Lance Turner
Shirogami
25-08-2024, 11:32 PM
No había duda alguna del lenguaje no escrito que estaba teniendo lugar entre ambos, Terence había captado cada vez más mi atención. Aunque compartíamos similitudes en la lectura ajena, era evidente que él estaba más afinado en esa rama, dándome a mí la sensación de tratar con una serpiente en todo momento.
Eso no quería decir que yo era un animal indefenso ante el ser de sangre fría hambriento de conocimientos. Era bueno reconocer tus propias limitaciones, y cuando alguien puede superarte en un ámbito. De hecho, esa información era vital a la hora de elegir bien tus cartas en adelante, y aunque ese ámbito fuese totalmente suyo, podía combatirlo adecuadamente, ralentizarle, o sacar partido de otros aspectos donde pudiese superarle. Al final, todo se reducía a un juego muy similar al ajedrez.
Al igual que yo, él tampoco trataba de ocultar que era consciente del juego que nos traíamos, el cuál seguramente escaparía a la vista de Juuken. Él es más inocente, pero precisamente esto le potenciaba otros ámbitos a los cuales ya no alcanzaríamos ni Terence ni yo, bien sea por inocencia, o por un ingenio algo más infantil que perdemos a medida que crecemos. Cada persona es un mundo, y es por eso que me encantaría reunir a un grupo pequeño pero dispar, capaz de sacar lo mejor de cada mundo interno según la situación.
Terence, había tomado por interesante mi perspectiva, analizándola en voz alta, regalándome el oído. Aunque era muy posible que no fuese un regalo real, sino una pequeña trampa servida en bandeja fría, para conocer más sobre mí. Una jugada interesante, en la que iba a caer gustoso. Para ganar, había que conceder de vez en cuando.
- Si te digo la verdad… - Comencé con un tono dudoso y mirada perdida en el horizonte. - No sé si es tanto humildad, como egoísmo u orgullo, Terence.
Volví mi mirada hacia sus ojos, de nuevo directa hacia sus pupilas, y sonriendo continué la frase.
- No es que quiera aprender de ellos por humildad, es que deseo devorar sus conocimientos, hacerlos míos, y medirme contra alguien que se desvive por el arte de la espada. – Tras dicho comentario relajé la postura colocando mis brazos cruzados tras mi cabeza. – No me mal intérpretes, los respeto mucho, pero no es para mí eso de dar 1.000 tajos bajo el sol cada día.
Con intención de dejar ya el tema y no dejar de lado al resto, giré mi mirada a Juuken para asegurarme de que estuviese bien. Seguía a nuestro lado, tranquilo y observando todo, lo cuál me tranquilizó. Para mi sorpresa, Terence volvió a tomar la palabra, pero se dirigía a Hammond en esta ocasión.
- ¿Puedo invitar yo? Me encantaría oír acerca de tu tierra natal - Dijo con un tono alegre.
Ciertamente, yo también quería escuchar sobre Elbaf, así que puse el oído mirando con una sonrisa amable a Hammond. Desde luego, aquel grandullón me había caído muy bien, era sin duda alguien entusiasta, que vivía cada momento con mucha intensidad, y, aunque quería conocerle más, ya me lo imaginaba zarpando con nosotros, pescando con sus propias manos al grito de que es una pesca típica de Elbaf. Con que poco podía ser feliz.
Me había demostrado ser alguien muy peculiar, algo diferente a lo que normalmente se ve en las calles de cualquier islas, pero eso precisamente era lo que había captado por completo mi interés. Y para mi suerte, parecía ser mutuo, o al menos, que le resultaba en gracia.
No obstante, era sin duda un hombre imprevisible. Se abalanzó sobre la entrepierna de Terence como un animal salvaje y por un momento me asusté, aunque eso de ver a Terence sentado sobre los hombros del grandullón me hizo estallar de risa a carcajada limpia.
- ¡Pequeño hombrrre serrr hoy mejorrr amigo de Hammond! - Exclamó con una auténtica alegría que contagió la risa de todos. - ¡Tenerrr muchas historrrias que contarrr! - Continuó para contestar a la anterior petición de Terence.
Fue tanto el jolgorio, que no llegué a fijarme que estábamos entrando en un burdel donde servían comidas. Sin duda alguna, no era consciente todavía de lo que podía llegar a suceder allí dentro con un grupo tan peculiar como este. Y al mismo tiempo, sentía en mi pecho una extraña calidez, como si hubiese comenzado a dar con los que algún día podían terminar siendo miembros de mi banda, o al menos, amigos de la mar.
