Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
26-08-2024, 08:12 PM
(Última modificación: 25-09-2024, 09:16 AM por Ragnheidr Grosdttir.)
— ¿Qué demonios dice? Tiene la voz bonita, femenina. Me gusta. Me recuerda a Hilda ... — Se dijo el mismo al tiempo que el metal de aquel cubo le rebotaba contra la frente a cada paso que daba. No le dolía, pero a base de golpearse estaba comenzando una extraña relación con ese sonido, se le metía en la cabeza y no salía ni para dormir. Quizás por eso estaba durmiendo como el culo los últimos días. No siempre portaba un cubo como aquel, pero cierto era que tapaba bastante correctamente toda opción de identificar su rostro y en el basurero abundaban. — Igual me estoy pasando ... La muchacha no se está intentando escapar, suena agradable lo que dice ... ¿Creerá que la he salvado? — Mientras hablaba aquella mujer, él iba comentando la jugada. — A ver, la he salvado, de eso no hay duda, pero yo solo quería follar. Necesito desestresarme, esta isla saca lo peor de mí. — Bufó dentro del casco.
— ¡ALTOOOOOOOOOOOOOOOOOOO! — Gritó una esponjosa niña. Medía cerca de ... A saber, era muy pequeña. Se le movía el moño mal hecho mientras corría como un demonio. — ¡Qué crees que haces, Happi! — Hammond frenó justo a las puertas de su chabola. — Denne jævla gutten igjen. — La niña al fin llegó hasta ellos. Miró a la mujer, después al casco. — ¿Puedes bajarla? graciaaasssss ... — Y la bajó. ¿La había entendido? Muchas veces no hacía falta entender algo para comprender lo que uno quería decir. Venture conocía a Melys, la niña podía ser un dolor de huevos importante si se ponía en ... Modo Melys. Además, el rubio desconocía por qué, pero entendía bastante bien lo que solía querer decir. En este caso tan solo liberó de su atrapadera a la mujer porque se olía qué quería el muñeco parlante ese. — Chica, ¿estás bien? — Sonaba con un tono repipi intencional. Le puso una mano en la pierna derecha. — Perdona a mi bruto amigo, no tiene maldad. — Estaba a punto de violarla. — Es demasiado imprudente y a veces se olvida de que Josis es quién decide lo que hacemos todos. ¡Tonto! — Hammoned gruñó al escuchar el nombre. Josis era el dueño de parte de aquel basurero. Un cura que consiguió hacerse un nombre y adoctrinar a pobres almas que vagaban en soledad, perdidas. Hammond era una de ellas, una de las que tomó en propiedad por gusto, sin preguntar. Que alimentó, sí, pero que creyó que gobernaba como al resto. Pero Hammond Venturre era un alma libre.
Apuntó con su iris azul a la rubia. — Jeg beklager Jeg burde ha forlatt deg et annet sted. Hvis han finner deg, kommer du aldri ut herfra. Det er min feil. — No entendería nada, eso sería una desgracia. — Bah, no le hagas ni caso ... Bueno, como si pudieras ¡jajajajaja! — Reía como una ratita, tenía ese toque angelical que solo una niña puede tener, en la voz, en algunos aspectos de su carácter, pero se hacía tan pesada tan rápido. Graciosamente, eso también era un añadido de su edad. De repente el cuerpo de Hammond cayó al suelo de rodillas. Sus brazos estaban puestos hacia atrás, pegados a la espalda. — De verdad creías ... Que escaparías, Grande. — Grande era el apodo que le pusieron varios personajes de "La granja" que era el lugar que gobernaba con mano de hierro el sacerdote Josis. — Ming. — Susurró la niña. — ¡No ha escapado, solo estaba ayudando a la muchacha! — Alzó los brazos. Ming era un tipo de metro ochenta, rasgos decrépitos ... Muy delgado, siempre con el cabello hacia delante, cubriéndole el rostro. Su mirada era la de un hombre perdido, con un apagado gris que ocultaba sus intenciones. Tenía las manos ocultas bajo lo que podría ser fácilmente la gabardina más larga y grande de todo el Grand Line, si estuviéramos allí. Llegó relativamente rápido hasta la espalda de Hammond. Levantó el pulgar y las muñecas del nórdico se alzaron, ejerciendo presión y dolor ene l hombre. Pero nuestro protagonista no se quejó, de hecho, no dijo absolutamente nada. Conocía, por aquellos pocos días, qué tipo de hombre era Ming. Se decía un mandado de Josis, un defensor de "La granja", pero la realidad es que solo buscaba aplicar dolor, esa era su cualidad. — Hunden ... — Exacto, era El perro.
Ming le golpeó el casco con desprecio. — Si te sirve de algo salvaje, he perdido mi apuesta. Yo creía que acabarías intentando escapar a la media hora de llegar, no a los varios días. Pero el caso es que estás ahí. Y yo estoy aquí. — Le volvió a golpear el casco con la mano. De sus dedos se podían ver unos hilos plateados, los mismos con los que logró atar las piernas y muñecas del gigante hombre. Ming no era un cualquiera, de hecho en "La granja" realmente si debían tener cuidado con alguien, era con él. — Melys, te has encariñado con él, pero ya vendrá otro. Esta isla atrae a cien mil turistas al día. — Exageró. — Ya sé que no puede hablar, que eso le da el mismo encanto que podría tener un perro. Pero ha fallado a una de las reglas que tenemos, que tengo yo y que tienes tú. — La señaló con insistencia, pasando ligeramente aquella vista apagada por la rubia. — Hay que hacer lo que Padre nos pide, no podemos negarnos. — Tiró de su mano derecha, apretando más las muñecas y los brazos de Hammod.
