Ubben Sangrenegra
Loki
26-08-2024, 08:40 PM
Ubben lamió sus labios, su lengua apenas rozando la superficie mientras absorbía cada una de las provocativas palabras que el rubio soltaba con un tono entre juguetón y desafiante. Había algo en la forma en que Gavyn hablaba, en esa cadencia segura y seductora, que encendía algo profundo en el bribón de ojos dorados. Un fuego lento y ardiente que quemaba en sus entrañas, un hambre voraz que no se podía saciar con palabras simples. No era solo lo que Gavyn decía, sino cómo lo decía; la promesa implícita de algo más, algo prohibido y tentador. Ubben se sintió atrapado en el magnetismo lascivo que destilaban las palabras del rubio, como si estuviera hipnotizado por ese juego de atracción y repulsión.
—Tengo un par de ideas de cosas con las que me gustaría llenarla... pero no puedo adelantarte mucho... le quitaría diversión a la sorpresa, ¿no crees?— murmuró Ubben con una voz cargada de lujuria, cada palabra impregnada de un deseo tan palpable que casi se podía tocar en el aire que los rodeaba. Cuando Gavyn se acercó, Ubben sintió el roce de sus labios, un toque tan ligero como una pluma, pero que electrificó su piel al instante. Sin pensarlo, sin poder evitarlo, mordió suavemente esos labios, probando su sabor, deleitándose en la sensación de ese breve contacto. Una chispa de placer recorrió su cuerpo, provocando una sonrisa juguetona en sus labios mientras se apartaba ligeramente, manteniendo su mirada fija en los ojos del rubio. Esa sonrisa no era solo una simple curvatura de los labios; era una promesa, un desafío, una declaración de intenciones. Una parte de él, una parte más oscura y profunda, quería devorarlo por completo, perderse en el calor de su cuerpo y olvidarse de todo lo demás. Las palabras de Gavyn eran como un dulce veneno, deslizándose suavemente en su mente, despertando una curiosidad insaciable en el peliblanco, una necesidad de descubrir más, de saber más, de experimentar más.
Cuando vio cómo Gavyn utilizaba su ala blanca para proyectar sombra sobre su rostro, un brillo de comprensión pasó por los ojos dorados de Ubben. Ya no se trataba solo de un simple juego de coqueteo. No, esto era algo más, algo mucho más profundo. Un tira y afloja de voluntades, una lucha por el control que ambos estaban dispuestos a ganar. Pero Ubben sabía que, en ese momento, el rubio ya estaba a su merced. Por más que intentara esconder quién era o quién creía ser, Ubben veía a través de su fachada. Todo era parte del juego, un juego que el peliblanco estaba decidido a ganar.
Las manos de Gavyn se acercaron a la ropa de Ubben, y el peliblanco, sin apartar la mirada de los ojos del contrario, le permitió acomodarlas y juguetear con ellas. El contacto, aunque ligero, envió una corriente de anticipación por su espina dorsal, haciendo que sus músculos se tensaran ligeramente bajo la tela de su ropa. Ubben sabía que cada movimiento, cada gesto, era una provocación, una invitación a seguir adelante, a explorar los límites de lo que estaba permitido. —Puede serlo, sí. Pero si nos cubres con tus alas, no habrá testigo alguno— dijo, su voz un susurro seductor que se mezclaba con el viento suave que soplaba alrededor de ellos. Atrajo a Gavyn hacia él, sus manos sujetando firmemente la ropa del rubio, y lo acercó más, tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo contra el suyo. —¿No es el mismo juego que estás jugando tú, acaso?— La pregunta era retórica, claro, pero Ubben no pudo evitar la sonrisa altanera que se formó en sus labios. Gavyn estaba jugando el mismo juego que él, un juego de secretos y mentiras, de seducción y manipulación. Y Ubben no podía evitar sentirse atraído por eso. Había algo en esa resistencia, en ese desafío constante, que hacía que su sangre hirviera de emoción.
