Solo necesitaba una respuesta de Byron. Pero antes de que eso sucediese, el chico desapareció delante de sus narices. Y, al mismo tiempo, pudo sentir algo divino que rodeaba aquel lugar. Así que, al final, sí que había una deidad. Asradi se mantuvo cerca del agua tras haberse bañado en la misma justo cuando notó como su cuerpo parecía más ligero, también más fuerte o resistente. En resumen: se encontraba de puta madre. No solo eso, sino que al mirar a su alrededor algunos de los que allí estaban comenzaron a mutar. El primero Yoshiro, que ahora parecía una criatura realmente temible y fiera. Luego uno de eses bichitos amarillos. Y también Octojin, al cual contempló con cierta admiración.
Ese sí era un gyojin llamativo. Pasaron tantas cosas en tan poco tiempo que, inicialmente, se sintió un poco aturullada. Pero de lo que sí fue consciente fue de que ella también había sido bendecida de alguna manera. El látigo que pendía de su cintura ahora era de una calidad superior. Así como una hermosa y delicada corona de oro, en forma de laurel, había aparecido en su cabeza, dándole un aspecto todavía más encantador si cabía.
Asradi sonrió abiertamente. Todavía tenía su canica en la bolsa. Y parecía que, de alguna manera u otra, el destino le sonreía también.
Octojin, recién nombrado como máximo adepto de los norfeicos, clamó la posición en la que se encontraba. Todos aquellos que se atreviesen a mancillar el nombre o la santidad de Norfeo sufrirían las consecuencias. Airgid también se había unido. Y ella...
Visto lo visto, no iba a ser menos. Alzó la mano en consecuencia.
— Yo también me dedicaré a proteger el buen nombre de Norfeo Magno, Gran Señor de los Sueños. — Hizo valer su opinión, acercándose a donde los otros dos se encontraban, uniéndose a ese lado del grupo, por así decirlo.
Pero lo que sucedió después le hizo parpadear un momento: Byron había aparecido nuevamente. Pero con otra apariencia. Una bastante desagradable y empobrecida, todo sea dicho. Los ojos azules de Asradi le recorrieron de arriba a abajo, hasta que tuvo que arrugar la nariz por el terrible olor a cebolla que desprendía. Incluso retrocedió con un par de saltitos. Todavía mantenía la cola de sirena ahora mismo.
— Te ves terrible. — Mencionó, mientras estiraba la mano para recoger la canica que Byron, muy generosamente le entregaba. La sonrisa de la sirena se afiló levemente, resguardando dicho objeto en la bolsa donde reposaba la otra.
Un trato era un trato, quizás. Y ya estaba aflojándose el resto de la prenda cuando, de repente, un descontrolado Yoshi se llevó a Byron por delante a lo animal. Asradi parpadeó y siguió con la mirada aquel suceso.
— Oh, bueno. Mala suerte. — Se encogió de hombros y volvió a atarse el top y a acomodarse la ropa. Al final sus tetas se quedaban donde estaban y exponerse. Dió unos cuantos saltitos para acercarse a donde estaban Octojin y Airgid. Les daría su apoyo si era necesario.
Pero había ganado una canica, ciertas bendiciones y un arma nueva. Y, ahora, se había unido a la secta de los norfeicos.
¿Qué podía salir mal?
Ese sí era un gyojin llamativo. Pasaron tantas cosas en tan poco tiempo que, inicialmente, se sintió un poco aturullada. Pero de lo que sí fue consciente fue de que ella también había sido bendecida de alguna manera. El látigo que pendía de su cintura ahora era de una calidad superior. Así como una hermosa y delicada corona de oro, en forma de laurel, había aparecido en su cabeza, dándole un aspecto todavía más encantador si cabía.
Asradi sonrió abiertamente. Todavía tenía su canica en la bolsa. Y parecía que, de alguna manera u otra, el destino le sonreía también.
Octojin, recién nombrado como máximo adepto de los norfeicos, clamó la posición en la que se encontraba. Todos aquellos que se atreviesen a mancillar el nombre o la santidad de Norfeo sufrirían las consecuencias. Airgid también se había unido. Y ella...
Visto lo visto, no iba a ser menos. Alzó la mano en consecuencia.
— Yo también me dedicaré a proteger el buen nombre de Norfeo Magno, Gran Señor de los Sueños. — Hizo valer su opinión, acercándose a donde los otros dos se encontraban, uniéndose a ese lado del grupo, por así decirlo.
Pero lo que sucedió después le hizo parpadear un momento: Byron había aparecido nuevamente. Pero con otra apariencia. Una bastante desagradable y empobrecida, todo sea dicho. Los ojos azules de Asradi le recorrieron de arriba a abajo, hasta que tuvo que arrugar la nariz por el terrible olor a cebolla que desprendía. Incluso retrocedió con un par de saltitos. Todavía mantenía la cola de sirena ahora mismo.
— Te ves terrible. — Mencionó, mientras estiraba la mano para recoger la canica que Byron, muy generosamente le entregaba. La sonrisa de la sirena se afiló levemente, resguardando dicho objeto en la bolsa donde reposaba la otra.
Un trato era un trato, quizás. Y ya estaba aflojándose el resto de la prenda cuando, de repente, un descontrolado Yoshi se llevó a Byron por delante a lo animal. Asradi parpadeó y siguió con la mirada aquel suceso.
— Oh, bueno. Mala suerte. — Se encogió de hombros y volvió a atarse el top y a acomodarse la ropa. Al final sus tetas se quedaban donde estaban y exponerse. Dió unos cuantos saltitos para acercarse a donde estaban Octojin y Airgid. Les daría su apoyo si era necesario.
Pero había ganado una canica, ciertas bendiciones y un arma nueva. Y, ahora, se había unido a la secta de los norfeicos.
¿Qué podía salir mal?