Ahora sí que no pudo evitarlo y gritó de dolor. Melys infló los carrillos, frustrada. Tomó de la mano a Airgid. — Vamos a la Granja, te la enseñaré. Es donde vivimos todos. — Tiró de la mujer. — Es donde Ming llevará a Happi, allí podremos hablar con Padre para que lo libere, con el sí que se puede hablar ... — Le sacó la lengua a Ming. Y el moreno varón de no más de setenta kilos, estalló en ira. — ¡Deja de hacer la idiota, por el amor de dios! — Buscó relajarse tirando de su gabardina, como solo un tipo con problemas haría. — ¿Cuál es tu nombre, chica? — Preguntó a la rubia. — Si te ha hecho algún mal, no debes temer, se le ajusticiara como es debido ante el nombre de dios y ante la ... — Melys volvió a sacarle la lengua y el tipo volvió a estallar en una rabia que no contuvo ni un solo segundo. Parecía ser de emociones sensibles, fácil de hacerlo explotar. Eso era un dato relevante a tener en cuenta en futuras interacciones con el pirata de "La granja". — ¡Te detesto niña! — Comenzó a caminar tras Melys. Alzó a Hammond, levantó dos dedos y el cuerpo del vikingo se alzó al unísono. Realmente estaba intentando librarse a base de pura fuerza, pero no estaba sirviendo de nada, aquello era malditamente imposible de romper, ¿de qué estaba hecho?
La niña, Airgid, Ming y un indefenso Hammond, caminaron y caminaron. Fueron más de media hora hasta llegar donde buscaban. El camino era peculiar, pues la basura se iba abriendo haciendo como olas, separadas unas de otras no más de un metro. Esas olas cada vez eran más grandes hasta que una de la que pasaron llegaba casi a los seis metros. Como dunas de un desierto. ¿Cómo podía tirar tanta mierda la gente?
En el caminar Hammond veía por debajo de su cubo, algo se le quedó grabado "Familia Blackmore" decía en muchos panfletos. — Es una de las familias importantes de esta isla, debe de serlo. Lo sé madre. — Miró al cielo. — Serían un objetivo maravilloso para nuestro plan. — Pensar en posibles planes cuando seguramente no volverías a ver la luz de sol pudiera no ser la mejor idea, ¿pero qué más podía hacer que divagar? Sintió las irremediables ganas de alzar peso, como un venazo que te llega sin pedirlo. Suplía esta demanda física intentando romper las cuerdas de metal. Ejercía toda la presión que le permitían los brazos, pero solo se movían un poco, cuando Mings se daba cuenta, volvía a apretar, retrocediendo de nuevo hasta el inicio sus intenciones. Sin embargo eso le servía para ejercitarse, llevar la presión al máximo. Presionó y presionó hasta que una zona de su cuerpo, concretamente el codo derecho, se volvió intangible. Fue tan solo un segundo, volvió rápido a su estado natural. Fue en ese instante cuando por fin cayó en lo estúpido que había estado siendo.
Parecía que al fin estaban llegando donde querían. — Huele a ...
— Puahg ... Basura. — Ming la golpeó en la cabeza con uno de sus hilos.
— ¡Hogar! — Melys rió. Ming también. Al fin estaban en casa. Ming golpeó en las rodillas al prisionero y Hammond, obediente, se agachó. Aquel lugar no era como todo lo demás en aquel mundo de basura. Habían logrado conseguir un pequeño ... ¿Barrio? ¿ciudad? no era tan grande para ser una ciudad. Usaban la basura para darle formas a cosas que se podían ver en las ciudades. Farolas, basuras. Sí, basuras construidas con basuras. Incluso algún animal. Claro allí no pisaban, al menos no los amables, los que solo querían ronronear un rato. En el basurero tan solo caían los depredadores seguros de que de allí sacarían comida. La gente formó construcciones moderadamente importantes con la basura, como por ejemplo locales. Se podía ver como se ensamblaba la madera con objetos inútiles.
La última "duna" de basura casi de quince metros. Nuestros protagonistas estaban en lo alto de esta. Aquello era como una barrera natural, pero para conseguir eso tuvieran que trabajar como esclavos reales durante mucho tiempo. Ming respiraba el apestoso aire de aquella mini ciudad, cuando Hammond volvió ambos brazos en gas y se liberó. Se dejó caer por la duna de basura, pero se puso de pie rápido con un enorme salto. Ming intentó lanzarle uno de sus hilos, pero no logró acertar. Su rostro denotaba enfado. Mira que escaparse justo a las puertas de "La granja" — ¡Happi no hagas el estúpido! — Gritó Melys. — ¡Vuelve con Ming! — ¿Estaba loca? lo iban a ejecutar, pero aun así le pedía volver a la muerte. — Til helvete med deg og den demonen. Til helvete med Farmen og med Josis. Du vil ikke drepe meg i dag! — Como era de esperar, muchos se acercaron a ver que ocurría. A todo esto el cuerpo de Ming desapareció. Un tipo de aspecto amable intentó tocarle el hombro a Hammond, pero el nórdico lo vio venir e intuyó que sería un enemigo, así que le golpeó con todas sus fuerzas en el estómago, enviándolo a volar. Estaba muy desesperado, alterado, sin saber qué hacer. Estaba en "La granja" rodeado de gente. — ¡Cómo me he metido en esto! no se me ocurre un lugar peor donde empezar una pelea. No saldré de aquí con vida a este paso ... Piensa ... Piensa. — Pero pensar no era tampoco una tarea fácil. Rápidamente una oleada de personas, alrededor de veinte, rodearon al hombre rubio.
— ¡Se acabó! — El único que se giró para poder verlo a la cara, fue Hammond. — Vamos chico, quítate esa basura de la cabeza. — A paso lento, el hombre apareció entre la gente. Detrás de él, más personas dado la alarma liberada por Hammond. En total, unos cien personajes, casi un ejército. Medía dos metros, pelo canoso, cruces visibles en varios lugares y una biblia en las manos. Su vestimenta era la de un cura, completamente de negro salvo algunas líneas difusas de blanco que le daban una imagen más ... "angelical" si es que eso era posible. Las arrugas de su cara se estiraban casi hasta el infinito con la maliciosa sonrisa que mostró. Era un agujero de arrugas que rompían una piel maltratada por la edad y los vicios. Allí se le respetaba tanto, pero tanto, que cuando llegó a estar frente a Hammond, unos cinco metros les separaban, alguien se le arrodilló delante, para besarle uno de los anillos de diamantes que portaba. Hammond se quitó el casco. Tenía el pelo bastante largo, el aire lo movió hacia el frente, así que tuvo que retenerlo tras su oreja izquierda. — Du har endelig dukket opp. Josis. — Josis sonrió. — Claro que he aparecido, hijo mío. Yo siempre estoy cerca de mis niños, no podéis escapar. No si él no lo permite. — Apuntó con el dedo índice al cielo. — Vaya ... Esto es ... Un momento extraño, Hammond. — Se acercó, parecía no temer la ira del vikingo. — ¿Por qué escapar? Creo que te hemos brindado todo lo que necesitabas, comida, ropa, un sitio donde dormir a salvo de las bestias. Incluso con promesa de vuelta a tu hogar si es lo que querías, ¿tanto costaba esperar? !jævla idiot¡ — Soltó en otro idioma, el mismo idioma en el que hablaba Venture. No solo podía conversar con él, sino que lo entendía a la perfección.