—Si tienes un buen libro que recomendarme, lo agradecería. Aunque si se trata de leer, prefiero hacerlo en braille...— continuó, su tono lleno de insinuaciones mientras llevaba sus manos directamente a la cara de Gavyn, acariciando suavemente sus facciones con un toque que era a la vez suave y posesivo. Sentía que la resistencia de Gavyn a sus avances comenzaba a desvanecerse, pero al mismo tiempo, esa resistencia era lo que lo mantenía interesado. Ubben no podía evitar sentirse intrigado por el misterio que rodeaba al rubio, por la forma en que parecía querer mantener el control, a pesar de que claramente ya no lo tenía. Era un juego peligroso, uno que podía terminar en cualquier momento, pero Ubben estaba dispuesto a jugarlo hasta el final.
Cuando Gavyn mencionó su edad, una chispa de sorpresa pasó por los ojos de Ubben. El rubio era más joven de lo que había pensado, un hecho que lo hizo sonreír con una mezcla de diversión y desafío. —Yo navego desde los diecisiete... y tengo veintinueve... eres un polluelo aún, ¿no?— bromeó, disfrutando de la ligera ventaja que su experiencia le daba. Pero antes de que pudiera profundizar más en la conversación, Gavyn soltó otra pregunta afilada, una que hizo que el ego de Ubben se disparara. El peliblanco lo miró, su expresión cambiando sutilmente a una de seriedad mezclada con deseo. Podía sentir el peso de las palabras de Gavyn, la carga de la verdad que escondían, y decidió que era el momento de ser honesto, de abrirse un poco más.
—¿Me permites un momento de honestidad?— dijo, su voz baja y grave mientras empujaba suavemente el hombro de Gavyn para montarse sobre él. Ubben se sentó a la altura de la pelvis del rubio, sus movimientos lentos y deliberados mientras sus caderas se movían de forma casi involuntaria, frotándose contra Gavyn con una desesperación apenas contenida. El contacto, a pesar de que ambos estaban completamente vestidos, era increíblemente estimulante, enviando ondas de placer por su cuerpo mientras se inclinaba hacia adelante, apoyando sus manos en el tejado a los lados de la cabeza de Gavyn.
—Sí, quiero que me recuerdes— dijo, su voz firme y decidida, pero cargada de una emoción cruda que apenas podía controlar. Una sonrisa apareció en sus labios, un rubor subiendo a sus mejillas mientras continuaba moviéndose sobre Gavyn, cada roce enviando nuevas olas de placer por su cuerpo. —Y sé que no me olvidarás... será imposible para ti olvidarte de mí...— Se inclinó hacia adelante, capturando los labios de Gavyn en un beso hambriento, devorándolo con una pasión que no podía contener. Se separó por un breve segundo, su respiración pesada mientras hablaba de nuevo.
—¿Sabes por qué no podrás olvidarte de mí?— preguntó, su tono burlón mientras llevaba su mano derecha frente a su propio rostro, deslizándola lentamente desde su frente hasta su mentón. A medida que su mano se movía, Ubben cambió su expresión, su rostro transformándose de uno de lujuria a uno de pura determinación. Sus ojos dorados brillaban con una intensidad feroz, una chispa peligrosa que no se podía ignorar, y su sonrisa se volvió oscura, un reflejo de la naturaleza depredadora que escondía debajo de su fachada juguetona. —No podrás olvidarme porque sabes que desde el primer momento estuviste en mi juego... pero me subestimaste, pensando que esto era un tira y afloja, cuando el único que realmente reveló cosas de sí fuiste tú. Hasta subiste desarmado al techo, ¿no?— dijo luego de frotarse contra él y no haber sentido nada extraño en su cuerpo, con una expresión de estar divertiendose y acercándose al oído de Gavyn y mordiendo suavemente su lóbulo, sus palabras apenas un susurro contra su piel. —¿O acaso creíste eso de tener miedo a encontrarme?—
Una risa descarada escapó de sus labios, sus ojos brillando con un malicioso deleite mientras hablaba.
