un momento dado cuando escuchó el sonido de alguna posible pelea lejana. O quizás no tan lejana, porque sonaba demasiado fuerte. Asradi apretó ligeramente la mandíbula y aceleró “el paso”, saliendo del camino que estaba siguiendo hasta ahora. Cuánto más se alejase de allí, mejor para ella. Continuó en dirección norte, pero también buscando no alejarse demasiado de la zona donde había montado aquel campamento improvisado. Llevaba su mochila y, con ello, lo que necesitaba para algún posible imprevisto.
Tras varias horas de búsqueda, y ya casi cuando estaba a punto de rendirse, la vió.
Allí, cerca del lecho de un río, iluminada por los tímidos rayos solares que se colaban por el follaje, estaba la planta que tanto había buscado. Una sonrisa se dibujó en los labios de Asradi. ¡Por fin! Se aproximó y sacó un cuchillo que guardaba en su mochila, usándolo para recolectar una buena cantidad de hierbas. Al menos no era urticante al tacto, y eso era ya un punto a favor. Una vez estuvo satisfecha, y con las hojas a buen recaudo en su mochila, decidió que era momento de regresar. Con su botín, ahora solo tenía que volver al campamento. Ya no tenía nada más que hacer en esa isla por lo que podía volver al mar una vez recogiese las pocas cosas que había dejado allí.
Lo que no se esperaba, cuando llegó una hora después fue encontrarse que no estaba sola.
— . . . — Los ojos de Asradi se fijaron, primeramente, en el destrozo. Ella no había dejado ese lugar así, podía jurarlo. Su cola de sirena se tensó, en una clara señal de inseguridad y guardia al mismo tiempo. Notó la tensión también en la mandíbula y sus ojos azules se oscurecieron durante unos instantes.
¿Algún animal salvaje? Tanteó con la mano de nuevo hacia su mochila, en busca del cuchillo que había estado usando antes. Aunque tenía una buena dentadura para defenderse. Pero no, no era un animal salvaje lo que ahí se encontraba, ahora, sentado en la hoguera.
Eso era... ¿un gyojin? Aún así, se mostró cautelosa. Era uno de los suyos, sí, pero no le conocía y no sabía qué intenciones tendría al respecto. Le contempló a una distancia cautelar, de arriba a abajo. Pero cuando llegó a la zona de su pecho, su ceño se frunció. Ese zarpazo era considerable. Todavía sangraba, pero no era eso lo que le preocupaba.
— ¿Estás bien? — Era obvio que no, pero no iba a arriesgarse de buenas a primeras. — ¿Necesitas ayuda?
En la superficie era otro cantar.
La hoguera había crepitado la mayor parte de la noche, manteniendo parcialmente a raya a ciertas criaturas. También había elegido una zona que no fuese un camino de paso o un sendero hacia abrevaderos o posibles zonas de caza. Para cuando el alba llegó, la sirena ya se había despertado. Había apagado los restos de la hoguera y había recogido algunas cosas que necesitaría para hacer una excursión más por la zona. El día anterior había peinado una ruta en concreto, pero no había encontrado nada sobre la planta que estaba buscando. Esta vez seguiría otra dirección, a ver si tenía más suerte.
Tenía que moverse con rapidez y eso era lo más complicado para ella en tierra. Porque estaba a merced de cualquier predador salvaje que le ganase en velocidad, algo que no era nada complicado viendo cómo se movía. No era torpe, pero no tenía la agilidad que tenía en el mar. Se detuvo en un momento dado cuando escuchó el sonido de alguna posible pelea lejana. O quizás no tan lejana, porque sonaba demasiado fuerte. Asradi apretó ligeramente la mandíbula y aceleró “el paso”, saliendo del camino que estaba siguiendo hasta ahora. Cuánto más se alejase de allí, mejor para ella. Continuó en dirección norte, pero también buscando no alejarse demasiado de la zona donde había montado aquel campamento improvisado. Llevaba su mochila y, con ello, lo que necesitaba para algún posible imprevisto.
Tras varias horas de búsqueda, y ya casi cuando estaba a punto de rendirse, la vió.
Allí, cerca del lecho de un río, iluminada por los tímidos rayos solares que se colaban por el follaje, estaba la planta que tanto había buscado. Una sonrisa se dibujó en los labios de Asradi. ¡Por fin! Se aproximó y sacó un cuchillo que guardaba en su mochila, usándolo para recolectar una buena cantidad de hierbas. Al menos no era urticante al tacto, y eso era ya un punto a favor. Una vez estuvo satisfecha, y con las hojas a buen recaudo en su mochila, decidió que era momento de regresar. Con su botín, ahora solo tenía que volver al campamento. Ya no tenía nada más que hacer en esa isla por lo que podía volver al mar una vez recogiese las pocas cosas que había dejado allí.
Lo que no se esperaba, cuando llegó una hora después fue encontrarse que no estaba sola.
— . . . — Los ojos de Asradi se fijaron, primeramente, en el destrozo. Ella no había dejado ese lugar así, podía jurarlo. Su cola de sirena se tensó, en una clara señal de inseguridad y guardia al mismo tiempo. Notó la tensión también en la mandíbula y sus ojos azules se oscurecieron durante unos instantes.
¿Algún animal salvaje? Tanteó con la mano de nuevo hacia su mochila, en busca del cuchillo que había estado usando antes. Aunque tenía una buena dentadura para defenderse. Pero no, no era un animal salvaje lo que ahí se encontraba, ahora, sentado en la hoguera.
Eso era... ¿un gyojin? Aún así, se mostró cautelosa. Era uno de los suyos, sí, pero no le conocía y no sabía qué intenciones tendría al respecto. Le contempló a una distancia cautelar, de arriba a abajo. Pero cuando llegó a la zona de su pecho, su ceño se frunció. Ese zarpazo era considerable. Todavía sangraba, pero no era eso lo que le preocupaba.
— ¿Estás bien? — Era obvio que no, pero no iba a arriesgarse de buenas a primeras. — ¿Necesitas ayuda?