Un silencio aterrador se cernía sobre la ciénaga, cortado solo por el susurro del viento entre las setas gigantes que me rodeaban. La gigantesca boca de una Venus atrapamoscas de 42 metros empezaba a cerrarse y con eso mi sacrificio estaría completo. Pero de la nada, una explosión surgió.
La realidad que conocía comenzó a desvanecerse, como si la ciénaga misma hubiera desaparecido. Al instante, la oscuridad rodeó mi ser, y el mundo a mi alrededor se convirtió en un torbellino de sombras. ¿Era esto lo que se sentía al morir? No sentí dolor, solo una paz inquietante, como si hubiera dejado atrás mis temores y dudas. En medio de ese torbellino, unas palabras que después olvidaría al renacer dijeron:
Con un retumbante estallido que sacudió la tierra, me vi trasladado de un lugar a otro, como si una fuerza desconocida hubiera decidido que aún no había llegado mi hora. Con la vista borrosa y la cabeza dándome vueltas, al fin fui consciente de un nuevo lugar. Abrí los ojos y me encontré tendido en el suelo, rodeado de la majestuosidad de una montaña.
La cordillera se alzaba a mi alrededor, sus cumbres puntiagudas y afiladas parecían desafiar al cielo, como si quisieran tocar las nubes. El aire era más fresco aquí, y una brisa suave llevaba consigo un murmullo extraño. Miré a mi alrededor, intentando orientarme, y la belleza cruda de las laderas montañosas me dejó sin aliento. Ruinas de templos antiguos asomaban entre la vegetación densa muy lejos de mí, sus piedras desgastadas narrando historias de tiempos pasados, de héroes olvidados y traiciones.
Un rayo de sol rompió las nubes y cayó sobre mí, iluminando el sendero serpenteante que se extendía ante mis pies. Sin embargo, antes de pensar en seguir adelante, recordé los acontecimientos previos. ¿Cómo había llegado aquí? El sacrificio. La Venus atrapamoscas. Todo empezó a cobrar sentido, y una nueva sensación de inquietud se apoderó de mí.
Decidí avanzar y mientras me levantaba con ambos brazos. ¿Ambos brazos?. Observé mi cuerpo, parecía más alto, más fuerte y volvía a recuperar mi brazo y mi ojo perdido. -El sacrificio, ¡he sido bendecido por Norfeo! - dije para mi mísmo. Clavé una rodilla en el suelo y mirando a los cielos dije en alto - Oh Norfeo el Magno, muchas gracias por bendecir a tu humilde siervo, llevaré tu voluntad a cada prueba que me sometas -
Me levanté y continué por el sendero, mientras lo hacía, mis pasos me llevaron hacia un río que serpenteaba a la sombra de la montaña. El sonido del agua fluyendo era reconfortante, pero mi corazón se detuvo en seco cuando me arranqué la idea de acercarme a su orilla. Necesitaba ver mi reflejo; algo dentro de mí decía que debía hacerlo.
Al inclinarme sobre la superficie del agua, el reflejo que se presentó ante mí me dejó helado. La cara que se reflejaba no era la mía. Mi piel había adquirido un tono más moreno, mis ojos eran dos pozos oscuros y vacíos, y el cabello que solía ser tan rebelde ahora caía en mechones lizos y desordenados. Allí, en ese río, me enfrenté a la aterradora realidad: me había transformado en mi peor enemigo, una versión joven de Salazar Stone. El coloso que había atormentado mis días, me miraba con una sonrisa burlona que parecía desafiarme. Mis músculos se habían vuelto más fuertes, y mi figura no era más que una versión retorcida de lo que había sido. Sentí un escalofrío recorrerme al reconocer la fuerza que emanaba de mí, una fuerza que nunca había poseído. La rabia, el odio, la venganza, todo lo que había sido Salazar en su juventud ahora se aferraba a mí como un manto oscuro.
-No...-, murmuré, la voz de Salazar resonando en mis pensamientos. -No puedo ser él. Esto no es real- . Pero la imagen no se desvanecía. Era un recordatorio constante de lo que había sido, de lo que había perdido, y de lo que estaba a punto de enfrentar.
Una oleada de confusión me llenó. El sacrificio no había servido solo para liberarme; me había condenado a cargar con el legado de mi enemigo. Las montañas vigilaban mi tormento, y el río susurraba verdades que no quería aceptar. Me levanté, la fuerza de mi nuevo cuerpo resonando en cada paso que daba.
-No caigas en pánico Kael, esto tiene que pasar por algo. He sido bendecido, no castigado. Me parezco a él, pero también soy mucho más poderoso. Es... es una prueba más -concluí- Eso es, sacrifiqué todo lo que tenía al abismo, y el abismo me devolvió la mirada. No solo tenía que librarme de lo material, también tenía que liberarme de lo emocional. Tenía que sacrificar mi cordura y demostrarle que sigo siendo digno a Norfeo en todos los aspectos.
Con escepticismo y un renovado sentido de propósito, seguí el curso del río que descendía por la montaña. Volví a liberar mi charco de barro a mis pies, un charcho de 4 metros de radio que me sigue siendo yo su eje aunque mis pies parezcan físicos.
Ante mí se presentaban nuevos desafíos y antiguos enemigos a los que enfrentar del modo en que mejor pudiera: recordando la victoria en mis derrotas. Las ruinas en las laderas prometían secretos, y cada paso que daba resonaba con una determinación que nunca había tenido antes.
Siguiendo el río hasta el corazón del mapa encontré una extraña pareja, una medusa medio ahogándose en el río y un joven un poco más allá en los árboles.
