Drake Longspan
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27-08-2024, 02:52 AM
(Última modificación: 27-08-2024, 03:25 AM por Drake Longspan.)
Drake Longspan dejó que la sonrisa en su rostro se ensanchara mientras observaba cómo Gavyn se presentaba con esa mezcla de arrogancia y carisma que parecía inherente a cada palabra que pronunciaba. Era como si ambos estuvieran atrapados en un juego intrincado de ajedrez, donde cada movimiento debía ser calculado con precisión, pero a la vez, ambos sabían que este juego no era más que una distracción, un entretenimiento en medio de la tormenta que era Rostock.
El carpintero se apartó de la pared con una lentitud deliberada, sus movimientos controlados imitaban como si cada gesto estuviera premeditado. Sus largos brazos colgaban a los costados, relajados pero listos para cualquier cosa. Gavyn, con sus alas majestuosas plegadas detrás de él, lucía como una figura sacada de un mito, un contraste interesante para un hombre que había crecido en medio de la crudeza del East Blue. Sin embargo, Drake no se intimidaba fácilmente, ni por la altura ni por las alas, ni mucho menos por la mención de un “mensajero celestial”.
— Oh, un ángel, ¿eh? — dijo Drake con una risa baja que resonó en el callejón, como el sonido de una roca cayendo en un pozo profundo — Bueno, Gavyn, déjame decirte algo sobre los ángeles. En las historias que escuché de niño, los ángeles eran criaturas perfectas, puras, destinadas a guiar a los pobres mortales y marineros hacia la salvación por todos los Blues. Pero si he aprendido algo durante mis años en los muelles y las tabernas, es que la perfección es un mito. Los ángeles pueden tener alas, pero no son inmunes al lodo cuando caen a la tierra. Y menos a una pedrada. Rororohahaha.
Drake Longspan se acercó un paso, lo suficiente para que la diferencia en altura entre ellos fuera más evidente, pero también para que Gavyn pudiera notar la tranquilidad con la que el boxeador lo miraba. No era una mirada de desafío, sino de alguien que había visto suficientes cosas en la vida como para no impresionarse fácilmente.
— Dices que soy todo músculos y piedra, puede que tengas razón — continuó Drake, mientras sus ojos recorrían el callejón como si estuviera evaluando su siguiente movimiento — Pero estos músculos han construido y destruido más de lo que podrías imaginar. No necesito alas para volar por encima de las montañas, porque a veces, las montañas se derrumban bajo su propio peso. Y cuando eso sucede, solo queda el polvo.
El boxeador alzó una ceja, dejando que sus palabras se asentaran en el aire entre ambos, como un desafío no verbalizado. Drake no se consideraba un hombre de palabras floridas, pero sabía cómo usar el sarcasmo y la ironía a su favor, para sembrar dudas en la mente de aquellos que lo enfrentaban.
— Pero claro, todos tenemos nuestros pequeños trucos, ¿no? — añadió con una media sonrisa — Tú tienes tus alas, tus promesas celestiales y tus manos limpias de callos. Yo, en cambio, tengo estos puños y esta capacidad para adaptarme a cualquier terreno, por muy hostil que sea. Así que, dime, Gavyn, ¿qué prefieres? ¿Confiar en las alturas o en el suelo firme? Porque aunque los cielos sean amplios, los caídas pueden ser letales.
El chico hizo una pausa, observando las plumas de Gavyn que se movían ligeramente con la brisa. La mención de tesoros y propuestas celestiales no pasó desapercibida para él, pero sabía que cada oferta venía con un precio. Y en Rostock, el precio siempre era alto.
— Entonces, Gavyn Peregrino, mensajero celestial — dijo, estirando una mano hacia él, pero sin dejar de observarlo con esa chispa de desafío en los ojos — Tal vez no sea un espíritu, pero sí sé reconocer cuando alguien intenta comprarme con promesas. ¿Qué clase de tesoro esperas que un hombre como yo aprecie? Porque te aseguro que no soy fácil de impresionar, y menos cuando lo que está en juego es mi libertad... o mi vida. Aunque por berries baila el mono. Y si Drake no va a la montaña...
