Airgid Vanaidiam
Metalhead
24-08-2024, 03:31 PM
(Última modificación: 25-08-2024, 07:00 PM por Airgid Vanaidiam.
Razón: Correccion de stats nuevos
)
El tiburón no solo la absolvió de toda culpa, perdonándola por haberle disparado anteriormente, si no que además, ¿imitó su acento? Airgid no sabía si había sido a propósito, como para burlarse de ella, o si había sido fruto de escucharla tanto que se le había acabado pegando un poco, pues no sería la primera vez que le pasa. Se echó una carcajada que los bichitos amarillos correspondieron también, como si ver a aquel gyojin hablar así les hubiera hecho muchísima gracia, o quizás solo por acompañar a su madre. — ¡Ahí, ahí! Résale al Norfeo, a vé ji no' saca daquí. — Con su bendición, se vio capaz de poder disfrutar de la bebida que el alado había accedido a compartir con ella. Le dio un buen trago directamente del barril, ignorando su advertencia acerca de la dureza del alcohol. La mujer tenía buen aguante, además, todo era un sueño, ¿no? No es como que pudiera pasarle algo malo de verdad por beber demasiado. — Grasia, colega, ta' riquísima. — Quizás ese "Dios" no era tan malo, les había dado un lago precioso, un poco de bebida, compañía rara pero agradable... y unas mini personitas amarillas muy graciosas.
Hablando de los seres amarillos, el pelirrojo puntiagudo se acercó a ella y le entregó el tercer y último bichito, reuniéndolo en un bonito reencuentro con sus hermanos. — ¡Oleeee! — Exclamó ella, viendo aquella escena tan graciosa y adorable. Con solo pensarlo, del interior del lago salieron a la superficie tres flotadores del tamaño de los minions que se colocaron perfectamente alrededor de sus cuerpecitos. Ya no necesitarían a su mamá para seguir a flote, pero aún así el vínculo que les unía era tal que se negaban a nadar demasiado lejos de ella y su aura protectora. Entonces cayó en que aún no les había puesto nombre, qué madre más desconsiderada. — Tú te va a llamá Carlito. — Le dijo al de un solo ojo. — Tú Manolo. — Nombró al mas alto de los tres. — Y tú Benito. — Finalizó con el más pequeñín. Los tres parecían contentísimos con sus nuevos nombres, y comenzaron a jugar entre ellos, salpicándose con el agua. Pero el pelirrojo no se quedó ahí, si no que insinuó que ya que ella le había pedido a Asradi que se despelotase, la rubia debería seguir el mismo ejemplo. Frunció el ceño ligeramente, aquí el que no corre vuela, ¿eh? — ¿Qué ejemplo taría dándole a mi niño' si me despeloto aquín medio? Anda tira pa'llá. — Dijo sin sentirse realmente ofendida, más bien divertida.
Lo que no se esperaba es que Asradi se tomase sus palabras de forma tan literal. Le había ofrecido al pelimorado enseñarte las tetas a cambio de sus canicas. ¿No se había dado cuenta de que se estaba refiriendo a sus...? — ¡Enseña a las nenas! ¡Las tetas, las domingas, las ubres, las tetorras, las bufas, los melones, las pechugas, las gemelas, las perolas! — Comenzó a animar a su compañera, gritando formas coloquiales a las que referirse alos "pechos", y podría seguir así durante horas, siendo sincera. Definitivamente aún le quedaban muchas cosas por conocer de Asradi, la tenía por una chica mucho más modosita y vergonzosa, jamás apostaría a que fuera capaz de hacer un movimiento como ese. Pero todo era un sueño, así que todo perdía la importancia y el significado. ¿Qué más daba? De hecho, empezó a pensar que era una idea de puta madre para reunir canicas. Aún no se le terminaba de olvidar ese deseo inconsciente por conseguir más, por aprovecharse del momento de calma y aparente buen rollo para darle una vuelta al asunto y tratar de robar las canicas a todo quisqui, pero... había ofrecido sus metralletas a Norfeo. Estaba desarmada completamente.
