Masao Toduro
El niño de los lloros
24-08-2024, 02:33 PM
La luna poco a poco alcazaba su punto más álgido, ya habían pasado algunas horas desde que había salid de casa y ya traía un botín entre manos, al menos por esa noche había cumplido. Lo que le restaba que sacará esa noche, ya simplemente sería para ir haciendo un colchón para cuando no le saliera ningún “encargo”, la verdad es que en el barrio estaban las cosas muy malas para aquellos que iban por libre y no terminaban de unirse a alguna banda.
Pero eso era una cosa por la que no quería pasar, últimamente le había estado muchas vueltas entre rezo y rezo, y había llegado en que más tarde que pronto quería dejar esa vida, ahora necesitaba el dinero porque los ocho hermanos eran muchos gastos, pero en cuanto Marcos8el segundo mayor que ya tenia los quince años) pudiera empezar a echar una mano en la complicada economía familiar, él podría dejar esa vida y comenzar con un oficio de bien en el puerto del otro lado de la isla, o en la lonja, había estado últimamente trabajando de tarde en tarde como lavaplatos en un restaurante y poco a poco se había ido ganando la confianza del chef, tal vez eso fuera otro sitio por donde tirar…
Mientras le daba vueltas al tarro, comenzó a indagar en la caja que había sacado, tenía unos kilitos de la maría que no era la virgen, la mala, pero que le traería un poco de cuerpo de cristo para comer durante algunas semanas.
Tal vez fuera por eso que cuando algo le asalto, le pillo por completamente en imprevisto, su primera reacción fue girarse y ver que se trataba de un monstruo, un tiburón. Por lo que desprendiéndose por completo de ese aspecto relajado y alegre que lo caracterizaba, frunció el ceño y se preparó para tratar de evitar la probable bocanada que iba a propinarle este. Por desgracia estuvo lento, el agarre que le habían hecho era fuerte, sudo, posiblemente era la primera vez que se encontraba con alguien o mejor dicho algo que era más fuerte que él.
Afortunadamente el monstruo le respondió, al parecer era amistoso y solo quería respuestas.
Sin dudarlo, aproveché para dar un pequeño salto hacia atrás, hasta darme contra la pared del callejón, dejando caer la caja entre los dos. Acto seguido, examiné de arriba abajo al tiburón, o era un hombre, en fin, era una mezcla rara de la que solo había odio leyendas de seres con la fuerza de varias decenas de hombres, que robaban saqueaban y mataban a las criaturas de la superficie por el simple hecho de adorar a un terrible dios de las profundidades. Pero lo peor, es que parecía tratarse de la misma criatura que había visto en el puerto ¿Buscaría venganza por lo de antes?
—Ezo depende, ¿Para quién trabajah?— repliqué yo, con tono serio y tal vez algo nervioso, a que dudaba que por mucho que me estuviera forzando, no pudiera transpirar algo del pavor que me transmitía aquel ser. Si el ser me transmitía algo de confianza, tal vez le comentará algo de lo que hacía, aunque tampoco tenía muchas alternativas salvo que contentarle si es que tenía esperanzas de salir con vida de ahí.
Si esto era un castigo divino por trapichear, juraba por lo más sagrado que aquella sería su última noche en esos saraos.
Pero eso era una cosa por la que no quería pasar, últimamente le había estado muchas vueltas entre rezo y rezo, y había llegado en que más tarde que pronto quería dejar esa vida, ahora necesitaba el dinero porque los ocho hermanos eran muchos gastos, pero en cuanto Marcos8el segundo mayor que ya tenia los quince años) pudiera empezar a echar una mano en la complicada economía familiar, él podría dejar esa vida y comenzar con un oficio de bien en el puerto del otro lado de la isla, o en la lonja, había estado últimamente trabajando de tarde en tarde como lavaplatos en un restaurante y poco a poco se había ido ganando la confianza del chef, tal vez eso fuera otro sitio por donde tirar…
Mientras le daba vueltas al tarro, comenzó a indagar en la caja que había sacado, tenía unos kilitos de la maría que no era la virgen, la mala, pero que le traería un poco de cuerpo de cristo para comer durante algunas semanas.
Tal vez fuera por eso que cuando algo le asalto, le pillo por completamente en imprevisto, su primera reacción fue girarse y ver que se trataba de un monstruo, un tiburón. Por lo que desprendiéndose por completo de ese aspecto relajado y alegre que lo caracterizaba, frunció el ceño y se preparó para tratar de evitar la probable bocanada que iba a propinarle este. Por desgracia estuvo lento, el agarre que le habían hecho era fuerte, sudo, posiblemente era la primera vez que se encontraba con alguien o mejor dicho algo que era más fuerte que él.
Afortunadamente el monstruo le respondió, al parecer era amistoso y solo quería respuestas.
Sin dudarlo, aproveché para dar un pequeño salto hacia atrás, hasta darme contra la pared del callejón, dejando caer la caja entre los dos. Acto seguido, examiné de arriba abajo al tiburón, o era un hombre, en fin, era una mezcla rara de la que solo había odio leyendas de seres con la fuerza de varias decenas de hombres, que robaban saqueaban y mataban a las criaturas de la superficie por el simple hecho de adorar a un terrible dios de las profundidades. Pero lo peor, es que parecía tratarse de la misma criatura que había visto en el puerto ¿Buscaría venganza por lo de antes?
—Ezo depende, ¿Para quién trabajah?— repliqué yo, con tono serio y tal vez algo nervioso, a que dudaba que por mucho que me estuviera forzando, no pudiera transpirar algo del pavor que me transmitía aquel ser. Si el ser me transmitía algo de confianza, tal vez le comentará algo de lo que hacía, aunque tampoco tenía muchas alternativas salvo que contentarle si es que tenía esperanzas de salir con vida de ahí.
Si esto era un castigo divino por trapichear, juraba por lo más sagrado que aquella sería su última noche en esos saraos.