Josis alzó la mano y la imagen de Ming se volvió visible de nuevo. — Detén tu instinto asesino. — Estaba detrás de Hammond, empuñando sus hilos, cerca de atrapar el gigantesco cuello del nórdico como el animal que era. Rápidamente Ming hizo caso, aunque le costó en un primer instante. Deseaba acabar con la vida de Venture, lo anhelaba, sus ojos, apagados como los agujeros de un tornado, buscaban dar alimento a aquella desagradable mezcla de emoción que le entregaba la sangre. — La vida de este hombre pende de un hilo. Pero no seré yo, ni ninguno de nosotros los que dictemos su destino. Solo dios puede decidir. — Respiró profundamente, después volvió a mirar a la pequeña Melys, que soltó la mano de Airgid y fue volando hasta Padre a quién abrazó efusivamente. — ¿Estás bien, pequeña? — La dejó en el suelo. — Sí, padre, lo estoy. Mire, hay alguien nuevo, alguien que podría pertenecer a la granja. ¡Sería una gran incorporación! — Estaba hablando de la rubia. Josis avanzó un par de pasos. — ¿Puedes venir, jovencita? — Le dijo, con una sonrisa apacible en el rostro.
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Melys.
Melys es una niña que, a pesar de tener apenas 6 años, ha tenido que madurar mucho más rápido debido a las duras circunstancias de su vida. El abandono en el basurero cuando era solo un bebé ha dejado huellas profundas en su psique, aunque no lo manifieste abiertamente. Fue rescatada por Josis, una figura maternal y protectora que la ha criado con amor en "La Granja", un lugar que para Melys es el mundo entero. Para ella, la vida es un conjunto de rutinas simples, pero seguras: las tareas, las conversaciones con Josis y sus intentos por entender a las personas a su alrededor. Su fe, aunque vaga e infantil, está profundamente ligada a lo que Josis le ha enseñado. Para Melys, todo lo que ocurre en "La Granja" tiene un propósito o es parte de un gran plan que no comprende del todo. Aunque es pequeña, se siente segura en este entorno porque es lo único que conoce. Las ideas de peligro, maldad o traición son abstractas para ella. Si bien sabe que fue abandonada, no tiene un recuerdo claro de ello, así que no hay rencor, solo un vacío que ella llena con las historias que se ha contado a sí misma. Melys es curiosa, pero también tiene una profunda necesidad de complacer a quienes la rodean, especialmente a Josis. Admira profundamente a Hammond, un hombre nórdico que la trata con amabilidad y a quien ve como una figura paternal, aunque no entiende absolutamente nada de lo que él le dice. Para Melys, su relación es perfecta, ya que ella proyecta en él lo que desearía escuchar o sentir. Cada gesto que él hace, ella lo interpreta como algo positivo, reforzando su percepción de que la gente a su alrededor la quiere y cuida.
Es una niña vivaz, pero en su interior hay una vulnerabilidad que no muestra abiertamente. No conoce ningún estilo de combate porque nunca ha tenido que enfrentarse a situaciones de peligro directo, y si bien parece ser inocente en muchos aspectos, su mirada a veces revela una comprensión más profunda de lo que debería tener para su edad. Su vida hasta ahora ha sido relativamente tranquila, pero su mente está llena de preguntas sobre el mundo más allá de "La Granja". Si alguna vez se enfrenta a ese exterior desconocido, podría descubrir aspectos de sí misma que hasta ahora ha mantenido enterrados, como la fortaleza interna que ha desarrollado sin saberlo o el dolor de un pasado que aún no comprende del todo. A pesar de las dificultades de su vida, Melys es una niña resiliente, capaz de encontrar alegría en lo cotidiano. Tiene una imaginación rica y a menudo juega sola, creando mundos donde puede controlar lo que sucede, en contraste con la incertidumbre de su pasado. Su personalidad dulce, leal y curiosa hace que sea fácil de querer, pero detrás de esa fachada infantil se esconde una niña que, aunque no lo sepa, ha aprendido a sobrevivir en un mundo que no siempre ha sido amable con ella.
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Josis.
El Padre Josis, conocido por el sobrenombre temido de "Calamidad", es una figura de autoridad casi mítica en la isla Dawn. Su presencia es imponente y su reputación, aterradora. Aunque llegó a la isla desde un lugar lejano para predicar su fe, su misión no es de misericordia, sino de dominio y control absoluto. Para Josis, su visión del mundo es clara y tajante: todo en la vida de "La Granja" y sus habitantes debe ser regido por las leyes divinas que él interpreta sin piedad. Se ve a sí mismo no solo como un guía espiritual, sino como el brazo ejecutor de la voluntad de Dios, sin espacio para debilidad o transgresiones.Su personalidad está marcada por una mezcla de fanatismo religioso y tiranía. Cree firmemente en la pureza de su misión, hasta el punto de que cualquier oposición, por mínima que sea, es vista como una afrenta directa contra el orden divino que ha impuesto. Josis no es solo un predicador; es un dictador religioso que ejerce su poder con mano de hierro. No muestra compasión ni indulgencia con aquellos que fallan o desafían sus reglas. La fe, para él, no es una elección, es una imposición. Esta rigidez lo ha llevado a desarrollar métodos crueles para mantener el control sobre "La Granja", donde los castigos y los ajusticiamientos públicos son comunes, una demostración de su poder que siembra el miedo en todos.Josis es un hombre metódico y calculador, que organiza su dominio sobre "La Granja" con precisión. Todo lo que entra o sale de su territorio debe pasar por su supervisión o, al menos, dejarle un porcentaje. Su control no se limita solo a los recursos materiales, sino también a los cuerpos y almas de sus seguidores. Al prohibir las relaciones personales, el alcohol y otros vicios, Josis busca mantener a sus seguidores en un estado de pureza que él define, asegurándose de que todos estén dedicados únicamente a la misión divina. Cualquier desviación de ese camino es vista como una amenaza al orden, y las consecuencias son terribles. Este nivel de control absoluto ha convertido a "La Granja" en un lugar tan temido como reverenciado.
