Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
24-08-2024, 02:12 PM
(Última modificación: 24-08-2024, 02:13 PM por Gautama D. Lovecraft.)
La tensión que se mascaba en el ambiente podría haber sido par a comerse una de las piedras que abundaban por los alrededores, con el nudo en la garganta debatiéndome entre sí hice bien o mal, a pesar de que en lo más profundo de mí, tenía la certeza y la seguridad conmigo de que, pasara lo que pasara había hecho lo correcto para mí, pese a que podría acabar mortalmente ensartado por las flechas de los indígenas.
Me erguí tras la reverencia, y tras volver a la verticalidad, vi frente a mí que todos los nativos estaban apuntándome, salvo su líder. Menos mal que este, pareció detener la posible ejecución de sus inferiores y cortó la idea del grupo de atacarme, aunque puede que solo estuvieran preparados para recibir la orden, pero de una forma u otra, aún conservaba mi integridad. El caballo, pasaría de largo y bajaría por donde vino volviéndose con el grupo, al contrario que yo, que tras escuchar la presentación y el nombre del líder, asentí la cabeza, dándome paso de forma definitiva a que podía seguirles.
Una vez tuve su venia, y la invitación para poder acompañarle, me lancé tras ellos sin dudar. Ahora, tenía que afinar todos y cada uno de mis sentidos, relajarme, romper la guardia y aprender para interiorizar todas y cada una de sus costumbres. Noté en primera instancia la agilidad que mostraban para moverse por el terreno, estaba claro que estaban bastante curtidos en el paraje que era su hogar, y cada movimiento que veía de ellos entre las rocas, asentaba aún más la idea descabellada que hubiera sido atacarles allí mismo, de haber sido así, seguramente hubieran clavado nuestra cabeza en una pica como señal de alerta y espanto hacia invasores.
La bajada entre las rocas de la pequeña ladera de la meseta acabó por reencontrarnos con otro grupo de indígenas que yacían a los pies de esta. Había una verdadera brigada allí presente. Una vez me uní a ellos, comenzaron a atravesar la sabana corriendo a lo largo y ancho de esta, ahora comprendía porque hicieron caso omiso al caballo, pues se valían de ellos mismos para desplazarse por el paraje, además, de que hacerlo sobre el animal podría dificultar el acceso a algunos tramos.
Me interné en el grupo sabiendo el rol que adquiría entre ellos, aunque desconocía que podían tener guardado o reservado para mí. Había preconcebido, que su líder Hacket me había aceptado como un huésped eventual entre los suyos, los Naga. Adquiriría una conducta contemplativa y precavida en todo momento, mientras me encontrase entre ellos para que principalmente, no se mostrasen ofendidos ni el líder decepcionado conmigo.
- Gracias, Hacket -
Le dedicaría al líder durante el trayecto, recorriendo la brizna seca de la sábana sobre mis propias suelas. Pude divisar como las especies ni se inmutaban al pasar de los indígenas, aunque algunos levantaba su vista curiosa hacia el extraño que corría entre ellos. La zona se presentaba mucho más rica en recursos, se percibía mucho más silvestre que por donde íbamos con el carruaje, se notaba que la huella del hombre aún no había llegado. Me entusiasmaba la idea de conocerlos más en profundidad, de aprender todo lo que pudieran ofrecerme y me dejasen ver. Había abierto para mí una puerta que ni mucho menos esperaba a tocar, impensable en aquella ridícula y decadente misión de escolta, y me había llevado sin duda una recompensa mayor a cualquier cantidad de berrys o bienes, me había ganado el favor de un pueblo.
Me erguí tras la reverencia, y tras volver a la verticalidad, vi frente a mí que todos los nativos estaban apuntándome, salvo su líder. Menos mal que este, pareció detener la posible ejecución de sus inferiores y cortó la idea del grupo de atacarme, aunque puede que solo estuvieran preparados para recibir la orden, pero de una forma u otra, aún conservaba mi integridad. El caballo, pasaría de largo y bajaría por donde vino volviéndose con el grupo, al contrario que yo, que tras escuchar la presentación y el nombre del líder, asentí la cabeza, dándome paso de forma definitiva a que podía seguirles.
Una vez tuve su venia, y la invitación para poder acompañarle, me lancé tras ellos sin dudar. Ahora, tenía que afinar todos y cada uno de mis sentidos, relajarme, romper la guardia y aprender para interiorizar todas y cada una de sus costumbres. Noté en primera instancia la agilidad que mostraban para moverse por el terreno, estaba claro que estaban bastante curtidos en el paraje que era su hogar, y cada movimiento que veía de ellos entre las rocas, asentaba aún más la idea descabellada que hubiera sido atacarles allí mismo, de haber sido así, seguramente hubieran clavado nuestra cabeza en una pica como señal de alerta y espanto hacia invasores.
La bajada entre las rocas de la pequeña ladera de la meseta acabó por reencontrarnos con otro grupo de indígenas que yacían a los pies de esta. Había una verdadera brigada allí presente. Una vez me uní a ellos, comenzaron a atravesar la sabana corriendo a lo largo y ancho de esta, ahora comprendía porque hicieron caso omiso al caballo, pues se valían de ellos mismos para desplazarse por el paraje, además, de que hacerlo sobre el animal podría dificultar el acceso a algunos tramos.
Me interné en el grupo sabiendo el rol que adquiría entre ellos, aunque desconocía que podían tener guardado o reservado para mí. Había preconcebido, que su líder Hacket me había aceptado como un huésped eventual entre los suyos, los Naga. Adquiriría una conducta contemplativa y precavida en todo momento, mientras me encontrase entre ellos para que principalmente, no se mostrasen ofendidos ni el líder decepcionado conmigo.
- Gracias, Hacket -
Le dedicaría al líder durante el trayecto, recorriendo la brizna seca de la sábana sobre mis propias suelas. Pude divisar como las especies ni se inmutaban al pasar de los indígenas, aunque algunos levantaba su vista curiosa hacia el extraño que corría entre ellos. La zona se presentaba mucho más rica en recursos, se percibía mucho más silvestre que por donde íbamos con el carruaje, se notaba que la huella del hombre aún no había llegado. Me entusiasmaba la idea de conocerlos más en profundidad, de aprender todo lo que pudieran ofrecerme y me dejasen ver. Había abierto para mí una puerta que ni mucho menos esperaba a tocar, impensable en aquella ridícula y decadente misión de escolta, y me había llevado sin duda una recompensa mayor a cualquier cantidad de berrys o bienes, me había ganado el favor de un pueblo.