La mano de Drake permaneció extendida y con la palma abierta, esperando la respuesta de Gavyn, pero había algo más en su gesto, algo que sugería que, aunque aceptara esa mano, nunca sería de manera sumisa. Drake Longspan no era un hombre que se inclinara fácilmente ante nadie, y mucho menos ante un "ángel" que ofrecía cielos que podrían no ser tan dorados como prometía.
Pero quien sabe. Todo sea por saldar sus deudas.
El carpintero se apartó de la pared con una lentitud deliberada, sus movimientos controlados imitaban como si cada gesto estuviera premeditado. Sus largos brazos colgaban a los costados, relajados pero listos para cualquier cosa. Gavyn, con sus alas majestuosas plegadas detrás de él, lucía como una figura sacada de un mito, un contraste interesante para un hombre que había crecido en medio de la crudeza del East Blue. Sin embargo, Drake no se intimidaba fácilmente, ni por la altura ni por las alas, ni mucho menos por la mención de un “mensajero celestial”.
— Oh, un ángel, ¿eh? — dijo Drake con una risa baja que resonó en el callejón, como el sonido de una roca cayendo en un pozo profundo — Bueno, Gavyn, déjame decirte algo sobre los ángeles. En las historias que escuché de niño, los ángeles eran criaturas perfectas, puras, destinadas a guiar a los pobres mortales y marineros hacia la salvación por todos los Blues. Pero si he aprendido algo durante mis años en los muelles y las tabernas, es que la perfección es un mito. Los ángeles pueden tener alas, pero no son inmunes al lodo cuando caen a la tierra. Y menos a una pedrada. Rororohahaha.
Drake Longspan se acercó un paso, lo suficiente para que la diferencia en altura entre ellos fuera más evidente, pero también para que Gavyn pudiera notar la tranquilidad con la que el boxeador lo miraba. No era una mirada de desafío, sino de alguien que había visto suficientes cosas en la vida como para no impresionarse fácilmente.
— Dices que soy todo músculos y piedra, puede que tengas razón — continuó Drake, mientras sus ojos recorrían el callejón como si estuviera evaluando su siguiente movimiento — Pero estos músculos han construido y destruido más de lo que podrías imaginar. No necesito alas para volar por encima de las montañas, porque a veces, las montañas se derrumban bajo su propio peso. Y cuando eso sucede, solo queda el polvo.
El boxeador alzó una ceja, dejando que sus palabras se asentaran en el aire entre ambos, como un desafío no verbalizado. Drake no se consideraba un hombre de palabras floridas, pero sabía cómo usar el sarcasmo y la ironía a su favor, para sembrar dudas en la mente de aquellos que lo enfrentaban.
— Pero claro, todos tenemos nuestros pequeños trucos, ¿no? — añadió con una media sonrisa — Tú tienes tus alas, tus promesas celestiales y tus manos limpias de callos. Yo, en cambio, tengo estos puños y esta capacidad para adaptarme a cualquier terreno, por muy hostil que sea. Así que, dime, Gavyn, ¿qué prefieres? ¿Confiar en las alturas o en el suelo firme? Porque aunque los cielos sean amplios, los caídas pueden ser letales.
El chico hizo una pausa, observando las plumas de Gavyn que se movían ligeramente con la brisa. La mención de tesoros y propuestas celestiales no pasó desapercibida para él, pero sabía que cada oferta venía con un precio. Y en Rostock, el precio siempre era alto.
— Entonces, Gavyn Peregrino, mensajero celestial — dijo, estirando una mano hacia él, pero sin dejar de observarlo con esa chispa de desafío en los ojos — Tal vez no sea un espíritu, pero sí sé reconocer cuando alguien intenta comprarme con promesas. ¿Qué clase de tesoro esperas que un hombre como yo aprecie? Porque te aseguro que no soy fácil de impresionar, y menos cuando lo que está en juego es mi libertad... o mi vida. Aunque por berries baila el mono. Y si Drake no va a la montaña...
La mano de Drake permaneció extendida y con la palma abierta, esperando la respuesta de Gavyn, pero había algo más en su gesto, algo que sugería que, aunque aceptara esa mano, nunca sería de manera sumisa. Drake Longspan no era un hombre que se inclinara fácilmente ante nadie, y mucho menos ante un "ángel" que ofrecía cielos que podrían no ser tan dorados como prometía.
Pero quien sabe. Todo sea por saldar sus deudas.