Su crueldad y dureza no solo se manifiestan en su control dentro de "La Granja", sino también en sus incursiones fuera de ella. Josis ha liderado pequeñas guerrillas contra el reino, orquestado secuestros de nobles y llevado a cabo actos de terrorismo que han sembrado el caos en la isla durante la última década. Él cree que estas acciones están justificadas por su fe; para él, son misiones divinas destinadas a purgar el mundo de la corrupción que lo rodea. Es una figura inquebrantable, incapaz de ver los errores en su propio comportamiento, pues está convencido de que todo lo que hace está respaldado por una autoridad superior a la de los hombres: la de Dios. El carisma de Josis es innegable. A pesar de sus métodos brutales, cientos de personas le siguen con devoción ciega, dispuestas a hacer cualquier cosa por él. Su capacidad para manipular a las masas es una de sus mayores fortalezas, y su ejército de hombres, mujeres y niños no duda en cometer actos atroces en su nombre, porque creen en la redención que él les promete. Esta devoción fanática ha creado una comunidad cerrada y hostil, completamente entregada a Josis y su visión del mundo. Los seguidores de "La Granja" no son solo subordinados; son fanáticos dispuestos a morir o matar por él.
En combate, Josis es tan temible como en su liderazgo. Es un espadachín consumado, capaz de ejecutar con precisión letal, pero también un asesino sigiloso que sabe cómo acabar con sus enemigos sin darles oportunidad de defenderse. Su estilo de lucha es despiadado, rápido y mortal, reflejando su personalidad implacable. Para Josis, el combate es otra forma de imponer la voluntad de Dios, y no muestra piedad en la batalla, del mismo modo que no la muestra en su vida diaria.En resumen, el Padre Josis es una figura autoritaria y fanática, gobernada por una fe que utiliza como herramienta de control y terror. Su crueldad, carisma y habilidad para manipular tanto a sus seguidores como a sus enemigos lo convierten en una fuerza devastadora en la isla Dawn. Es una calamidad para aquellos que se atreven a desafiar su dominio, un hombre que ha fundido su fe en un arma para someter y destruir, todo mientras se presenta a sí mismo como un salvador.
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Ming.
"Mano Suelta" Ming es un hombre profundamente marcado por su oscuro pasado, pero también por su inesperada redención. Antiguo criminal y pirata, en sus días más despiadados navegó los mares con una brutalidad fría y calculada, amasando una reputación de ser implacable y sanguinario. No tenía escrúpulos ni remordimientos, ya que el mundo le había enseñado que la única ley era la de sobrevivir a cualquier costo. Sin embargo, su vida cambió cuando cruzó caminos con el padre Josis. Josis no lo redimió a través de una conversión moralista o sermones, simplemente le mostró una nueva forma de existencia, donde Ming podía encontrar propósito y lealtad. Para Ming, Josis es más que un líder o un mentor, es una figura casi paternal, alguien que le dio una segunda oportunidad en un mundo que parecía condenado. Esa lealtad ciega hacia Josis es el motor que guía todas sus acciones, por más crueles o sombrías que puedan parecer. Donde otros podrían cuestionar la moralidad de ciertos encargos, Ming no lo hace. Si Josis lo pide, Ming lo ejecuta, sin vacilar, porque siente que es su forma de pagar una deuda impagable. Es consciente de su propia naturaleza oscura y no busca redimirse en los ojos del mundo; solo busca cumplir con su rol para quien le salvó de sí mismo. Su apodo, "Mano Suelta", refleja tanto su habilidad para la violencia como su distanciamiento emocional al ejercerla. No siente placer en matar, pero tampoco culpa, lo ve como una tarea más, una extensión de su deber. En ese sentido, es pragmático y calculador. A diferencia de otros asesinos, Ming no se recrea en la crueldad innecesaria. Es eficiente y directo, lo que lo hace aún más temido. Cada asesinato es metódico, limpio, casi artístico en su precisión. La capacidad que le otorga su Akuma no Mi, que lo vuelve parcialmente invisible, no es solo una herramienta física, sino también una metáfora de su manera de ser. Ming ha aprendido a moverse en las sombras, no solo en combate, sino también en la vida. Prefiere no ser el centro de atención; de hecho, se siente más cómodo cuando pasa desapercibido. Es un maestro en el uso de hilos de metal, combinando su invisibilidad parcial con el control de estos hilos para realizar ataques precisos, letales, y silenciosos. Su estilo de combate refleja su personalidad: no ataca de frente, sino que se desliza entre las grietas, haciendo que sus enemigos ni siquiera sepan qué los golpeó hasta que es demasiado tarde. A nivel emocional, Ming es reservado. No es que sea incapaz de sentir, pero ha aprendido a controlar y encerrar sus emociones bajo una capa de dureza y frialdad. Esto no significa que no tenga una moralidad interna; más bien, ha logrado desligarla de las acciones que lleva a cabo en nombre de Josis. Su lealtad a Josis y la vida en "La Granja" son lo que define su brújula moral, no conceptos abstractos como el bien o el mal. Tiene un sentido de justicia, pero es una justicia moldeada por la supervivencia y la lealtad, no por las normas sociales.
