Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
25-08-2024, 04:07 PM
Algunos me llamaron loco, otros me restaron importancia y otros, quizá, me vieron como un peligro, pero el tiempo me dio la razón. Y de un momento a otro casi por arte de magia, el lugar se impregnó en un aroma fuera de cualquier relación con el paraje, otro aspecto anormal más que contemplar allí. Una fragancia que me resultaba especialmente familiar y que era muy usada en el templo del que provenía, el incienso se propagó por otra la superficie rocosa en la que nos encontrábamos, junto al particular aroma de la mira, ¿Cómo era posible aquello? Nadie habría podido sacarse de la chistera eso, y menos con esa intensidad. Por momentos aumentó, ¿Y si....?
Una voz majestuosa se haría eco, resonando con autoridad y dejando un silencio en todos los allí presentes. Mis ojos, desde aquella roca en la que me veía tirado, buscaban y buscaban por los alrededores, quería poder verlo con mis propios ojos, pues sin duda era él, Norfeo, El Magno. Bajé la cabeza en señal de respeto, su voz omnipresente recorría a todos los seres del lugar, pero en mi interior se repetía una y otra vez las mismas 2 palabras.
- Lo sabía, los sabía, lo sabía... -
Su gracia inmaculada repasó a todos los que cayeron en su favor, otorgándole maravillosas bendiciones. Hasta que me llegó mi turno, sin ser merecedor de cualquiera de sus caprichos, mantenía mi pose adepta ante la presión que ejercía su atención sobre mí, haciéndome llegar a mi interior de que sería obsequiado con la compañía de uno de los seres enanitos de color amarillo, que previamente nos encontraron como mandados de Norfeo.
- Mi gratitud es infinita... OOOH TODOPODEROSO NOOOORFEEEO, YO SIEMPRE CREÍ EN TI Y EN TU PODER.... no soy merecedor de tu gracia. -
Clamé. Cuando tras ello, y al terminar de regalarnos con su magnificiencia sus diferentes caprichos, un cántico divino se propagaría de nuevo en aquella cumbre rocosa. Eran voces omnipresentes que retumbarían en los corazones de todos los que estábamos allí, resonando con una potencia y un clamor sin igual. ¿Sería algún designio más a tener en cuenta para el dios?
Del agua comenzó a despedir una ligera bruma. El tal Carlito, que la chica rubia había bautizado, comenzaba a rezumar un vapor y a ir modificando su morfología. Se estaba volviendo mamadísimo mientras los cánticos sonaban con gran acentuación, su envergadura crecía dándole un aspecto fiero, su piel se endureció y su mirada se volvió intimidante y recia. Mis ojos no daban crédito a semejante bestia amarilla que nadó hasta la orilla, se irguió sobre sus pequeñas pero poderosas piernecitas, y de un tremendo impulso, se catapultó consigo mismo hacia mí. Dio 1 mortal hacia delante junto a un tirabuzón y cayó frente a mí con una rodilla posada sobre el suelo, la otra flexionada, un brazo en vertical con el puño sobre el suelo y el otro orientado de forma muy épica hacia atrás. Su pose heroica era merecedora de la mejor de las fotografías.
- OOOH NORFEOOO... hágase tu voluntad, yo siempre creí en tí. -
Dije, mientras observaba la enorme envergadura de lo que fuera el enanito, que se iba poniendo de pie. Ahora, se alzaba como un ser de dura apariencia, poseía una altura mucho más superior a la mía, debía de llegar fácilmente a los 2 metros y medio, así como su anchura, ya que era una auténtica mole con unas piernecitas minúsculas pero como pilares de poderosas. Un ojo adornaba un rostro minimalista junto a una boca aplatanada, además de unos abrumadores brazos. Estiró uno de ellos para que me reincorporase, para que me recuperara del derribo.
- PAA... PA... -
En shock me quedé, pues no esperaba que sus primeras palabras fueran para colocarme como su propio padre. Me fundí en un abrazo con él, aunque dada la diferencia de tamaño, parecía yo ser el hijo.