-Nuevas pruebas, nuevos sacrificios. -Dije llevándome la mano a la espada
La realidad que conocía comenzó a desvanecerse, como si la ciénaga misma hubiera desaparecido. Al instante, la oscuridad rodeó mi ser, y el mundo a mi alrededor se convirtió en un torbellino de sombras. ¿Era esto lo que se sentía al morir? No sentí dolor, solo una paz inquietante, como si hubiera dejado atrás mis temores y dudas. En medio de ese torbellino, unas palabras que después olvidaría al renacer dijeron:
Cita:— Qué interesante... tomar la forma de aquello que odias — susurró Norfeo —. Entonces, lleva contigo mi bendición, pero con ella, también una espada que atraviese toda defensa. Que tu enemigo se desvanezca ante ti como la niebla ante el sol.—
Con un retumbante estallido que sacudió la tierra, me vi trasladado de un lugar a otro, como si una fuerza desconocida hubiera decidido que aún no había llegado mi hora. Con la vista borrosa y la cabeza dándome vueltas, al fin fui consciente de un nuevo lugar. Abrí los ojos y me encontré tendido en el suelo, rodeado de la majestuosidad de una montaña.
La cordillera se alzaba a mi alrededor, sus cumbres puntiagudas y afiladas parecían desafiar al cielo, como si quisieran tocar las nubes. El aire era más fresco aquí, y una brisa suave llevaba consigo un murmullo extraño. Miré a mi alrededor, intentando orientarme, y la belleza cruda de las laderas montañosas me dejó sin aliento. Ruinas de templos antiguos asomaban entre la vegetación densa muy lejos de mí, sus piedras desgastadas narrando historias de tiempos pasados, de héroes olvidados y traiciones.
Un rayo de sol rompió las nubes y cayó sobre mí, iluminando el sendero serpenteante que se extendía ante mis pies. Sin embargo, antes de pensar en seguir adelante, recordé los acontecimientos previos. ¿Cómo había llegado aquí? El sacrificio. La Venus atrapamoscas. Todo empezó a cobrar sentido, y una nueva sensación de inquietud se apoderó de mí.
Decidí avanzar y mientras me levantaba con ambos brazos. ¿Ambos brazos?. Observé mi cuerpo, parecía más alto, más fuerte y volvía a recuperar mi brazo y mi ojo perdido. -El sacrificio, ¡he sido bendecido por Norfeo! - dije para mi mísmo. Clavé una rodilla en el suelo y mirando a los cielos dije en alto - Oh Norfeo el Magno, muchas gracias por bendecir a tu humilde siervo, llevaré tu voluntad a cada prueba que me sometas -
Me levanté y continué por el sendero, mientras lo hacía, mis pasos me llevaron hacia un río que serpenteaba a la sombra de la montaña. El sonido del agua fluyendo era reconfortante, pero mi corazón se detuvo en seco cuando me arranqué la idea de acercarme a su orilla. Necesitaba ver mi reflejo; algo dentro de mí decía que debía hacerlo.
Al inclinarme sobre la superficie del agua, el reflejo que se presentó ante mí me dejó helado. La cara que se reflejaba no era la mía. Mi piel había adquirido un tono más moreno, mis ojos eran dos pozos oscuros y vacíos, y el cabello que solía ser tan rebelde ahora caía en mechones lizos y desordenados. Allí, en ese río, me enfrenté a la aterradora realidad: me había transformado en mi peor enemigo, una versión joven de Salazar Stone. El coloso que había atormentado mis días, me miraba con una sonrisa burlona que parecía desafiarme. Mis músculos se habían vuelto más fuertes, y mi figura no era más que una versión retorcida de lo que había sido. Sentí un escalofrío recorrerme al reconocer la fuerza que emanaba de mí, una fuerza que nunca había poseído. La rabia, el odio, la venganza, todo lo que había sido Salazar en su juventud ahora se aferraba a mí como un manto oscuro.
-No...-, murmuré, la voz de Salazar resonando en mis pensamientos. -No puedo ser él. Esto no es real- . Pero la imagen no se desvanecía. Era un recordatorio constante de lo que había sido, de lo que había perdido, y de lo que estaba a punto de enfrentar.
Una oleada de confusión me llenó. El sacrificio no había servido solo para liberarme; me había condenado a cargar con el legado de mi enemigo. Las montañas vigilaban mi tormento, y el río susurraba verdades que no quería aceptar. Me levanté, la fuerza de mi nuevo cuerpo resonando en cada paso que daba.
-No caigas en pánico Kael, esto tiene que pasar por algo. He sido bendecido, no castigado. Me parezco a él, pero también soy mucho más poderoso. Es... es una prueba más -concluí- Eso es, sacrifiqué todo lo que tenía al abismo, y el abismo me devolvió la mirada. No solo tenía que librarme de lo material, también tenía que liberarme de lo emocional. Tenía que sacrificar mi cordura y demostrarle que sigo siendo digno a Norfeo en todos los aspectos.
Con escepticismo y un renovado sentido de propósito, seguí el curso del río que descendía por la montaña. Volví a liberar mi charco de barro a mis pies, un charcho de 4 metros de radio que me sigue siendo yo su eje aunque mis pies parezcan físicos.
Ante mí se presentaban nuevos desafíos y antiguos enemigos a los que enfrentar del modo en que mejor pudiera: recordando la victoria en mis derrotas. Las ruinas en las laderas prometían secretos, y cada paso que daba resonaba con una determinación que nunca había tenido antes.
Siguiendo el río hasta el corazón del mapa encontré una extraña pareja, una medusa medio ahogándose en el río y un joven un poco más allá en los árboles.
-Nuevas pruebas, nuevos sacrificios. -Dije llevándome la mano a la espada