Es difícil para otros acercarse emocionalmente a él. Mantiene una distancia, incluso de aquellos con quienes trabaja. Sin embargo, Josis es la excepción, la única persona a la que podría abrirse, aunque eso rara vez sucede. Cualquiera que lo vea de cerca notaría el conflicto interno que nunca verbaliza: la tensión entre el hombre que una vez fue y el hombre que intenta ser ahora.A pesar de sus actos ruines, Ming tiene un código personal, uno que no revelaría a nadie. Detesta la traición, ya que para él la lealtad es la única moneda verdadera. Aunque es capaz de realizar los actos más oscuros, desprecia a quienes lo hacen por placer. Para él, la violencia es una herramienta, no una fuente de satisfacción. En el fondo, "Mano Suelta" Ming es un hombre en constante lucha consigo mismo, atrapado entre el asesino despiadado que fue y el devoto seguidor que es ahora. Vive sabiendo que el perdón absoluto nunca le será otorgado, pero encuentra paz en servir con lealtad a la única figura que le dio un propósito.
— ¡ALTOOOOOOOOOOOOOOOOOOO! — Gritó una esponjosa niña. Medía cerca de ... A saber, era muy pequeña. Se le movía el moño mal hecho mientras corría como un demonio. — ¡Qué crees que haces, Happi! — Hammond frenó justo a las puertas de su chabola. — Denne jævla gutten igjen. — La niña al fin llegó hasta ellos. Miró a la mujer, después al casco. — ¿Puedes bajarla? graciaaasssss ... — Y la bajó. ¿La había entendido? Muchas veces no hacía falta entender algo para comprender lo que uno quería decir. Venture conocía a Melys, la niña podía ser un dolor de huevos importante si se ponía en ... Modo Melys. Además, el rubio desconocía por qué, pero entendía bastante bien lo que solía querer decir. En este caso tan solo liberó de su atrapadera a la mujer porque se olía qué quería el muñeco parlante ese. — Chica, ¿estás bien? — Sonaba con un tono repipi intencional. Le puso una mano en la pierna derecha. — Perdona a mi bruto amigo, no tiene maldad. — Estaba a punto de violarla. — Es demasiado imprudente y a veces se olvida de que Josis es quién decide lo que hacemos todos. ¡Tonto! — Hammoned gruñó al escuchar el nombre. Josis era el dueño de parte de aquel basurero. Un cura que consiguió hacerse un nombre y adoctrinar a pobres almas que vagaban en soledad, perdidas. Hammond era una de ellas, una de las que tomó en propiedad por gusto, sin preguntar. Que alimentó, sí, pero que creyó que gobernaba como al resto. Pero Hammond Venturre era un alma libre.
Apuntó con su iris azul a la rubia. — Jeg beklager Jeg burde ha forlatt deg et annet sted. Hvis han finner deg, kommer du aldri ut herfra. Det er min feil. — No entendería nada, eso sería una desgracia. — Bah, no le hagas ni caso ... Bueno, como si pudieras ¡jajajajaja! — Reía como una ratita, tenía ese toque angelical que solo una niña puede tener, en la voz, en algunos aspectos de su carácter, pero se hacía tan pesada tan rápido. Graciosamente, eso también era un añadido de su edad. De repente el cuerpo de Hammond cayó al suelo de rodillas. Sus brazos estaban puestos hacia atrás, pegados a la espalda. — De verdad creías ... Que escaparías, Grande. — Grande era el apodo que le pusieron varios personajes de "La granja" que era el lugar que gobernaba con mano de hierro el sacerdote Josis. — Ming. — Susurró la niña. — ¡No ha escapado, solo estaba ayudando a la muchacha! — Alzó los brazos. Ming era un tipo de metro ochenta, rasgos decrépitos ... Muy delgado, siempre con el cabello hacia delante, cubriéndole el rostro. Su mirada era la de un hombre perdido, con un apagado gris que ocultaba sus intenciones. Tenía las manos ocultas bajo lo que podría ser fácilmente la gabardina más larga y grande de todo el Grand Line, si estuviéramos allí. Llegó relativamente rápido hasta la espalda de Hammond. Levantó el pulgar y las muñecas del nórdico se alzaron, ejerciendo presión y dolor ene l hombre. Pero nuestro protagonista no se quejó, de hecho, no dijo absolutamente nada. Conocía, por aquellos pocos días, qué tipo de hombre era Ming. Se decía un mandado de Josis, un defensor de "La granja", pero la realidad es que solo buscaba aplicar dolor, esa era su cualidad. — Hunden ... — Exacto, era El perro.
Ming le golpeó el casco con desprecio. — Si te sirve de algo salvaje, he perdido mi apuesta. Yo creía que acabarías intentando escapar a la media hora de llegar, no a los varios días. Pero el caso es que estás ahí. Y yo estoy aquí. — Le volvió a golpear el casco con la mano. De sus dedos se podían ver unos hilos plateados, los mismos con los que logró atar las piernas y muñecas del gigante hombre. Ming no era un cualquiera, de hecho en "La granja" realmente si debían tener cuidado con alguien, era con él. — Melys, te has encariñado con él, pero ya vendrá otro. Esta isla atrae a cien mil turistas al día. — Exageró. — Ya sé que no puede hablar, que eso le da el mismo encanto que podría tener un perro. Pero ha fallado a una de las reglas que tenemos, que tengo yo y que tienes tú. — La señaló con insistencia, pasando ligeramente aquella vista apagada por la rubia. — Hay que hacer lo que Padre nos pide, no podemos negarnos. — Tiró de su mano derecha, apretando más las muñecas y los brazos de Hammod.
Ahora sí que no pudo evitarlo y gritó de dolor. Melys infló los carrillos, frustrada. Tomó de la mano a Airgid. — Vamos a la Granja, te la enseñaré. Es donde vivimos todos. — Tiró de la mujer. — Es donde Ming llevará a Happi, allí podremos hablar con Padre para que lo libere, con el sí que se puede hablar ... — Le sacó la lengua a Ming. Y el moreno varón de no más de setenta kilos, estalló en ira. — ¡Deja de hacer la idiota, por el amor de dios! — Buscó relajarse tirando de su gabardina, como solo un tipo con problemas haría. — ¿Cuál es tu nombre, chica? — Preguntó a la rubia. — Si te ha hecho algún mal, no debes temer, se le ajusticiara como es debido ante el nombre de dios y ante la ... — Melys volvió a sacarle la lengua y el tipo volvió a estallar en una rabia que no contuvo ni un solo segundo. Parecía ser de emociones sensibles, fácil de hacerlo explotar. Eso era un dato relevante a tener en cuenta en futuras interacciones con el pirata de "La granja". — ¡Te detesto niña! — Comenzó a caminar tras Melys. Alzó a Hammond, levantó dos dedos y el cuerpo del vikingo se alzó al unísono. Realmente estaba intentando librarse a base de pura fuerza, pero no estaba sirviendo de nada, aquello era malditamente imposible de romper, ¿de qué estaba hecho?