- Carlito... ahora somos uno. -
Le dije, dedicándole unas palabras fraternales. Ahora formábamos un gran tándem, un poderoso equipo. Tenía el hype por las nubes, arranqué mi camiseta de tirantas y la tiré al suelo. Había sido muy afortunado por adquirir tal compañero, ahora faltaba cumplir los designios de Norfeo y culminar con su fe. Repasé con la mirada al resto de presentes del lugar, el más cercano, el tipo de las aguas negras, había estado bebiendo y fumando en la charca, un acto que para la cordura que me quedaba era un pecado y una terrible ofensa para Norfeo, dador de bienes, el magno, creador de enanitos amarillo y el primero de su nombre. Indiqué con la barbilla su dirección para que Carlito me siguiera, y nos dirigimos a este.
- ¡TUU!!... Tu has mancillado la charca sagrada, con tu alcohol y tu tabaco y ahora con tú.... ¡EMBRIAGUEZ! Menuda ofensa...-
Del último detalle no me había percatado hasta que llegué hasta él, me encontraba a escasos 2 metros, tanto yo como Carlito. Pero el colmo de los colmos de las faltadas de respeto no llegaría hasta un instante después. Eructó de forma desconsiderada.... ¡EN EL LAGO SANTO! Ya había visto suficiente. Se incorporó tambaleándose, era una verdadera vergüenza para Norfeo tener que ver a ese ser tan irrespetuoso en la charca donde había concebido tan divinos regalos, y aquel tipo, no era merecedor de ello, pero yo sería el estandarte y brazo ejecutor del dios.
- Semejante acto irrespetuoso no tiene cabida en este lago sagrado... ¡EN NOMBRE DE NORFEO! Yo te insto a que pagues por tu pecado, entrégame tu canica en nombre de mi dios y vete de este lugar... o de lo contrario, ¡¡¡PREPÁRATE A CONOCER LA IRA DEL DIOS AL QUE MANCHAS CON TU TABACO, TU ALCOHOL Y TUS ERUCTOS....!! ¡MALDITO BOOORRACHOOO IMPUUUROOOO! -
Le grité de forma determinante, dándole un ultimátum si no quería conocer toda la furia del profeta que había creído siempre en la deidad que habíamos presenciado. Su ofensa no tenía reparo, y la pena caería sobre él a no ser que pagase con su canica y se marcha a otro lugar.
Una voz majestuosa se haría eco, resonando con autoridad y dejando un silencio en todos los allí presentes. Mis ojos, desde aquella roca en la que me veía tirado, buscaban y buscaban por los alrededores, quería poder verlo con mis propios ojos, pues sin duda era él, Norfeo, El Magno. Bajé la cabeza en señal de respeto, su voz omnipresente recorría a todos los seres del lugar, pero en mi interior se repetía una y otra vez las mismas 2 palabras.
- Lo sabía, los sabía, lo sabía... -
Su gracia inmaculada repasó a todos los que cayeron en su favor, otorgándole maravillosas bendiciones. Hasta que me llegó mi turno, sin ser merecedor de cualquiera de sus caprichos, mantenía mi pose adepta ante la presión que ejercía su atención sobre mí, haciéndome llegar a mi interior de que sería obsequiado con la compañía de uno de los seres enanitos de color amarillo, que previamente nos encontraron como mandados de Norfeo.
- Mi gratitud es infinita... OOOH TODOPODEROSO NOOOORFEEEO, YO SIEMPRE CREÍ EN TI Y EN TU PODER.... no soy merecedor de tu gracia. -
Clamé. Cuando tras ello, y al terminar de regalarnos con su magnificiencia sus diferentes caprichos, un cántico divino se propagaría de nuevo en aquella cumbre rocosa. Eran voces omnipresentes que retumbarían en los corazones de todos los que estábamos allí, resonando con una potencia y un clamor sin igual. ¿Sería algún designio más a tener en cuenta para el dios?