—Navegar no me dio habilidades de escape, mi esponjoso pavo real... Me dio la habilidad de llevar a mis presas hasta mi trampa haciéndoles creer que tenían el control de la situación... y aprendí a escalar trepándome en aquellos que consideraba útiles... tal como tú lo haces.— Posó su mano sobre el cuello de Gavyn, no de forma amenazante, sino con una suavidad seductora que insinuaba más de lo que decía. Había algo en esa conexión, en ese juego de poder y control, que le resultaba increíblemente intoxicante. Ubben podía sentir el latido del corazón de Gavyn contra su palma, la vida pulsando bajo su piel, y eso solo lo hacía querer más, desear más, necesitar más.
—¿No te parece divertido? Somos un podrido reflejo del otro... pero por podridos que estemos, sabemos tan bien para el otro, que la lujuria y el deseo son lo único que importa en este momento.—Ubben dejó escapar esas palabras con una risa entrecortada, disfrutando de la reacción de Gavyn, sintiendo cómo su cuerpo se estremecía bajo el suyo. A medida que hablaba, Ubben podía notar el efecto que sus palabras tenían sobre Gavyn. Era una mezcla embriagadora de poder y deseo, una combinación peligrosa que siempre lo había atraído hacia el borde de lo que consideraba seguro. Pero con Gavyn, las líneas se difuminaban, y la seguridad era un concepto tan abstracto como el mismo control.
Ubben podía sentir su propio corazón latir con fuerza en su pecho, cada pulsación enviando una descarga de adrenalina por su cuerpo. El peliblanco sabía que estaba jugando con fuego, pero eso era parte del atractivo. Había algo en el peligro, en la posibilidad de ser quemado, que lo hacía sentir más vivo que nunca. —Admítelo, Gavyn— murmuró, su voz ahora más suave, casi un ronroneo mientras se inclinaba para susurrar en su oído. —Te encanta este juego tanto como a mí... te encanta la sensación de no saber qué va a pasar después... porque dentro de todo, tienes claro que si yo hubiese querido hacerte daño, ya lo habría hecho...— El bribón se apartó solo lo suficiente para mirar al rubio a los ojos, sus miradas entrelazadas en un tenso intercambio que parecía durar una eternidad. En ese momento, todo lo demás se desvaneció... el ruido del puerto, el murmullo lejano de las olas, incluso el frío de la noche. Solo quedaban ellos dos, atrapados en un momento intenso que parecía trascender todo lo demás.
—Tengo un par de ideas de cosas con las que me gustaría llenarla... pero no puedo adelantarte mucho... le quitaría diversión a la sorpresa, ¿no crees?— murmuró Ubben con una voz cargada de lujuria, cada palabra impregnada de un deseo tan palpable que casi se podía tocar en el aire que los rodeaba. Cuando Gavyn se acercó, Ubben sintió el roce de sus labios, un toque tan ligero como una pluma, pero que electrificó su piel al instante. Sin pensarlo, sin poder evitarlo, mordió suavemente esos labios, probando su sabor, deleitándose en la sensación de ese breve contacto. Una chispa de placer recorrió su cuerpo, provocando una sonrisa juguetona en sus labios mientras se apartaba ligeramente, manteniendo su mirada fija en los ojos del rubio. Esa sonrisa no era solo una simple curvatura de los labios; era una promesa, un desafío, una declaración de intenciones. Una parte de él, una parte más oscura y profunda, quería devorarlo por completo, perderse en el calor de su cuerpo y olvidarse de todo lo demás. Las palabras de Gavyn eran como un dulce veneno, deslizándose suavemente en su mente, despertando una curiosidad insaciable en el peliblanco, una necesidad de descubrir más, de saber más, de experimentar más.
Cuando vio cómo Gavyn utilizaba su ala blanca para proyectar sombra sobre su rostro, un brillo de comprensión pasó por los ojos dorados de Ubben. Ya no se trataba solo de un simple juego de coqueteo. No, esto era algo más, algo mucho más profundo. Un tira y afloja de voluntades, una lucha por el control que ambos estaban dispuestos a ganar. Pero Ubben sabía que, en ese momento, el rubio ya estaba a su merced. Por más que intentara esconder quién era o quién creía ser, Ubben veía a través de su fachada. Todo era parte del juego, un juego que el peliblanco estaba decidido a ganar.