La niña, Airgid, Ming y un indefenso Hammond, caminaron y caminaron. Fueron más de media hora hasta llegar donde buscaban. El camino era peculiar, pues la basura se iba abriendo haciendo como olas, separadas unas de otras no más de un metro. Esas olas cada vez eran más grandes hasta que una de la que pasaron llegaba casi a los seis metros. Como dunas de un desierto. ¿Cómo podía tirar tanta mierda la gente?
En el caminar Hammond veía por debajo de su cubo, algo se le quedó grabado "Familia Blackmore" decía en muchos panfletos. — Es una de las familias importantes de esta isla, debe de serlo. Lo sé madre. — Miró al cielo. — Serían un objetivo maravilloso para nuestro plan. — Pensar en posibles planes cuando seguramente no volverías a ver la luz de sol pudiera no ser la mejor idea, ¿pero qué más podía hacer que divagar? Sintió las irremediables ganas de alzar peso, como un venazo que te llega sin pedirlo. Suplía esta demanda física intentando romper las cuerdas de metal. Ejercía toda la presión que le permitían los brazos, pero solo se movían un poco, cuando Mings se daba cuenta, volvía a apretar, retrocediendo de nuevo hasta el inicio sus intenciones. Sin embargo eso le servía para ejercitarse, llevar la presión al máximo. Presionó y presionó hasta que una zona de su cuerpo, concretamente el codo derecho, se volvió intangible. Fue tan solo un segundo, volvió rápido a su estado natural. Fue en ese instante cuando por fin cayó en lo estúpido que había estado siendo.
Parecía que al fin estaban llegando donde querían. — Huele a ...
— Puahg ... Basura. — Ming la golpeó en la cabeza con uno de sus hilos.
— ¡Hogar! — Melys rió. Ming también. Al fin estaban en casa. Ming golpeó en las rodillas al prisionero y Hammond, obediente, se agachó. Aquel lugar no era como todo lo demás en aquel mundo de basura. Habían logrado conseguir un pequeño ... ¿Barrio? ¿ciudad? no era tan grande para ser una ciudad. Usaban la basura para darle formas a cosas que se podían ver en las ciudades. Farolas, basuras. Sí, basuras construidas con basuras. Incluso algún animal. Claro allí no pisaban, al menos no los amables, los que solo querían ronronear un rato. En el basurero tan solo caían los depredadores seguros de que de allí sacarían comida. La gente formó construcciones moderadamente importantes con la basura, como por ejemplo locales. Se podía ver como se ensamblaba la madera con objetos inútiles.
La última "duna" de basura casi de quince metros. Nuestros protagonistas estaban en lo alto de esta. Aquello era como una barrera natural, pero para conseguir eso tuvieran que trabajar como esclavos reales durante mucho tiempo. Ming respiraba el apestoso aire de aquella mini ciudad, cuando Hammond volvió ambos brazos en gas y se liberó. Se dejó caer por la duna de basura, pero se puso de pie rápido con un enorme salto. Ming intentó lanzarle uno de sus hilos, pero no logró acertar. Su rostro denotaba enfado. Mira que escaparse justo a las puertas de "La granja" — ¡Happi no hagas el estúpido! — Gritó Melys. — ¡Vuelve con Ming! — ¿Estaba loca? lo iban a ejecutar, pero aun así le pedía volver a la muerte. — Til helvete med deg og den demonen. Til helvete med Farmen og med Josis. Du vil ikke drepe meg i dag! — Como era de esperar, muchos se acercaron a ver que ocurría. A todo esto el cuerpo de Ming desapareció. Un tipo de aspecto amable intentó tocarle el hombro a Hammond, pero el nórdico lo vio venir e intuyó que sería un enemigo, así que le golpeó con todas sus fuerzas en el estómago, enviándolo a volar. Estaba muy desesperado, alterado, sin saber qué hacer. Estaba en "La granja" rodeado de gente. — ¡Cómo me he metido en esto! no se me ocurre un lugar peor donde empezar una pelea. No saldré de aquí con vida a este paso ... Piensa ... Piensa. — Pero pensar no era tampoco una tarea fácil. Rápidamente una oleada de personas, alrededor de veinte, rodearon al hombre rubio.
— ¡Se acabó! — El único que se giró para poder verlo a la cara, fue Hammond. — Vamos chico, quítate esa basura de la cabeza. — A paso lento, el hombre apareció entre la gente. Detrás de él, más personas dado la alarma liberada por Hammond. En total, unos cien personajes, casi un ejército. Medía dos metros, pelo canoso, cruces visibles en varios lugares y una biblia en las manos. Su vestimenta era la de un cura, completamente de negro salvo algunas líneas difusas de blanco que le daban una imagen más ... "angelical" si es que eso era posible. Las arrugas de su cara se estiraban casi hasta el infinito con la maliciosa sonrisa que mostró. Era un agujero de arrugas que rompían una piel maltratada por la edad y los vicios. Allí se le respetaba tanto, pero tanto, que cuando llegó a estar frente a Hammond, unos cinco metros les separaban, alguien se le arrodilló delante, para besarle uno de los anillos de diamantes que portaba. Hammond se quitó el casco. Tenía el pelo bastante largo, el aire lo movió hacia el frente, así que tuvo que retenerlo tras su oreja izquierda. — Du har endelig dukket opp. Josis. — Josis sonrió. — Claro que he aparecido, hijo mío. Yo siempre estoy cerca de mis niños, no podéis escapar. No si él no lo permite. — Apuntó con el dedo índice al cielo. — Vaya ... Esto es ... Un momento extraño, Hammond. — Se acercó, parecía no temer la ira del vikingo. — ¿Por qué escapar? Creo que te hemos brindado todo lo que necesitabas, comida, ropa, un sitio donde dormir a salvo de las bestias. Incluso con promesa de vuelta a tu hogar si es lo que querías, ¿tanto costaba esperar? !jævla idiot¡ — Soltó en otro idioma, el mismo idioma en el que hablaba Venture. No solo podía conversar con él, sino que lo entendía a la perfección.
