Hay rumores sobre…
... una isla del East Blue donde existen dos escuelas de combate enfrentadas. Estas escuelas hacen especial referencia a dos personajes de la obra original.
[Común] [C - Pasado] La primera regla del club... digo, ¿qué?
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
A medida que fue hablando y gesticulando pudo ver, muy poco a poco, cómo la expresión de Atlas se iba transformando en una que no supo identificar si era de sorpresa, nervios, angustia o una mezcla de las tres. En tan solo unas pocas palabras le había dejado claro que no solo no se había dado cuenta de su presencia la noche anterior, sino que además temía con todo su ser las consecuencias de que hubiera podido pillarle. ¿Trabajar para Shawn? No es que no respetase a su superior, pero ni en sus peores pesadillas habría deseado estar bajo las órdenes de aquel hombre: pocas personas podían llegar a ser más secas o serias que ella y él era una de ellas.

Por supuesto, lejos de aliviar las preocupaciones del rubio, Camille se mantuvo en silencio en todo momento, analizando cuanto decía y —por qué iba a negarlo— divirtiéndose con la situación. De hecho, llevaba mucho tiempo sin tener que esmerarse con tantas energías en no sonreír o echarse a reír. Por el contrario, como decía, se mantuvo completamente callada y con la mirada clavada en los ojos del marine, dejando que dijera cuanto viese oportuno. A veces, le había dicho la capitana Montpellier, un hombre muestra de qué está hecho realmente cuando se encuentra en una situación desesperada. A ella no se lo había parecido, pero desde la perspectiva de su compañero quizá su futuro pudiera estar en juego. Y lo que vio, lejos de transmitirle decepción o juicio alguno hacia él, le insufló una suerte de empatía y ternura. Pese a sus continuos escaqueos y quizá una incipiente falta de disciplina, nadie temería tanto su expulsión de la Marina si no sintiera auténtica devoción por el cuerpo o, en su defecto, tuviera un sentimiento de lealtad lo suficientemente grande como para querer evitarla a toda costa.

Siempre le había parecido un poco estúpido tanto secretismo, aunque suponía que todo formaba parte de aquel controvertido ejercicio. Que fuera una competición clandestina, ajena al conocimiento de los oficiales y de la capitana, la convertía en una actividad lo suficientemente atractiva para quienes se salían demasiado de lo ordinario o carecían de disciplina: los más rebeldes del cuerpo.

Se sintió derrotada cuando Atlas empezó casi a suplicarle, hasta algo se removió en su interior y generó un poco de remordimiento. El muchacho había tenido suficiente.

Atlas... —empezó mencionando su nombre, tras lo que empezó a dibujar una amable sonrisa que no tardó en convertirse en una carcajada contenida. Tuvo que llevarse la mano al rostro y bajar la cabeza mientras se descojonaba, evitando que fuera demasiado evidente para el resto de la sala. Hizo un esfuerzo por tranquilizarse y se secó con el dorso algunas lagrimillas que se le estaban escapando de la risa—. Pero, ¿Cómo se te ocurre que pueda estar siguiéndote o que quiera chantajearte?

Se quedó mirándole con gesto divertido, negando despacio con la cabeza ante todo lo que le había dicho. Después miró a su alrededor, cerciorándose de que no hubiera nadie con la atención puesta sobre ellos y su conversación. Pese a la risa o la presencia de la oni, todos parecían demasiado cansados o distraídos como para prestarle atención. La mayoría, después de todo, estaban acostumbrados a su presencia. Quizá no tanto a que conversase con alguien durante el desayuno.

Más tranquila, volvió su atención a Atlas de nuevo.

Como os dije el día que nos presentamos, he crecido entre estos muros. ¿De verdad crees que algo así se me habría pasado por alto después de tantos años? —inquirió, pues en su cabeza sonaba tan evidente que hasta le sorprendía que el rubio no hubiera caído en eso. Quizá los nervios le hubieran jugado una mala pasada—. No es la primera vez que me escabullo para observar, así que tampoco es ninguna sorpresa. Lo que sí que no esperaba era verte a ti allí. Bueno, no tan pronto, al menos.

Hizo un gesto con la mano como para quitarle importancia y retomó el desayuno, acabando rápidamente con los huevos revueltos antes de pasar a las gachas. Estaban insípidas y pastosas, casi como si estuviera comiéndose cartón. Tuvo que forzarse a aguantar la respiración y tragar rápido para evitar que le diera una reverenda arcada. Y apunto estuvo pese a ello.

Joder, qué asquerosidad —la queja le salió como si el tema de conversación no tuviera ningún tipo de relevancia, aunque lo cierto es que sentía curiosidad. Cogió una servilleta y se limpió los morros antes de seguir—. No te preocupes que no voy a chivarme a nadie. ¿O es que pensáis que soy una soplona de la capitana...? Me decepcionaría bastante, la verdad.
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RE: [C - Pasado] La primera regla del club... digo, ¿qué? - por Camille Montpellier - 24-08-2024, 07:07 PM

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