Asradi
Völva
26-08-2024, 04:24 PM
No, definitivamente no tenía muchas más opciones. O confiaba en ella o, simplemente, se dejaba morir ahí. Y sería muy estúpido por su parte elegir la segunda opción. Por lo que su respuesta le hizo sonreír de manera suave, susurrando incluso un ”Buen chico”. Dejó que se tomase su tiempo para comer la pasta de algas que le había dado. No sería nada recomendable que se atragantase. Mientras, ella terminó de limpiar la herida y cubrirla con algunas gasas limpias que guardaba en su mochila. Solo le quedaba un rollo más, por lo que tendría que racionarlo para cuando hiciese falta. Con eso, el ungüento que le había aplicado a la herida, y la infusión que comenzaría a preparar en cuanto tuviese la hoguera encendida, esperaba que fuese suficiente.
— No sé qué es lo que te ha atacado, ni la composición ponzoñosa, por lo que no puedo aplicarte un antídoto como tal. — Le explicó ligeramente, recogiendo alguna ramas de los alrededores,con premura, para volver a prender fuego en la hoguera. — Lo único que puedo hacer es ayudar a tu cuerpo a ir eliminando la toxina y bajarte la fiebre. Si eres tan fuerte como aparentas, todo saldrá bien.
Esa es la esperanza que quería tener, aunque siempre podían suceder complicaciones. Pero intentaría que no pasase o, de sucederse, estar ella allí pendiente para estabilizar a Octojin. Le escuchaba hablar, hacer ese esfuerzo para mantenerse despierto. De hecho, la sirena lo necesitaba despierto por ahora. Una vez le administrase la infusión, le dejaría dormir para que su cuerpo se centrase únicamente en combatir la fiebre y la toxina. Aunque no pudo evitar sonreír de manera suave cuando halagó su conocimiento medicinal.
— Todavía estoy aprendiendo, aunque has tenido suerte de no estar solo en esta situación. — No quería ni pensar que pudiese haber sucedido. Sobre todo si el gyojin no tenía alguna noción de medicina o, al menos, primeros auxilios.
Con un par de piedras hizo la chispa necesaria, chocándolas la una contra la otra, para volver a prender la hoguera. Todavía había agua dulce que puso en un recipiente rudimentario y cerca del fuego para que hirviese. Con eso haría la infusión que le daría al gyojin tiburón para ayudar a su cuerpo a ir eliminando también el veneno poco a poco.
Estaba en ello cuando escuchó un par de fuertes graznidos, lo que le hizo elevar la cabeza. Junto con una mueca preocupada. Allí en el cielo, volando en círculos sobre sus cabezas, se encontraba un grupo de pájaros gigantes acechándoles, dando vueltas como buitres en busca de un buen almuerzo que llevarse al pico. El ceño de la sirena se frunció de inmediato.
— Lo sé, pero no sé si sea conveniente moverte ahora. — Podría intentar ahuyentarlos... Pero no estaba segura de si funcionaría, o eso pudiese atraer a más bestias.
Estaban en una situación delicada. Y peligrosa al mismo tiempo.
No sabía si el fuego los ahuyentaría, sobre todo teniendo ese tamaño. Podrían regresar al mar, ahí estarían más seguros. Pero Octojin aún estaba delicado, el mar todavía estaba lejos de donde se encontraban. Y se exponían, al mismo tiempo, a que otra bestia les interceptase, no estando el gyojin tiburón en condiciones.
— Solo podemos quedarnos aquí por ahora y resistir. Y esperar que se olviden de nosotros. — Algo que, por desgracia, veía poco probable.
El agua terminó de hervir relativamente rápido, por lo que pudo infusionar la hierba casi de inmediato en una taza de latón que llevaba consigo durante sus viajes. Se acercó a Octojin y le hizo entrega de la misma.
— Tómatelo poco a poco. Yo vigilaré. — Se ofreció. Era ella la que estaba en mejor condición, al fin y al cabo.
— No sé qué es lo que te ha atacado, ni la composición ponzoñosa, por lo que no puedo aplicarte un antídoto como tal. — Le explicó ligeramente, recogiendo alguna ramas de los alrededores,con premura, para volver a prender fuego en la hoguera. — Lo único que puedo hacer es ayudar a tu cuerpo a ir eliminando la toxina y bajarte la fiebre. Si eres tan fuerte como aparentas, todo saldrá bien.
Esa es la esperanza que quería tener, aunque siempre podían suceder complicaciones. Pero intentaría que no pasase o, de sucederse, estar ella allí pendiente para estabilizar a Octojin. Le escuchaba hablar, hacer ese esfuerzo para mantenerse despierto. De hecho, la sirena lo necesitaba despierto por ahora. Una vez le administrase la infusión, le dejaría dormir para que su cuerpo se centrase únicamente en combatir la fiebre y la toxina. Aunque no pudo evitar sonreír de manera suave cuando halagó su conocimiento medicinal.
— Todavía estoy aprendiendo, aunque has tenido suerte de no estar solo en esta situación. — No quería ni pensar que pudiese haber sucedido. Sobre todo si el gyojin no tenía alguna noción de medicina o, al menos, primeros auxilios.
Con un par de piedras hizo la chispa necesaria, chocándolas la una contra la otra, para volver a prender la hoguera. Todavía había agua dulce que puso en un recipiente rudimentario y cerca del fuego para que hirviese. Con eso haría la infusión que le daría al gyojin tiburón para ayudar a su cuerpo a ir eliminando también el veneno poco a poco.
Estaba en ello cuando escuchó un par de fuertes graznidos, lo que le hizo elevar la cabeza. Junto con una mueca preocupada. Allí en el cielo, volando en círculos sobre sus cabezas, se encontraba un grupo de pájaros gigantes acechándoles, dando vueltas como buitres en busca de un buen almuerzo que llevarse al pico. El ceño de la sirena se frunció de inmediato.
— Lo sé, pero no sé si sea conveniente moverte ahora. — Podría intentar ahuyentarlos... Pero no estaba segura de si funcionaría, o eso pudiese atraer a más bestias.
Estaban en una situación delicada. Y peligrosa al mismo tiempo.
No sabía si el fuego los ahuyentaría, sobre todo teniendo ese tamaño. Podrían regresar al mar, ahí estarían más seguros. Pero Octojin aún estaba delicado, el mar todavía estaba lejos de donde se encontraban. Y se exponían, al mismo tiempo, a que otra bestia les interceptase, no estando el gyojin tiburón en condiciones.
— Solo podemos quedarnos aquí por ahora y resistir. Y esperar que se olviden de nosotros. — Algo que, por desgracia, veía poco probable.
El agua terminó de hervir relativamente rápido, por lo que pudo infusionar la hierba casi de inmediato en una taza de latón que llevaba consigo durante sus viajes. Se acercó a Octojin y le hizo entrega de la misma.
— Tómatelo poco a poco. Yo vigilaré. — Se ofreció. Era ella la que estaba en mejor condición, al fin y al cabo.