Josis alzó la mano y la imagen de Ming se volvió visible de nuevo. — Detén tu instinto asesino. — Estaba detrás de Hammond, empuñando sus hilos, cerca de atrapar el gigantesco cuello del nórdico como el animal que era. Rápidamente Ming hizo caso, aunque le costó en un primer instante. Deseaba acabar con la vida de Venture, lo anhelaba, sus ojos, apagados como los agujeros de un tornado, buscaban dar alimento a aquella desagradable mezcla de emoción que le entregaba la sangre. — La vida de este hombre pende de un hilo. Pero no seré yo, ni ninguno de nosotros los que dictemos su destino. Solo dios puede decidir. — Respiró profundamente, después volvió a mirar a la pequeña Melys, que soltó la mano de Airgid y fue volando hasta Padre a quién abrazó efusivamente. — ¿Estás bien, pequeña? — La dejó en el suelo. — Sí, padre, lo estoy. Mire, hay alguien nuevo, alguien que podría pertenecer a la granja. ¡Sería una gran incorporación! — Estaba hablando de la rubia. Josis avanzó un par de pasos. — ¿Puedes venir, jovencita? — Le dijo, con una sonrisa apacible en el rostro.
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Melys.
Melys es una niña que, a pesar de tener apenas 6 años, ha tenido que madurar mucho más rápido debido a las duras circunstancias de su vida. El abandono en el basurero cuando era solo un bebé ha dejado huellas profundas en su psique, aunque no lo manifieste abiertamente. Fue rescatada por Josis, una figura maternal y protectora que la ha criado con amor en "La Granja", un lugar que para Melys es el mundo entero. Para ella, la vida es un conjunto de rutinas simples, pero seguras: las tareas, las conversaciones con Josis y sus intentos por entender a las personas a su alrededor. Su fe, aunque vaga e infantil, está profundamente ligada a lo que Josis le ha enseñado. Para Melys, todo lo que ocurre en "La Granja" tiene un propósito o es parte de un gran plan que no comprende del todo. Aunque es pequeña, se siente segura en este entorno porque es lo único que conoce. Las ideas de peligro, maldad o traición son abstractas para ella. Si bien sabe que fue abandonada, no tiene un recuerdo claro de ello, así que no hay rencor, solo un vacío que ella llena con las historias que se ha contado a sí misma. Melys es curiosa, pero también tiene una profunda necesidad de complacer a quienes la rodean, especialmente a Josis. Admira profundamente a Hammond, un hombre nórdico que la trata con amabilidad y a quien ve como una figura paternal, aunque no entiende absolutamente nada de lo que él le dice. Para Melys, su relación es perfecta, ya que ella proyecta en él lo que desearía escuchar o sentir. Cada gesto que él hace, ella lo interpreta como algo positivo, reforzando su percepción de que la gente a su alrededor la quiere y cuida.
Es una niña vivaz, pero en su interior hay una vulnerabilidad que no muestra abiertamente. No conoce ningún estilo de combate porque nunca ha tenido que enfrentarse a situaciones de peligro directo, y si bien parece ser inocente en muchos aspectos, su mirada a veces revela una comprensión más profunda de lo que debería tener para su edad. Su vida hasta ahora ha sido relativamente tranquila, pero su mente está llena de preguntas sobre el mundo más allá de "La Granja". Si alguna vez se enfrenta a ese exterior desconocido, podría descubrir aspectos de sí misma que hasta ahora ha mantenido enterrados, como la fortaleza interna que ha desarrollado sin saberlo o el dolor de un pasado que aún no comprende del todo. A pesar de las dificultades de su vida, Melys es una niña resiliente, capaz de encontrar alegría en lo cotidiano. Tiene una imaginación rica y a menudo juega sola, creando mundos donde puede controlar lo que sucede, en contraste con la incertidumbre de su pasado. Su personalidad dulce, leal y curiosa hace que sea fácil de querer, pero detrás de esa fachada infantil se esconde una niña que, aunque no lo sepa, ha aprendido a sobrevivir en un mundo que no siempre ha sido amable con ella.
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Josis.
El Padre Josis, conocido por el sobrenombre temido de "Calamidad", es una figura de autoridad casi mítica en la isla Dawn. Su presencia es imponente y su reputación, aterradora. Aunque llegó a la isla desde un lugar lejano para predicar su fe, su misión no es de misericordia, sino de dominio y control absoluto. Para Josis, su visión del mundo es clara y tajante: todo en la vida de "La Granja" y sus habitantes debe ser regido por las leyes divinas que él interpreta sin piedad. Se ve a sí mismo no solo como un guía espiritual, sino como el brazo ejecutor de la voluntad de Dios, sin espacio para debilidad o transgresiones.Su personalidad está marcada por una mezcla de fanatismo religioso y tiranía. Cree firmemente en la pureza de su misión, hasta el punto de que cualquier oposición, por mínima que sea, es vista como una afrenta directa contra el orden divino que ha impuesto. Josis no es solo un predicador; es un dictador religioso que ejerce su poder con mano de hierro. No muestra compasión ni indulgencia con aquellos que fallan o desafían sus reglas. La fe, para él, no es una elección, es una imposición. Esta rigidez lo ha llevado a desarrollar métodos crueles para mantener el control sobre "La Granja", donde los castigos y los ajusticiamientos públicos son comunes, una demostración de su poder que siembra el miedo en todos.Josis es un hombre metódico y calculador, que organiza su dominio sobre "La Granja" con precisión. Todo lo que entra o sale de su territorio debe pasar por su supervisión o, al menos, dejarle un porcentaje. Su control no se limita solo a los recursos materiales, sino también a los cuerpos y almas de sus seguidores. Al prohibir las relaciones personales, el alcohol y otros vicios, Josis busca mantener a sus seguidores en un estado de pureza que él define, asegurándose de que todos estén dedicados únicamente a la misión divina. Cualquier desviación de ese camino es vista como una amenaza al orden, y las consecuencias son terribles. Este nivel de control absoluto ha convertido a "La Granja" en un lugar tan temido como reverenciado.