Eso no quería decir que yo era un animal indefenso ante el ser de sangre fría hambriento de conocimientos. Era bueno reconocer tus propias limitaciones, y cuando alguien puede superarte en un ámbito. De hecho, esa información era vital a la hora de elegir bien tus cartas en adelante, y aunque ese ámbito fuese totalmente suyo, podía combatirlo adecuadamente, ralentizarle, o sacar partido de otros aspectos donde pudiese superarle. Al final, todo se reducía a un juego muy similar al ajedrez.
Al igual que yo, él tampoco trataba de ocultar que era consciente del juego que nos traíamos, el cuál seguramente escaparía a la vista de Juuken. Él es más inocente, pero precisamente esto le potenciaba otros ámbitos a los cuales ya no alcanzaríamos ni Terence ni yo, bien sea por inocencia, o por un ingenio algo más infantil que perdemos a medida que crecemos. Cada persona es un mundo, y es por eso que me encantaría reunir a un grupo pequeño pero dispar, capaz de sacar lo mejor de cada mundo interno según la situación.
Terence, había tomado por interesante mi perspectiva, analizándola en voz alta, regalándome el oído. Aunque era muy posible que no fuese un regalo real, sino una pequeña trampa servida en bandeja fría, para conocer más sobre mí. Una jugada interesante, en la que iba a caer gustoso. Para ganar, había que conceder de vez en cuando.
- Si te digo la verdad… - Comencé con un tono dudoso y mirada perdida en el horizonte. - No sé si es tanto humildad, como egoísmo u orgullo, Terence.
Volví mi mirada hacia sus ojos, de nuevo directa hacia sus pupilas, y sonriendo continué la frase.
- No es que quiera aprender de ellos por humildad, es que deseo devorar sus conocimientos, hacerlos míos, y medirme contra alguien que se desvive por el arte de la espada. – Tras dicho comentario relajé la postura colocando mis brazos cruzados tras mi cabeza. – No me mal intérpretes, los respeto mucho, pero no es para mí eso de dar 1.000 tajos bajo el sol cada día.
Con intención de dejar ya el tema y no dejar de lado al resto, giré mi mirada a Juuken para asegurarme de que estuviese bien. Seguía a nuestro lado, tranquilo y observando todo, lo cuál me tranquilizó. Para mi sorpresa, Terence volvió a tomar la palabra, pero se dirigía a Hammond en esta ocasión.
- ¿Puedo invitar yo? Me encantaría oír acerca de tu tierra natal - Dijo con un tono alegre.
Ciertamente, yo también quería escuchar sobre Elbaf, así que puse el oído mirando con una sonrisa amable a Hammond. Desde luego, aquel grandullón me había caído muy bien, era sin duda alguien entusiasta, que vivía cada momento con mucha intensidad, y, aunque quería conocerle más, ya me lo imaginaba zarpando con nosotros, pescando con sus propias manos al grito de que es una pesca típica de Elbaf. Con que poco podía ser feliz.
Me había demostrado ser alguien muy peculiar, algo diferente a lo que normalmente se ve en las calles de cualquier islas, pero eso precisamente era lo que había captado por completo mi interés. Y para mi suerte, parecía ser mutuo, o al menos, que le resultaba en gracia.
No obstante, era sin duda un hombre imprevisible. Se abalanzó sobre la entrepierna de Terence como un animal salvaje y por un momento me asusté, aunque eso de ver a Terence sentado sobre los hombros del grandullón me hizo estallar de risa a carcajada limpia.
- ¡Pequeño hombrrre serrr hoy mejorrr amigo de Hammond! - Exclamó con una auténtica alegría que contagió la risa de todos. - ¡Tenerrr muchas historrrias que contarrr! - Continuó para contestar a la anterior petición de Terence.
Fue tanto el jolgorio, que no llegué a fijarme que estábamos entrando en un burdel donde servían comidas. Sin duda alguna, no era consciente todavía de lo que podía llegar a suceder allí dentro con un grupo tan peculiar como este. Y al mismo tiempo, sentía en mi pecho una extraña calidez, como si hubiese comenzado a dar con los que algún día podían terminar siendo miembros de mi banda, o al menos, amigos de la mar.