Airgid Vanaidiam
Metalhead
27-08-2024, 10:10 PM
Era como si sus palabras hubieran desencadenado todo un movimiento religioso, una inquisición. O eras fiel seguidor de Norfeo, o acabarían contigo. Aún así, Airgid no se olvidaba de esa idea de que todo era un sueño y de que nada importaba, pero era un sueño controlado por una entidad que por un motivo u otro, tenía poder sobre ellos. Y esa misma entidad había depositado en la rubia su confianza y su poder a pesar de que ella se mostrase en principio escéptica y sarcástica respecto al tema. ¿No era una buenísima forma de darle las gracias el acabar con sus enemigos y negacionistas? Quizás algo extremista, pero era lo que Norfeo deseaba, por algo le había otorgado aquel maravilloso rifle.
Ante ella, fuera ya del agua, pudo observar cómo el pelirrojo también era bendecido y emprendía su propio ataque contra el pobre joven de cabellos morados, que había sido castigado con un destino terrible, transformando su apariencia hasta volverlo más que horrible. Irreconocible. El tiburón se unió a su contienda, salió del agua junto a ella con un físico también completamente cambiado pero de una manera más espectacular, más peligrosa e intimidante, más fiera. El patito le caía bien, no había sido bendecido ni castigado, pero al ver la escena que se estaba montando decidió tirar su canica al lago, lo que ya servía para no identificarle como un enemigo en aquella cacería de brujas. Aunque les hizo una serie de preguntas acerca de Norfeo que... ella al menos no sabía contestar. — No... no ma' disho ná. — Respondió con absoluta sinceridad. — Pero tú confía, 'rmano, ha hesho bien ofresiendo tu canica, fijo que si le contentamo' nos dará la' re'puesta. — Realmente no tenía ni puta idea de nada. Pero quizás sí, quizás si le demostraban ser lo suficientemente fieles y valiosos, les contaría sus divinos planes.
El alado borrachín y Asradi también se unieron a la secta de los norféicos, eran grandes y poderosos aliados, al igual que evidentemente, el profeta, que ahora contaba con el apoyo incondicional de Carlito. Todos parecían ir de la mano, todos habían sido bendecidos o habían ofrecido algo al lago, un poco tarde, pero lo habían hecho, como el patito. Aunque... el tipo de cabellos morados que ahora parecía tener el aspecto de una cebolla claramente había sido castigado. Claramente era un infiel, un enemigo de Norfeo. Solo uno... de momento, al menos.
El pelirrojo lo vio claro, y no dudo en lanzarse al ataque contra el pobre hombre cebolla, en nombre de Norfeo. Para su sorpresa, el profeta decidió amenazar al alado con que le diera su canica o tanto él como Carlito se lanzarían al ataque. Él había sido bendecido, igual que ella, pero a ojos del profeta era igual de pagano que el hombre cebolla por culpa de sus actos impuros. Fumar, beber... Ella no era tan exquisita en ese sentido, pero no iba a negarle una cruzada a un hermano. Tampoco tenía por qué defender a nadie. Y por supuesto, no quería enfrentarse a Carlito, su hijo. Así que decidió que aquella contienda no le incumbía.
Fue en ese momento cuando apareció un nuevo personaje. Se trataba de un hombre muy pequeño y menudo, con el pelo morado y redondeado, parecía un niño... con problemas. Se acercó corriendo al lago, buscando mirar su reflejo en el agua mientras gritaba presa del pánico. Era un desconocido que se había presentado allí de repente, igual que hizo el hombre cebolla y el profeta en su momento. No podía fiarse de él. Airgid no dudó en apuntarle con su rifle, en la orilla del lago, a una distancia de unos cinco metros. — ¡Tú! ¿¡Quién ere'!? ¿Ere' un creyente de Norfeo? ¿Abraza' su' alabansa? ¿O ere'... su enemigo? Piensa bien tu' palabra', cabesa. — Le amenazó abiertamente. Con aquella apariencia, aquel olor a... resultaba casi imposible pensar que podría ser un bendecido. De hecho parecía más ser un castigado, como acabó el chico de los cabellos morados. Pero tampoco quería ser una pecadora y atacar sin previo aviso, por la espalda, sin dar a su oponente la oportunidad de defenderse o de explicarse.
