¿Sabías que…?
... Eiichiro Oda empezó la serie con la idea de terminarla en 5 años, pero se dio cuenta de que en esos 5 años que la trama ni siquiera llegaba al 50%.
¿Piratas? ¿En Rostock? ¡Espero que Pidan Algo Más Que Agua!
Jun Gunslinger
Nagaredama
El ambiente de la taberna era bastante acogedor. Estaba cargado de risas toscas, el tintineo constante de vasos y el murmullo de distintas conversaciones. La atmósfera, impregnada de olor a comida y cerveza derramada, no era diferente a la de cualquier otra posada.

En una mesa redonda ubicada al fondo del lugar, acompañada por un grupo de gigantescos hombres corpulentos y curtidos por la vida, se encontraba Jun, nuestra joven Hafugyo de cabello azul y ojos chispeantes, sosteniendo una sonrisa tan amplia como maliciosa. Las miradas de todos en la ronda estaban fijas en las cartas, pero la de Jun, juguetona y astuta, dejaba entrever que su mente estaba varios pasos adelante. La muchacha ya había dejado fuera de juego a casi todos sus rivales, y sus repetidas victorias la habían llevado a la ronda final, un uno contra uno en el que se disputaba el premio mayor: una considerable suma de monedas que había ido creciendo con cada partida.

La tensión casi podía palparse. Con un gesto muy despreocupado, Jun arrojó sus cartas sobre la mesa redonda y reveló una mano perfecta que la declaraba indiscutiblemente como ganadora. Todos los hombres a su alrededor gruñeron y murmuraron entre dientes, frustrados al saberse derrotados por una niña, mientras que ella se echaba hacia atrás en su silla, cruzando los brazos y enseñando la dentadura con arrogancia y diversión.

¡Boom, bebé! ¡Yo gano! —exclamó, y guiñó un ojo al perdedor.

El silencio cayó sobre la mesa cuando todos vieron que la muchacha estiraba sus ágiles y pequeñas manos y comenzaba a arrastrar hacia ella el montón de monedas que conformaban el botín. Sonreía con el tintineo del metal reluciente cayendo dentro de su bolso, que era música para sus oídos.

Su rival, un hombre robusto y moreno con una cicatriz que le cruzaba el rostro desde la ceja derecha hasta el mentón, frunció el ceño y aplastó sus cartas contra la mesa. Para él había algo que no encajaba, y no se tardó mucho en descubrirlo. Mientras la joven estiraba los brazos para recoger su premio, la esquina de una carta asomó apenas desde su manga larga. Los ojos del sujeto se entrecerraron con furia al ver la trampa revelada. Su puño izquierdo se cerró sobre las cartas, arrugándolas, y su voz grave retumbó como un trueno en toda la taberna:

¡Has hecho trampa! —escupió, con rabia, y golpeó la mesa tan fuerte que hizo saltar las monedas.

¡No es cierto! —negó Jun, fingiendo inocencia e indignación, pero incapaz de ocultar la sonrisa socarrona en sus labios que delataba la burla.

Mocosa tramposa. Entrégame el dinero, ahora —gruñó impaciente el hombre, con la voz ronca llena de veneno.

¿Tramposa yo? ¡Solo soy creativa con las reglas! —dijo con tono descarado, lanzándole una mirada desafiante.

A penas llegaría a recoger las últimas monedas y apartar sus manos de la mesa cuando un cuchillo largo se clavó en la madera, justo entre sus delgados dedos paliduchos. A Jun se le pararon los pelos del susto y retrajo los puños llevándoselos al pecho, pero no se achicó ni mostró miedo y, por el contrario, enseñó una mueca de irritación y desafío. Supo que la cosa se pondría fea y decidió que si tenía que pararse de manos contra ese tipo, lo haría.

¿Qué pasa? No sabes perder, viejo sarnoso.

El hombre, iracundo, no soportó más provocación. En un arranque de furia volteó la mesa, lanzando cartas, monedas, vasos y botellas por el aire. Antes de que Jun pudiera reaccionar, la tabla se desplomó sobre ella, haciéndola caer al suelo con todo y silla. Los cristales rotos repicaron en el suelo, y ella intentó protegerse cubriéndose la cabeza con los brazos, aunque recibiendo cortes menores y golpes en el proceso.

El caos se desató en la taberna. Los que estaban en la mesa se apartaron, algunos intentando evitar los problemas, mientras otros de los presentes observaban con interés desde sus lugares. Sin embargo, el conflicto no sería tolerado por los regentes del lugar. Ese tipo de comportamientos eran inaceptables en el Gran Perezoso y, en cuestión de segundos, un grupo de hombres intercedió con eficiencia y rapidez, inmovilizando al agresor de señoritas y sacándolo a empujones de la taberna, dispersando así el alboroto.

Jun, con la respiración agitada, apartó la mesa volcada con ayuda de una camarera y se puso de pie, sacudiéndose la mugre y los vidrios rotos de la ropa. A pesar del desorden y el caos, su actitud no cambió en absoluto. Con total indiferencia levantó la silla y la acomodó para volver a sentarse en medio de todo desastre como si nada hubiese pasado. Mientras lo hacía, sus ojos recorrieron la sala, consciente de que ahora todos la miraban. Estaba bien, pero la vergüenza empezó a calar en ella a pesar de que lo disimulaba bajo su habitual expresión altanera. Al notar que uno de los presentes le clavaba los ojos fijamente, sus labios se torcieron en una mueca de molestia.

¿Qué me ves? —espetó, amenazante.

El joven, intimidado y nervioso, desvió la vista de inmediato y se concentró en su plato de comida. Jun bufó y sonrió para sí misma, sintiéndose nuevamente en control. Aunque un poco magullada, había salido de aquella situación sin tener que usar su arma y con la dignidad intacta… ah, y más importante aún, con un bolso lleno de berries en su poder.
#2


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RE: ¿Piratas? ¿En Rostock? ¡Espero que Pidan Algo Más Que Agua! - por Jun Gunslinger - 26-08-2024, 09:11 AM

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