Del agua comenzó a despedir una ligera bruma. El tal Carlito, que la chica rubia había bautizado, comenzaba a rezumar un vapor y a ir modificando su morfología. Se estaba volviendo mamadísimo mientras los cánticos sonaban con gran acentuación, su envergadura crecía dándole un aspecto fiero, su piel se endureció y su mirada se volvió intimidante y recia. Mis ojos no daban crédito a semejante bestia amarilla que nadó hasta la orilla, se irguió sobre sus pequeñas pero poderosas piernecitas, y de un tremendo impulso, se catapultó consigo mismo hacia mí. Dio 1 mortal hacia delante junto a un tirabuzón y cayó frente a mí con una rodilla posada sobre el suelo, la otra flexionada, un brazo en vertical con el puño sobre el suelo y el otro orientado de forma muy épica hacia atrás. Su pose heroica era merecedora de la mejor de las fotografías.
- OOOH NORFEOOO... hágase tu voluntad, yo siempre creí en tí. -
Dije, mientras observaba la enorme envergadura de lo que fuera el enanito, que se iba poniendo de pie. Ahora, se alzaba como un ser de dura apariencia, poseía una altura mucho más superior a la mía, debía de llegar fácilmente a los 2 metros y medio, así como su anchura, ya que era una auténtica mole con unas piernecitas minúsculas pero como pilares de poderosas. Un ojo adornaba un rostro minimalista junto a una boca aplatanada, además de unos abrumadores brazos. Estiró uno de ellos para que me reincorporase, para que me recuperara del derribo.
- PAA... PA... -
En shock me quedé, pues no esperaba que sus primeras palabras fueran para colocarme como su propio padre. Me fundí en un abrazo con él, aunque dada la diferencia de tamaño, parecía yo ser el hijo.
- Carlito... ahora somos uno. -
Le dije, dedicándole unas palabras fraternales. Ahora formábamos un gran tándem, un poderoso equipo. Tenía el hype por las nubes, arranqué mi camiseta de tirantas y la tiré al suelo. Había sido muy afortunado por adquirir tal compañero, ahora faltaba cumplir los designios de Norfeo y culminar con su fe. Repasé con la mirada al resto de presentes del lugar, el más cercano, el tipo de las aguas negras, había estado bebiendo y fumando en la charca, un acto que para la cordura que me quedaba era un pecado y una terrible ofensa para Norfeo, dador de bienes, el magno, creador de enanitos amarillo y el primero de su nombre. Indiqué con la barbilla su dirección para que Carlito me siguiera, y nos dirigimos a este.
- ¡TUU!!... Tu has mancillado la charca sagrada, con tu alcohol y tu tabaco y ahora con tú.... ¡EMBRIAGUEZ! Menuda ofensa...-
Del último detalle no me había percatado hasta que llegué hasta él, me encontraba a escasos 2 metros, tanto yo como Carlito. Pero el colmo de los colmos de las faltadas de respeto no llegaría hasta un instante después. Eructó de forma desconsiderada.... ¡EN EL LAGO SANTO! Ya había visto suficiente. Se incorporó tambaleándose, era una verdadera vergüenza para Norfeo tener que ver a ese ser tan irrespetuoso en la charca donde había concebido tan divinos regalos, y aquel tipo, no era merecedor de ello, pero yo sería el estandarte y brazo ejecutor del dios.
- Semejante acto irrespetuoso no tiene cabida en este lago sagrado... ¡EN NOMBRE DE NORFEO! Yo te insto a que pagues por tu pecado, entrégame tu canica en nombre de mi dios y vete de este lugar... o de lo contrario, ¡¡¡PREPÁRATE A CONOCER LA IRA DEL DIOS AL QUE MANCHAS CON TU TABACO, TU ALCOHOL Y TUS ERUCTOS....!! ¡MALDITO BOOORRACHOOO IMPUUUROOOO! -
Le grité de forma determinante, dándole un ultimátum si no quería conocer toda la furia del profeta que había creído siempre en la deidad que habíamos presenciado. Su ofensa no tenía reparo, y la pena caería sobre él a no ser que pagase con su canica y se marcha a otro lugar.