Asradi
Völva
25-08-2024, 08:15 PM
Sus ojos se cruzaron con los contrarios, revelando la afinidad al océano que había entre ellos. Estaba herido, sí. Pero seguía siendo un gyojin tiburón.Y había que ver tan solo su aspecto físico como para andar con cautela. El porte y los músculos. Así como las fuertes mandíbulas y afilados dientes. Si quería, podría destrozarla, por mucha resistencia que ella pusiese. Asradi no era débil, pero aún así conocía sus limitaciones.
Finalmente, él se pronunció, con una voz rasposa y debilitada. Sí, estaba vivo, eso podía verlo. Pero también por los pelos. No sabía si fiarse, pero era uno de los suyos, en su fuero interno era incapaz de dejarlo desamparado. Si no se apoyaban entre ellos, ¿quien más lo haría? No tenía nada en contra de los humanos o de las criaturas de la superficie. Siempre y cuando les respetasen.
Asradi le contempló o, más bien, analizó desde su lugar. Pudo ver la terrible herida supurando. Ahí no había solo desgarramiento de carne y músculo. Había algo entremezclado con la sangre, a juzgar por el color. ¿Veneno? Era una posibilidad.
— Estate quieto. — Le regañó en cuanto le vió moverse, aunque fuese para su comodidad.
Con unos cuantos saltitos graciosos gracias a la fuerza de su cola, se aproximó para poder examinarle mejor. Miró un momento a su alrededor. El campamento improvisado que se había hecho estaba ahora patas arriba. Era como si una bala de cañón hubiese impactado ahí. Más o menos, claro.
Se deshizo de su mochila, la cual apoyó en el suelo y a su lado. Con sumo cuidado, una de sus manos se posó en el pecho de escamas blancas, sin llegar a tocar la notoria herida. La sirena frunció ligeramente el ceño.
— ¿Quién te ha hecho esto? — Preguntó, notando el calor antinatural que manaba del cuerpo del gyojin. Estaba ardiendo en fiebre. De todas maneras, necesitaba datos. No estaba segura de si conocía el veneno. O de sus conocimientos serían suficientes. Pero no por ello iba a dejarlo ahí tirado.
Lo primero que hizo fue comenzar a limpiar la herida. Por fortuna, el agua dulce que había recolectado el día anterior, en una piedra de fondo ovalado, no se había perdido con el destrozo. Lentamente la gasa fue recorriendo los bordes del desgarro, retirando tanto sangre como restos de supuración. Lo peor que podía pasar era que también se infectase.
— Podría hacerte la misma pregunta. — Asradi le miró de reojo unos segundos, mientras continuaba el tratamiento de la herida, rozando con suavidad la piel contraria, solo con el afán de hacerle el menos daño posible.
Una vez desinfectó y limpió la zona, lo primero ahora era ayudar al cuerpo a eliminar la toxina y a aumentarle las defensas. Por fortuna tenía una buena provisión de hierbas medicinales. En este concreto caso, una variedad específica de algas que ayudaba no solo a purificar la sangre, sino que una de sus propiedades era, también, la capacidad de absorber toxinas en el cuerpo. Era un método quizás un tanto más lento que un antídoto. Pero era lo más seguro al desconocer cual era el veneno que asolaba el cuerpo del gyojin.
Cuando él se presentó, ella le miró y le dedicó una sonrisa suave. Tranquilizadora.
— Yo me llamo Asradi. Hice una parada aquí para descansar y reabastecerme. — Ya había conseguido, de hecho, la planta que estaba buscando, la cual tenía fuertes propiedades anestésicas. Y podía ser utilizada, también, como un potente veneno. — Necesito primero bajarte la fiebre. Así que necesito que confíes en mi.
Le miró fijamente. Era una petición importante, al fin y al cabo, teniendo en cuenta el estado vulnerable en el que Octojin se encontraba. Había hecho una pasta con el alga, comestible, y se la enseñó al gyojin tiburón.
