Vesper Chrome
Medical Fortress
25-08-2024, 03:27 AM
(Última modificación: 25-08-2024, 03:29 AM por Vesper Chrome.)
Dia 03 de verano
Año 724
Quise ir a beber algo, ya que la ultima semana habia sido, además de aburrida, un poco tosca, no habia mucho que hacer, los pacientes usuales que tenia ya se encuentran sanos, y no es como que pasen muchas cosas por aquí, con una base de la marina, y esos tontos caminando por aquí y por allá, no hay bandidos o piratas de renombre que quieran pasar demasiado tiempo aquí, de hecho, tengo la suerte de que no hay un cartel de se busca por mí, al menos, yo mismo no lo he visto nunca.
Es que siendo totalmente honestos, alguien como yo, un trotamundos que habia comenzado a salir al mar por miedo a que los marines hicieran desastres en mi isla natal, como tal, siempre han pasado piratas y bandidos por aquel lugar y han sido acogidos, siempre y cuando tengan el valor de enfrentarse a la supuesta justicia que dicen defender el gobierno mundial y la marina como tal, pero esto no iba de eso, iba de que justo en ese momento me encuentro en el bar de la posada Gran perezoso en el que ahora he considerado mi hogar, el pueblo de Rostock.
Entre las cosas locas que suelen pasar en la isla, habia que dejar en claro que últimamente todo estaba tranquilo, uno que otro loco se pasaba por el mercadillo intentando robar y terminaba mal herido, pero ese no era un trabajo muy digno que digamos y si la marina me encuentra ayudando a gente así, probablemente si que termine mal parado. —Tráeme otra botella de sake, tengo que despedirme como debe ser de este asqueroso lugar. — Un vocabulario que al principio todos en el local odiaban, pero tras cuatro años aguantando al médico borrachón que siempre parecía estar enojado, pues al final lo terminaron aceptando. Ya realmente estaba decidido, esta semana partiré al mar, solo, o con alguien, pero mi descanso en Kilombo tenía que acabar.
Año 724
Isla Kilombo, Pueblo Rostock
La verdad era que habia pasado demasiado tiempo en esta isla, me encariñe como un pueblerino de su hogar, como un campesino de su cosecha, como un pirata de su oro, como un presidente de su país, no, eso ultimo ni sentido tiene. La cuestión es que hace días ya me estaba planteando la idea de que en algún momento tengo que partir de aquí, y a pesar de estar durante cuatro largos años sin salir de la isla, no hice ningún amigo que quisiera salir al mar conmigo, quizá mi actitud tosca, mi forma de hablar o simplemente mi rostro que siempre parece estar aburrido han hecho que las personas no decidan ir al mar con un ¿pirata? Si es que puedo llamarme así. Quise ir a beber algo, ya que la ultima semana habia sido, además de aburrida, un poco tosca, no habia mucho que hacer, los pacientes usuales que tenia ya se encuentran sanos, y no es como que pasen muchas cosas por aquí, con una base de la marina, y esos tontos caminando por aquí y por allá, no hay bandidos o piratas de renombre que quieran pasar demasiado tiempo aquí, de hecho, tengo la suerte de que no hay un cartel de se busca por mí, al menos, yo mismo no lo he visto nunca.
Es que siendo totalmente honestos, alguien como yo, un trotamundos que habia comenzado a salir al mar por miedo a que los marines hicieran desastres en mi isla natal, como tal, siempre han pasado piratas y bandidos por aquel lugar y han sido acogidos, siempre y cuando tengan el valor de enfrentarse a la supuesta justicia que dicen defender el gobierno mundial y la marina como tal, pero esto no iba de eso, iba de que justo en ese momento me encuentro en el bar de la posada Gran perezoso en el que ahora he considerado mi hogar, el pueblo de Rostock.
Entre las cosas locas que suelen pasar en la isla, habia que dejar en claro que últimamente todo estaba tranquilo, uno que otro loco se pasaba por el mercadillo intentando robar y terminaba mal herido, pero ese no era un trabajo muy digno que digamos y si la marina me encuentra ayudando a gente así, probablemente si que termine mal parado. —Tráeme otra botella de sake, tengo que despedirme como debe ser de este asqueroso lugar. — Un vocabulario que al principio todos en el local odiaban, pero tras cuatro años aguantando al médico borrachón que siempre parecía estar enojado, pues al final lo terminaron aceptando. Ya realmente estaba decidido, esta semana partiré al mar, solo, o con alguien, pero mi descanso en Kilombo tenía que acabar.