Entonces, como si realmente aquellas ofrendas hubieran servido para algo, uno a uno, los miembros de aquel variopinto grupo fueron recibiendo bendiciones, a cada cual más extraña y maravillosa. El primero en ser envuelto con su halo fue el pelirrojo, siguiendo por nada más y nada menos que CARLITOS, ¡uno de sus hijos! Norfeo había interpretado que fue el profeta quién lo había ofrecido en el lago, y el aspecto de Carlitos comenzó a cambiar de repente, volviéndose mucho más grande, con la piel agrietada, como si fuera una roca. Por suerte el flotador aguantó y no se vio arrastrado al fondo del lago. — ¡Carlito! — Gritó Airgid, preocupada por su hijo, pero en ese momento se dio cuenta de que ya había dejado de ser su hijo. Ahora estaba bajo el control del profeta, hacia el cual nadó rápidamente, alejándose del abrazo maternal de la rubia. Una furtiva lagrimilla se le escapó por el rabillo del ojo. — E pajarillo abandona er nío... — Qué rápido se independizaban, qué rápido ignoraban a su madre. También cambió el tiburón, su aspecto se volvió más temible, y cuando pensó que todo había acabado, un nuevo arma apareció ante sus ojos. Era un exquisito rifle, con detallitos de color dorado y en unas condiciones perfectas. Alrededor de su cabeza, Norfeo colocó una corona de laurel bañada en oro, y por si fuera poco, Airgid de repente se sintió más... fuerte, más poderosa, más rápida, más enérgica. Más potente.
Norfeo existía, y no solo sus dudas se despejaron, si no que sintió que había sido elegida, bendecida. Sintió que le estaba mandando un mensaje, "toma este arma, este poder, y acaba con todos en mi nombre". — Así se hará. — Pronunció con una extraña perfección. Entonces la mujer apuró el nado, saliendo del agua acompañada por los dos hijos que aún no se habían desprendido de su madre. — ¡NORFEO, OH, NORFEO! ¡He entendío' tu mensaje! ¡Haré cumplí tu voluntá', mal rayo me caiga ji digo mentira'! — Empuñó su nuevo rifle, nunca se había sentido tan completa, tan llena de vida. Sabía que el viento no tardaría en actuar en su contra si estaba fuera del agua, pero no le importaba. ¿Norfeo quería canicas? ¿Quería ofrendas? Las tendría. Eso sí, Airgid no planeaba atacar a sus compañeros bendecidos, pues esa no era la gracia de Norfeo, todos ellos peleaban en su nombre y enfrentarse entre ellos sería una ofensa. — ¡¡Tenemo' que í a por lo' infiele' a Norfeo! ¿Quién je viene conmigo? — Desconocía si el resto de sus compis compartirían opinión con ella, pero desde luego, la rubia lo tenía clarinete.
Hablando de los seres amarillos, el pelirrojo puntiagudo se acercó a ella y le entregó el tercer y último bichito, reuniéndolo en un bonito reencuentro con sus hermanos. — ¡Oleeee! — Exclamó ella, viendo aquella escena tan graciosa y adorable. Con solo pensarlo, del interior del lago salieron a la superficie tres flotadores del tamaño de los minions que se colocaron perfectamente alrededor de sus cuerpecitos. Ya no necesitarían a su mamá para seguir a flote, pero aún así el vínculo que les unía era tal que se negaban a nadar demasiado lejos de ella y su aura protectora. Entonces cayó en que aún no les había puesto nombre, qué madre más desconsiderada. — Tú te va a llamá Carlito. — Le dijo al de un solo ojo. — Tú Manolo. — Nombró al mas alto de los tres. — Y tú Benito. — Finalizó con el más pequeñín. Los tres parecían contentísimos con sus nuevos nombres, y comenzaron a jugar entre ellos, salpicándose con el agua. Pero el pelirrojo no se quedó ahí, si no que insinuó que ya que ella le había pedido a Asradi que se despelotase, la rubia debería seguir el mismo ejemplo. Frunció el ceño ligeramente, aquí el que no corre vuela, ¿eh? — ¿Qué ejemplo taría dándole a mi niño' si me despeloto aquín medio? Anda tira pa'llá. — Dijo sin sentirse realmente ofendida, más bien divertida.