— Te ayudará a ir eliminando las toxinas. Así me dará tiempo a estabilizarte y encender una hoguera para hervir agua y seguir administrándotela de otra manera. — Había que hidratarle, al fin y al cabo.
Finalmente, él se pronunció, con una voz rasposa y debilitada. Sí, estaba vivo, eso podía verlo. Pero también por los pelos. No sabía si fiarse, pero era uno de los suyos, en su fuero interno era incapaz de dejarlo desamparado. Si no se apoyaban entre ellos, ¿quien más lo haría? No tenía nada en contra de los humanos o de las criaturas de la superficie. Siempre y cuando les respetasen.
Asradi le contempló o, más bien, analizó desde su lugar. Pudo ver la terrible herida supurando. Ahí no había solo desgarramiento de carne y músculo. Había algo entremezclado con la sangre, a juzgar por el color. ¿Veneno? Era una posibilidad.
— Estate quieto. — Le regañó en cuanto le vió moverse, aunque fuese para su comodidad.
Con unos cuantos saltitos graciosos gracias a la fuerza de su cola, se aproximó para poder examinarle mejor. Miró un momento a su alrededor. El campamento improvisado que se había hecho estaba ahora patas arriba. Era como si una bala de cañón hubiese impactado ahí. Más o menos, claro.
Se deshizo de su mochila, la cual apoyó en el suelo y a su lado. Con sumo cuidado, una de sus manos se posó en el pecho de escamas blancas, sin llegar a tocar la notoria herida. La sirena frunció ligeramente el ceño.
— ¿Quién te ha hecho esto? — Preguntó, notando el calor antinatural que manaba del cuerpo del gyojin. Estaba ardiendo en fiebre. De todas maneras, necesitaba datos. No estaba segura de si conocía el veneno. O de sus conocimientos serían suficientes. Pero no por ello iba a dejarlo ahí tirado.
Lo primero que hizo fue comenzar a limpiar la herida. Por fortuna, el agua dulce que había recolectado el día anterior, en una piedra de fondo ovalado, no se había perdido con el destrozo. Lentamente la gasa fue recorriendo los bordes del desgarro, retirando tanto sangre como restos de supuración. Lo peor que podía pasar era que también se infectase.
— Podría hacerte la misma pregunta. — Asradi le miró de reojo unos segundos, mientras continuaba el tratamiento de la herida, rozando con suavidad la piel contraria, solo con el afán de hacerle el menos daño posible.
Una vez desinfectó y limpió la zona, lo primero ahora era ayudar al cuerpo a eliminar la toxina y a aumentarle las defensas. Por fortuna tenía una buena provisión de hierbas medicinales. En este concreto caso, una variedad específica de algas que ayudaba no solo a purificar la sangre, sino que una de sus propiedades era, también, la capacidad de absorber toxinas en el cuerpo. Era un método quizás un tanto más lento que un antídoto. Pero era lo más seguro al desconocer cual era el veneno que asolaba el cuerpo del gyojin.
Cuando él se presentó, ella le miró y le dedicó una sonrisa suave. Tranquilizadora.
— Yo me llamo Asradi. Hice una parada aquí para descansar y reabastecerme. — Ya había conseguido, de hecho, la planta que estaba buscando, la cual tenía fuertes propiedades anestésicas. Y podía ser utilizada, también, como un potente veneno. — Necesito primero bajarte la fiebre. Así que necesito que confíes en mi.
Le miró fijamente. Era una petición importante, al fin y al cabo, teniendo en cuenta el estado vulnerable en el que Octojin se encontraba. Había hecho una pasta con el alga, comestible, y se la enseñó al gyojin tiburón.
— Te ayudará a ir eliminando las toxinas. Así me dará tiempo a estabilizarte y encender una hoguera para hervir agua y seguir administrándotela de otra manera. — Había que hidratarle, al fin y al cabo.