Asradi
Völva
27-08-2024, 08:13 PM
Asradi no le quitaba la mirada de encima después de haberle entregado la taza de infusión. Olía terrible y, seguramente, supiese peor. Pero era necesario que se la tomase. Eso le ayudaría a ir eliminando las toxinas, aunque la forma quizás no fuese muy agradable. Y también tenía que preparar algo de agua dulce para que la bebiese poco a poco y Octojin no se deshidratase. Le notaba, y veía, tembloroso. Un síntoma normal debido a la debilidad y a la fiebre. Pero también por eso, precisamente, estaba atenta a él. Aunque, de vez en cuando, elevaba sutilmente la mirada cuando escuchaba algún que otro graznido de las aves que les sobrevolaban. La sirena apretó ligeramente los labios.
También se encontraba un poco incómoda. O nerviosa, aunque tratase de no demostrarlo abiertamente. Mucho menos en una situación delicada como aquella. Pero no había vuelto a ver a uno de los suyos desde que había abandonado su hogar, por lo que estaba un poco más en guardia que de lo habitual. Más desconfiada. Pero en su fuero interno le era imposible dejar a uno de los suyos en el estado en el que el gyojin tiburón se encontraba. Y, aún así, también se sentía agradecida de haber estado ahí a tiempo.
Cuando él le agradeció, la sirena le dedicó una sonrisa suave.
— Está bien, solo he hecho mi trabajo, después de todo. — No era tan así, porque podía haberlo dejado ahí a su suerte si sintiese que ella sí corría peligro. No le conocía de nada, pero por algún motivo sentía que todo estaba bien. Que no tenía nada que temer.
Dejó que el grandullón fuese tomando la infusión poco a poco, y ella terminó de acomodar un poco aquel campamento. No demasiado, porque sí necesitarían moverse a un lugar más cubierto, como alguna cueva, cuando Octojin se encontrase un poco mejor. El problema de aquella purga, es que era un proceso lento. Pero, al menos, ya había comenzado. Sobre todo a juzgar por el efecto que comenzó a revolverse en el interior de él.
Ella sí fue consciente del cambio que comenzó a suscitarse en el pobre gyojin y como su rostro tomaba una coloración más pálida, así como la expresión propia de alguien que va a vomitar. La sirena le dió, entonces, la espalda. No por desinterés o asco, sino para darle un momento de intimidad mientras devolvía no solo lo que ella le había dado, sino también parte de las toxinas. Una forma de limpiar no solo el estómago, sino también el resto del cuerpo. Era un proceso desagradable pero necesario. Solo cuando las arcadas parecieron detenerse, fue que se aproximó con una expresión más suave.
— Lo siento, sé que no es la mejor manera... Pero es necesario. — Todo sería más sencillo si tuviesen el antidoto. Pero no habían tenido esa suerte. Acarició levemente el rostro de Octojin. En parte para reconfortarle y, también, para comprobar el estado de la calentura de su cuerpo. Que la fiebre fuese bajando gradualmente con el paso del tiempo.
Le hizo entrega, ahora, de un poco de agua dulce tras haberle dejado que él se lavase. Agua sin más.
— La infusión te hará vomitar, pero esto es solo agua, sin más. No podemos dejar que te deshidrates. Por desgracia, tendrás que tomar el brebaje unas cuantas veces más. Al menos hasta que te baje la temperatura. — Le miró con una mezcla de disculpa, pero también firmeza.
Se la administraría a la fuerza si era necesario, aunque Octojin parecía razonable.
— Intenta dormir. Eso ayudará también a que tu cuerpo se centre en tu recuperación. — Le instó, mientras ella tomaba una posición más elevada sobre una roca cercana, tras haberse subido con unos cuantos saltos y ayudándose de sus manos.
No solo para vigilarle desde ahí, sino también para estar atenta por si aquellas aves se atrevían no solo a revolotear.
También se encontraba un poco incómoda. O nerviosa, aunque tratase de no demostrarlo abiertamente. Mucho menos en una situación delicada como aquella. Pero no había vuelto a ver a uno de los suyos desde que había abandonado su hogar, por lo que estaba un poco más en guardia que de lo habitual. Más desconfiada. Pero en su fuero interno le era imposible dejar a uno de los suyos en el estado en el que el gyojin tiburón se encontraba. Y, aún así, también se sentía agradecida de haber estado ahí a tiempo.
Cuando él le agradeció, la sirena le dedicó una sonrisa suave.
— Está bien, solo he hecho mi trabajo, después de todo. — No era tan así, porque podía haberlo dejado ahí a su suerte si sintiese que ella sí corría peligro. No le conocía de nada, pero por algún motivo sentía que todo estaba bien. Que no tenía nada que temer.
Dejó que el grandullón fuese tomando la infusión poco a poco, y ella terminó de acomodar un poco aquel campamento. No demasiado, porque sí necesitarían moverse a un lugar más cubierto, como alguna cueva, cuando Octojin se encontrase un poco mejor. El problema de aquella purga, es que era un proceso lento. Pero, al menos, ya había comenzado. Sobre todo a juzgar por el efecto que comenzó a revolverse en el interior de él.
Ella sí fue consciente del cambio que comenzó a suscitarse en el pobre gyojin y como su rostro tomaba una coloración más pálida, así como la expresión propia de alguien que va a vomitar. La sirena le dió, entonces, la espalda. No por desinterés o asco, sino para darle un momento de intimidad mientras devolvía no solo lo que ella le había dado, sino también parte de las toxinas. Una forma de limpiar no solo el estómago, sino también el resto del cuerpo. Era un proceso desagradable pero necesario. Solo cuando las arcadas parecieron detenerse, fue que se aproximó con una expresión más suave.
— Lo siento, sé que no es la mejor manera... Pero es necesario. — Todo sería más sencillo si tuviesen el antidoto. Pero no habían tenido esa suerte. Acarició levemente el rostro de Octojin. En parte para reconfortarle y, también, para comprobar el estado de la calentura de su cuerpo. Que la fiebre fuese bajando gradualmente con el paso del tiempo.
Le hizo entrega, ahora, de un poco de agua dulce tras haberle dejado que él se lavase. Agua sin más.
— La infusión te hará vomitar, pero esto es solo agua, sin más. No podemos dejar que te deshidrates. Por desgracia, tendrás que tomar el brebaje unas cuantas veces más. Al menos hasta que te baje la temperatura. — Le miró con una mezcla de disculpa, pero también firmeza.
Se la administraría a la fuerza si era necesario, aunque Octojin parecía razonable.
— Intenta dormir. Eso ayudará también a que tu cuerpo se centre en tu recuperación. — Le instó, mientras ella tomaba una posición más elevada sobre una roca cercana, tras haberse subido con unos cuantos saltos y ayudándose de sus manos.
No solo para vigilarle desde ahí, sino también para estar atenta por si aquellas aves se atrevían no solo a revolotear.