Las manos de Gavyn se acercaron a la ropa de Ubben, y el peliblanco, sin apartar la mirada de los ojos del contrario, le permitió acomodarlas y juguetear con ellas. El contacto, aunque ligero, envió una corriente de anticipación por su espina dorsal, haciendo que sus músculos se tensaran ligeramente bajo la tela de su ropa. Ubben sabía que cada movimiento, cada gesto, era una provocación, una invitación a seguir adelante, a explorar los límites de lo que estaba permitido. —Puede serlo, sí. Pero si nos cubres con tus alas, no habrá testigo alguno— dijo, su voz un susurro seductor que se mezclaba con el viento suave que soplaba alrededor de ellos. Atrajo a Gavyn hacia él, sus manos sujetando firmemente la ropa del rubio, y lo acercó más, tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo contra el suyo. —¿No es el mismo juego que estás jugando tú, acaso?— La pregunta era retórica, claro, pero Ubben no pudo evitar la sonrisa altanera que se formó en sus labios. Gavyn estaba jugando el mismo juego que él, un juego de secretos y mentiras, de seducción y manipulación. Y Ubben no podía evitar sentirse atraído por eso. Había algo en esa resistencia, en ese desafío constante, que hacía que su sangre hirviera de emoción.
—Si tienes un buen libro que recomendarme, lo agradecería. Aunque si se trata de leer, prefiero hacerlo en braille...— continuó, su tono lleno de insinuaciones mientras llevaba sus manos directamente a la cara de Gavyn, acariciando suavemente sus facciones con un toque que era a la vez suave y posesivo. Sentía que la resistencia de Gavyn a sus avances comenzaba a desvanecerse, pero al mismo tiempo, esa resistencia era lo que lo mantenía interesado. Ubben no podía evitar sentirse intrigado por el misterio que rodeaba al rubio, por la forma en que parecía querer mantener el control, a pesar de que claramente ya no lo tenía. Era un juego peligroso, uno que podía terminar en cualquier momento, pero Ubben estaba dispuesto a jugarlo hasta el final.
Cuando Gavyn mencionó su edad, una chispa de sorpresa pasó por los ojos de Ubben. El rubio era más joven de lo que había pensado, un hecho que lo hizo sonreír con una mezcla de diversión y desafío. —Yo navego desde los diecisiete... y tengo veintinueve... eres un polluelo aún, ¿no?— bromeó, disfrutando de la ligera ventaja que su experiencia le daba. Pero antes de que pudiera profundizar más en la conversación, Gavyn soltó otra pregunta afilada, una que hizo que el ego de Ubben se disparara. El peliblanco lo miró, su expresión cambiando sutilmente a una de seriedad mezclada con deseo. Podía sentir el peso de las palabras de Gavyn, la carga de la verdad que escondían, y decidió que era el momento de ser honesto, de abrirse un poco más.
—¿Me permites un momento de honestidad?— dijo, su voz baja y grave mientras empujaba suavemente el hombro de Gavyn para montarse sobre él. Ubben se sentó a la altura de la pelvis del rubio, sus movimientos lentos y deliberados mientras sus caderas se movían de forma casi involuntaria, frotándose contra Gavyn con una desesperación apenas contenida. El contacto, a pesar de que ambos estaban completamente vestidos, era increíblemente estimulante, enviando ondas de placer por su cuerpo mientras se inclinaba hacia adelante, apoyando sus manos en el tejado a los lados de la cabeza de Gavyn.
