Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
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[C-Pasado] Bestias en el mar, bestias en la selva
Octojin
El terror blanco
El tiburón asintió levemente ante las palabras de Asradi, comprendiendo la gravedad de su situación pero encontrando cierto consuelo en la competencia de la sirena. No se le escapaba que, a pesar de la seriedad del momento, había algo casi reconfortante en la forma en que Asradi manejaba la situación con calma y conocimiento. Él sabía muy bien que cualquier otro en su situación podría haber caído en el pánico, pero ella estaba allí, ofreciéndole un soporte tan firme como el coral que formaba la base de los arrecifes marinos.

Aunque su cuerpo clamaba por el descanso, la presencia de los pájaros gigantes en el cielo era una advertencia clara de que el peligro aún acechaba. Octojin sabía que su condición debilitada lo hacía vulnerable no solo a las criaturas de la selva, sino a cualquier depredador que los percibiera como presa fácil. Su instinto natural le hubiera impulsado a enfrentarse a la amenaza o a buscar refugio en el mar, pero sus heridas y la fiebre lo mantenían anclado al suelo, dependiendo de Asradi más de lo que hubiera deseado.

—Entiendo —dijo con voz ronca, cuando Asradi mencionó la conveniencia de permanecer donde estaban. Cada palabra que pronunciaba costaba un esfuerzo, y sentía la pesadez de su cuerpo como si estuviera anclado al fondo del océano. Pero aún así, la determinación de no rendirse brillaba en sus ojos. Era un gyojin, después de todo, criaturas conocidas no solo por su fuerza sino también por su resistencia.

Mientras Asradi preparaba la infusión, Octojin trataba de mantenerse alerta, su mirada ocasionalmente se desviaba hacia los pájaros que sobrevolaban. Sabía que el fuego podría disuadir a algunas criaturas, pero esas aves parecían decididas, y su tamaño no auguraba nada bueno. La idea de resistir allí, de confiar en que eventualmente perderían el interés, era un plan tan arriesgado como cualquier otro, dadas las circunstancias.

Cuando Asradi le extendió la taza de infusión, Octojin la tomó con manos que temblaban ligeramente, no solo por el esfuerzo sino también por la fiebre que aún lo consumía. El líquido caliente le quemó la lengua, pero agradeció el calor que parecía esparcirse por su garganta y pecho, prometiendo al menos un pequeño alivio.

—Gracias, Asradi —murmuró, intentando hacer que cada sorbo contara, absorbiendo no solo el líquido sino también la esperanza que venía con él. Sus ojos se fijaron en la figura de la sirena, observándola mientras se ofrecía a vigilar. Era un pequeño gesto, pero significativo, y le recordaba que, aunque la situación fuera desesperada, no estaba solo.

La idea de Asradi de protegerlo mientras recuperaba sus fuerzas era un recordatorio de la fuerza que podían tener los lazos, incluso entre desconocidos, cuando las circunstancias lo requerían. A pesar del dolor y la debilidad, Octojin se sentía fortalecido por esa conexión, por el entendimiento tácito de que, en el vasto y a menudo cruel mundo, aún podían encontrarse momentos de compasión y apoyo mutuo.

Con la taza aún en sus manos, Octojin se recostó lo mejor que pudo, cerrando los ojos brevemente, permitiéndose confiar en la vigilancia de Asradi. En el fondo de su mente turbulenta, una idea comenzaba a tomar forma, una resolución que crecía con cada latido de su corazón cansado: sobreviviría a esto, y no lo haría solo. La isla Momobami, con todos sus peligros y maravillas, no había terminado con ellos todavía.

El escualo aún se notaba bastante caliente, fruto de la fiebre que seguía al acecho al igual que tantas bestias parecían estarlo en aquella isla.

Después de haberse tomado la infusión caliente, Octojin comenzó a sentir un revuelo en su estómago, una sensación creciente de incomodidad que pronto se transformó en náusea. A pesar del alivio inicial que el líquido caliente había proporcionado, su cuerpo debilitado y afectado por el veneno no tardó en reaccionar adversamente.

Con la cabeza aún en el suelo tras haberse tumbado, el gyojin intentó enfocarse en respirar lentamente, esperando que la sensación pasara. Pero el malestar solo aumentaba, subiendo por su garganta como una marea indetenible. Asradi, si es que le estaba viendo, seguro que notaría el cambio en su expresión, el verdor que teñía su rostro escamoso habitualmente pálido no podía indicar nada bueno.

Finalmente, incapaz de contener más la reacción de su cuerpo, Octojin se dobló hacia adelante con un jadeo ronco. Los violentos espasmos de su estómago lo obligaron a expulsar el contenido de la infusión junto con más líquidos en una serie de convulsiones que sacudieron su cuerpo grande y musculoso. La acidez del vómito quemó su garganta, un recordatorio punzante del veneno que aún circulaba por su sistema.

La experiencia, aunque extremadamente desagradable, pareció aliviar parcialmente la presión en su estómago. El acto de vomitar, aunque forzoso y agotador, ayudó a que el gyojin pudiera eliminar una pequeña parte del veneno y las toxinas que su cuerpo estaba luchando por procesar. Octojin se quedó ahí, apoyándose en sus rodillas, respirando pesadamente mientras el sudor se mezclaba con las saladas lágrimas que brotaban involuntariamente de sus ojos debido al esfuerzo.

Después de unos momentos, logró estabilizar su respiración, sintiendo un ligero alivio tras la purga involuntaria. Aunque debilitado y todavía en peligro, la expulsión del veneno había traído una nueva claridad a su mente, permitiéndole pensar con un poco más de lucidez.

Tomó unos instantes para recobrar el aliento, sus ojos escanearon el entorno natural que lo rodeaba, siempre alerta a los peligros que la selva pudiera albergar. Pero por ahora, lo que más necesitaba era descansar y recuperar fuerzas, confiando en que el tratamiento que Asradi estaba aplicando gradualmente tendría un efecto positivo.

Con un movimiento lento, arrastrándose con dificultad por la tierra del camino, Octojin se desplazó hasta el caldero de agua en el que Asradi había preparado la infusión y que había retirado del fuego tras ello. Se inclinó para lavarse, dejando que el agua, algo caliente aunque aceptable, lavara los restos del veneno y la infusión de su boca. A pesar de la situación peligrosa y su debilidad, el gyojin se permitió un momento para apreciar la belleza tranquila del entorno, un raro instante de paz en medio de la lucha por la supervivencia. Aquello sin duda solo podía ir a mejor.
#9
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RE: [C-Pasado] Bestias en el mar, bestias en la selva - por Octojin - 27-08-2024, 10:21 AM

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