Ante ella, fuera ya del agua, pudo observar cómo el pelirrojo también era bendecido y emprendía su propio ataque contra el pobre joven de cabellos morados, que había sido castigado con un destino terrible, transformando su apariencia hasta volverlo más que horrible. Irreconocible. El tiburón se unió a su contienda, salió del agua junto a ella con un físico también completamente cambiado pero de una manera más espectacular, más peligrosa e intimidante, más fiera. El patito le caía bien, no había sido bendecido ni castigado, pero al ver la escena que se estaba montando decidió tirar su canica al lago, lo que ya servía para no identificarle como un enemigo en aquella cacería de brujas. Aunque les hizo una serie de preguntas acerca de Norfeo que... ella al menos no sabía contestar. — No... no ma' disho ná. — Respondió con absoluta sinceridad. — Pero tú confía, 'rmano, ha hesho bien ofresiendo tu canica, fijo que si le contentamo' nos dará la' re'puesta. — Realmente no tenía ni puta idea de nada. Pero quizás sí, quizás si le demostraban ser lo suficientemente fieles y valiosos, les contaría sus divinos planes.
El alado borrachín y Asradi también se unieron a la secta de los norféicos, eran grandes y poderosos aliados, al igual que evidentemente, el profeta, que ahora contaba con el apoyo incondicional de Carlito. Todos parecían ir de la mano, todos habían sido bendecidos o habían ofrecido algo al lago, un poco tarde, pero lo habían hecho, como el patito. Aunque... el tipo de cabellos morados que ahora parecía tener el aspecto de una cebolla claramente había sido castigado. Claramente era un infiel, un enemigo de Norfeo. Solo uno... de momento, al menos.
El pelirrojo lo vio claro, y no dudo en lanzarse al ataque contra el pobre hombre cebolla, en nombre de Norfeo. Para su sorpresa, el profeta decidió amenazar al alado con que le diera su canica o tanto él como Carlito se lanzarían al ataque. Él había sido bendecido, igual que ella, pero a ojos del profeta era igual de pagano que el hombre cebolla por culpa de sus actos impuros. Fumar, beber... Ella no era tan exquisita en ese sentido, pero no iba a negarle una cruzada a un hermano. Tampoco tenía por qué defender a nadie. Y por supuesto, no quería enfrentarse a Carlito, su hijo. Así que decidió que aquella contienda no le incumbía.
Fue en ese momento cuando apareció un nuevo personaje. Se trataba de un hombre muy pequeño y menudo, con el pelo morado y redondeado, parecía un niño... con problemas. Se acercó corriendo al lago, buscando mirar su reflejo en el agua mientras gritaba presa del pánico. Era un desconocido que se había presentado allí de repente, igual que hizo el hombre cebolla y el profeta en su momento. No podía fiarse de él. Airgid no dudó en apuntarle con su rifle, en la orilla del lago, a una distancia de unos cinco metros. — ¡Tú! ¿¡Quién ere'!? ¿Ere' un creyente de Norfeo? ¿Abraza' su' alabansa? ¿O ere'... su enemigo? Piensa bien tu' palabra', cabesa. — Le amenazó abiertamente. Con aquella apariencia, aquel olor a... resultaba casi imposible pensar que podría ser un bendecido. De hecho parecía más ser un castigado, como acabó el chico de los cabellos morados. Pero tampoco quería ser una pecadora y atacar sin previo aviso, por la espalda, sin dar a su oponente la oportunidad de defenderse o de explicarse.