—Sí, quiero que me recuerdes— dijo, su voz firme y decidida, pero cargada de una emoción cruda que apenas podía controlar. Una sonrisa apareció en sus labios, un rubor subiendo a sus mejillas mientras continuaba moviéndose sobre Gavyn, cada roce enviando nuevas olas de placer por su cuerpo. —Y sé que no me olvidarás... será imposible para ti olvidarte de mí...— Se inclinó hacia adelante, capturando los labios de Gavyn en un beso hambriento, devorándolo con una pasión que no podía contener. Se separó por un breve segundo, su respiración pesada mientras hablaba de nuevo.
—¿Sabes por qué no podrás olvidarte de mí?— preguntó, su tono burlón mientras llevaba su mano derecha frente a su propio rostro, deslizándola lentamente desde su frente hasta su mentón. A medida que su mano se movía, Ubben cambió su expresión, su rostro transformándose de uno de lujuria a uno de pura determinación. Sus ojos dorados brillaban con una intensidad feroz, una chispa peligrosa que no se podía ignorar, y su sonrisa se volvió oscura, un reflejo de la naturaleza depredadora que escondía debajo de su fachada juguetona. —No podrás olvidarme porque sabes que desde el primer momento estuviste en mi juego... pero me subestimaste, pensando que esto era un tira y afloja, cuando el único que realmente reveló cosas de sí fuiste tú. Hasta subiste desarmado al techo, ¿no?— dijo luego de frotarse contra él y no haber sentido nada extraño en su cuerpo, con una expresión de estar divertiendose y acercándose al oído de Gavyn y mordiendo suavemente su lóbulo, sus palabras apenas un susurro contra su piel. —¿O acaso creíste eso de tener miedo a encontrarme?—
Una risa descarada escapó de sus labios, sus ojos brillando con un malicioso deleite mientras hablaba.
—Navegar no me dio habilidades de escape, mi esponjoso pavo real... Me dio la habilidad de llevar a mis presas hasta mi trampa haciéndoles creer que tenían el control de la situación... y aprendí a escalar trepándome en aquellos que consideraba útiles... tal como tú lo haces.— Posó su mano sobre el cuello de Gavyn, no de forma amenazante, sino con una suavidad seductora que insinuaba más de lo que decía. Había algo en esa conexión, en ese juego de poder y control, que le resultaba increíblemente intoxicante. Ubben podía sentir el latido del corazón de Gavyn contra su palma, la vida pulsando bajo su piel, y eso solo lo hacía querer más, desear más, necesitar más.
—¿No te parece divertido? Somos un podrido reflejo del otro... pero por podridos que estemos, sabemos tan bien para el otro, que la lujuria y el deseo son lo único que importa en este momento.—Ubben dejó escapar esas palabras con una risa entrecortada, disfrutando de la reacción de Gavyn, sintiendo cómo su cuerpo se estremecía bajo el suyo. A medida que hablaba, Ubben podía notar el efecto que sus palabras tenían sobre Gavyn. Era una mezcla embriagadora de poder y deseo, una combinación peligrosa que siempre lo había atraído hacia el borde de lo que consideraba seguro. Pero con Gavyn, las líneas se difuminaban, y la seguridad era un concepto tan abstracto como el mismo control.
Ubben podía sentir su propio corazón latir con fuerza en su pecho, cada pulsación enviando una descarga de adrenalina por su cuerpo. El peliblanco sabía que estaba jugando con fuego, pero eso era parte del atractivo. Había algo en el peligro, en la posibilidad de ser quemado, que lo hacía sentir más vivo que nunca. —Admítelo, Gavyn— murmuró, su voz ahora más suave, casi un ronroneo mientras se inclinaba para susurrar en su oído. —Te encanta este juego tanto como a mí... te encanta la sensación de no saber qué va a pasar después... porque dentro de todo, tienes claro que si yo hubiese querido hacerte daño, ya lo habría hecho...— El bribón se apartó solo lo suficiente para mirar al rubio a los ojos, sus miradas entrelazadas en un tenso intercambio que parecía durar una eternidad. En ese momento, todo lo demás se desvaneció... el ruido del puerto, el murmullo lejano de las olas, incluso el frío de la noche. Solo quedaban ellos dos, atrapados en un momento intenso que parecía trascender todo lo demás.