Su crueldad y dureza no solo se manifiestan en su control dentro de "La Granja", sino también en sus incursiones fuera de ella. Josis ha liderado pequeñas guerrillas contra el reino, orquestado secuestros de nobles y llevado a cabo actos de terrorismo que han sembrado el caos en la isla durante la última década. Él cree que estas acciones están justificadas por su fe; para él, son misiones divinas destinadas a purgar el mundo de la corrupción que lo rodea. Es una figura inquebrantable, incapaz de ver los errores en su propio comportamiento, pues está convencido de que todo lo que hace está respaldado por una autoridad superior a la de los hombres: la de Dios. El carisma de Josis es innegable. A pesar de sus métodos brutales, cientos de personas le siguen con devoción ciega, dispuestas a hacer cualquier cosa por él. Su capacidad para manipular a las masas es una de sus mayores fortalezas, y su ejército de hombres, mujeres y niños no duda en cometer actos atroces en su nombre, porque creen en la redención que él les promete. Esta devoción fanática ha creado una comunidad cerrada y hostil, completamente entregada a Josis y su visión del mundo. Los seguidores de "La Granja" no son solo subordinados; son fanáticos dispuestos a morir o matar por él.
En combate, Josis es tan temible como en su liderazgo. Es un espadachín consumado, capaz de ejecutar con precisión letal, pero también un asesino sigiloso que sabe cómo acabar con sus enemigos sin darles oportunidad de defenderse. Su estilo de lucha es despiadado, rápido y mortal, reflejando su personalidad implacable. Para Josis, el combate es otra forma de imponer la voluntad de Dios, y no muestra piedad en la batalla, del mismo modo que no la muestra en su vida diaria.En resumen, el Padre Josis es una figura autoritaria y fanática, gobernada por una fe que utiliza como herramienta de control y terror. Su crueldad, carisma y habilidad para manipular tanto a sus seguidores como a sus enemigos lo convierten en una fuerza devastadora en la isla Dawn. Es una calamidad para aquellos que se atreven a desafiar su dominio, un hombre que ha fundido su fe en un arma para someter y destruir, todo mientras se presenta a sí mismo como un salvador.
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Ming.
"Mano Suelta" Ming es un hombre profundamente marcado por su oscuro pasado, pero también por su inesperada redención. Antiguo criminal y pirata, en sus días más despiadados navegó los mares con una brutalidad fría y calculada, amasando una reputación de ser implacable y sanguinario. No tenía escrúpulos ni remordimientos, ya que el mundo le había enseñado que la única ley era la de sobrevivir a cualquier costo. Sin embargo, su vida cambió cuando cruzó caminos con el padre Josis. Josis no lo redimió a través de una conversión moralista o sermones, simplemente le mostró una nueva forma de existencia, donde Ming podía encontrar propósito y lealtad. Para Ming, Josis es más que un líder o un mentor, es una figura casi paternal, alguien que le dio una segunda oportunidad en un mundo que parecía condenado. Esa lealtad ciega hacia Josis es el motor que guía todas sus acciones, por más crueles o sombrías que puedan parecer. Donde otros podrían cuestionar la moralidad de ciertos encargos, Ming no lo hace. Si Josis lo pide, Ming lo ejecuta, sin vacilar, porque siente que es su forma de pagar una deuda impagable. Es consciente de su propia naturaleza oscura y no busca redimirse en los ojos del mundo; solo busca cumplir con su rol para quien le salvó de sí mismo. Su apodo, "Mano Suelta", refleja tanto su habilidad para la violencia como su distanciamiento emocional al ejercerla. No siente placer en matar, pero tampoco culpa, lo ve como una tarea más, una extensión de su deber. En ese sentido, es pragmático y calculador. A diferencia de otros asesinos, Ming no se recrea en la crueldad innecesaria. Es eficiente y directo, lo que lo hace aún más temido. Cada asesinato es metódico, limpio, casi artístico en su precisión. La capacidad que le otorga su Akuma no Mi, que lo vuelve parcialmente invisible, no es solo una herramienta física, sino también una metáfora de su manera de ser. Ming ha aprendido a moverse en las sombras, no solo en combate, sino también en la vida. Prefiere no ser el centro de atención; de hecho, se siente más cómodo cuando pasa desapercibido. Es un maestro en el uso de hilos de metal, combinando su invisibilidad parcial con el control de estos hilos para realizar ataques precisos, letales, y silenciosos. Su estilo de combate refleja su personalidad: no ataca de frente, sino que se desliza entre las grietas, haciendo que sus enemigos ni siquiera sepan qué los golpeó hasta que es demasiado tarde. A nivel emocional, Ming es reservado. No es que sea incapaz de sentir, pero ha aprendido a controlar y encerrar sus emociones bajo una capa de dureza y frialdad. Esto no significa que no tenga una moralidad interna; más bien, ha logrado desligarla de las acciones que lleva a cabo en nombre de Josis. Su lealtad a Josis y la vida en "La Granja" son lo que define su brújula moral, no conceptos abstractos como el bien o el mal. Tiene un sentido de justicia, pero es una justicia moldeada por la supervivencia y la lealtad, no por las normas sociales.
Es difícil para otros acercarse emocionalmente a él. Mantiene una distancia, incluso de aquellos con quienes trabaja. Sin embargo, Josis es la excepción, la única persona a la que podría abrirse, aunque eso rara vez sucede. Cualquiera que lo vea de cerca notaría el conflicto interno que nunca verbaliza: la tensión entre el hombre que una vez fue y el hombre que intenta ser ahora.A pesar de sus actos ruines, Ming tiene un código personal, uno que no revelaría a nadie. Detesta la traición, ya que para él la lealtad es la única moneda verdadera. Aunque es capaz de realizar los actos más oscuros, desprecia a quienes lo hacen por placer. Para él, la violencia es una herramienta, no una fuente de satisfacción. En el fondo, "Mano Suelta" Ming es un hombre en constante lucha consigo mismo, atrapado entre el asesino despiadado que fue y el devoto seguidor que es ahora. Vive sabiendo que el perdón absoluto nunca le será otorgado, pero encuentra paz en servir con lealtad a la única figura que le dio un propósito.