Lo que no se esperaba es que Asradi se tomase sus palabras de forma tan literal. Le había ofrecido al pelimorado enseñarte las tetas a cambio de sus canicas. ¿No se había dado cuenta de que se estaba refiriendo a sus...? — ¡Enseña a las nenas! ¡Las tetas, las domingas, las ubres, las tetorras, las bufas, los melones, las pechugas, las gemelas, las perolas! — Comenzó a animar a su compañera, gritando formas coloquiales a las que referirse alos "pechos", y podría seguir así durante horas, siendo sincera. Definitivamente aún le quedaban muchas cosas por conocer de Asradi, la tenía por una chica mucho más modosita y vergonzosa, jamás apostaría a que fuera capaz de hacer un movimiento como ese. Pero todo era un sueño, así que todo perdía la importancia y el significado. ¿Qué más daba? De hecho, empezó a pensar que era una idea de puta madre para reunir canicas. Aún no se le terminaba de olvidar ese deseo inconsciente por conseguir más, por aprovecharse del momento de calma y aparente buen rollo para darle una vuelta al asunto y tratar de robar las canicas a todo quisqui, pero... había ofrecido sus metralletas a Norfeo. Estaba desarmada completamente.
Entonces, como si realmente aquellas ofrendas hubieran servido para algo, uno a uno, los miembros de aquel variopinto grupo fueron recibiendo bendiciones, a cada cual más extraña y maravillosa. El primero en ser envuelto con su halo fue el pelirrojo, siguiendo por nada más y nada menos que CARLITOS, ¡uno de sus hijos! Norfeo había interpretado que fue el profeta quién lo había ofrecido en el lago, y el aspecto de Carlitos comenzó a cambiar de repente, volviéndose mucho más grande, con la piel agrietada, como si fuera una roca. Por suerte el flotador aguantó y no se vio arrastrado al fondo del lago. — ¡Carlito! — Gritó Airgid, preocupada por su hijo, pero en ese momento se dio cuenta de que ya había dejado de ser su hijo. Ahora estaba bajo el control del profeta, hacia el cual nadó rápidamente, alejándose del abrazo maternal de la rubia. Una furtiva lagrimilla se le escapó por el rabillo del ojo. — E pajarillo abandona er nío... — Qué rápido se independizaban, qué rápido ignoraban a su madre. También cambió el tiburón, su aspecto se volvió más temible, y cuando pensó que todo había acabado, un nuevo arma apareció ante sus ojos. Era un exquisito rifle, con detallitos de color dorado y en unas condiciones perfectas. Alrededor de su cabeza, Norfeo colocó una corona de laurel bañada en oro, y por si fuera poco, Airgid de repente se sintió más... fuerte, más poderosa, más rápida, más enérgica. Más potente.
Norfeo existía, y no solo sus dudas se despejaron, si no que sintió que había sido elegida, bendecida. Sintió que le estaba mandando un mensaje, "toma este arma, este poder, y acaba con todos en mi nombre". — Así se hará. — Pronunció con una extraña perfección. Entonces la mujer apuró el nado, saliendo del agua acompañada por los dos hijos que aún no se habían desprendido de su madre. — ¡NORFEO, OH, NORFEO! ¡He entendío' tu mensaje! ¡Haré cumplí tu voluntá', mal rayo me caiga ji digo mentira'! — Empuñó su nuevo rifle, nunca se había sentido tan completa, tan llena de vida. Sabía que el viento no tardaría en actuar en su contra si estaba fuera del agua, pero no le importaba. ¿Norfeo quería canicas? ¿Quería ofrendas? Las tendría. Eso sí, Airgid no planeaba atacar a sus compañeros bendecidos, pues esa no era la gracia de Norfeo, todos ellos peleaban en su nombre y enfrentarse entre ellos sería una ofensa. — ¡¡Tenemo' que í a por lo' infiele' a Norfeo! ¿Quién je viene conmigo? — Desconocía si el resto de sus compis compartirían opinión con ella, pero desde luego, la rubia lo tenía clarinete.