Alguien dijo una vez...
Donquixote Doflamingo
¿Los piratas son malos? ¿Los marines son los buenos? ¡Estos términos han cambiado siempre a lo largo de la historia! ¡Los niños que nunca han visto la paz y los niños que nunca han visto la guerra tienen valores diferentes! ¡Los que están en la cima determinan lo que está bien y lo que está mal! ¡Este lugar es un terreno neutral! ¿Dicen que la Justicia prevalecerá? ¡Por supuesto que lo hará! ¡Gane quién gane esta guerra se convertirá en la Justicia!
[Común] [C-Pasado] El Halcón y el Cuervo.
Gavyn Peregrino
Horus il Tessitore
Una sonrisa lenta y perezosa llenó mi rostro, me agradaba, realmente me agradaba esa sensación electrizante que sube por mi columna de forma satisfactoria, ser testigo de lo que provocaba en él, aunque fuese tan… Superficial en algunos aspectos y profundo en otros, tan superficial como puede ser el tensar los músculos de una persona, provocar que su sonrisa y sus ojos se cargue con un brillo de lascivia constante, hacer que se estremezca ante las atenciones, los gestos, los ademanes, tan llenos de deseo como sus reacciones. Y tan profundo como generar en otra persona un sentimiento pasional, un subidón de libido, un subidón del… Yo. Hace rato veía en el espejo de sus ojos que queríamos lo mismo, en los muchos sentidos y acepciones de la frase. Que ese roce de labios pecaminoso y travieso no era más que el preludio ¿De qué? Ah, lo cierto es que dispersarme en el placer del momento me resultaba fácil habitualmente, no disponía de un juego previo con tamaña complejidad.

Y tan obvio al mismo tiempo.

Disfruté del rocé en los labios, de las mordidas cuidadosas, se sentía como si estuviera saboreando algo que no debía probar, como una manzana, aunque no estaba seguro de que manzana, y, sin embargo, tampoco sentía que hubiera mucha diferencia entre las manzanas de los cuentos y las manzanas de los textos religiosos, tantas son las que hoy y mañana se van a cruzar, en alguna de ellas debe encontrarse la felicidad ¿No? O un facsímil de la felicidad, pero eso es suficiente para mí, de momento, hasta que decidiera que necesitaba algo permanente, algo… Algo más. Claro que se quedaría en una idea por ahora. Me reí entre dientes de la réplica de Ubben, el hombre realmente sabe lo que quiere y como lo quiere, después de todo está realmente ansioso por conseguir aquello que anhela.

. – Si… Y me gustan las sorpresas. –La comisura de mis labios se crispó.

Contemplé detalladamente su rostro, sonriendo suavemente en respuesta a su expresión y su reacción, la idea de cubrirnos a ambos con mis alas. y la posibilidad de ser descubiertos in fraganti era… Emocionante, debía admitirlo. Nunca lo había intentado, a pesar de mi tendencia a deambular en los techos de las casas para evitar a las multitudes molestas, esquivar perseguidores o solo por el placer de estar más cerca del cielo, no compartía mis estancias en esos lugares con muchas personas, pero el lugar que menos prefería compartir era otro, otro que los que estaban desposeídos de alas no alcanzaban tan fácilmente, e incluso si tenía la oportunidad de elevarlos conmigo, no lo hacía. Había demasiada intimidad en ese acto, y se quedaba como una mera idea. El agarre sobre las solapas de mi chaqueta de aviador era solo un medio para acercarme a él, me dejé hacer, sin deseo de rechazar la cercanía que buscábamos desde hace rato.

. – Hmm, creo que a ti te gustan más las cartas y a mi me atrae más el ajedrez. –Incliné la cabeza a un lado y solté una risa divertida después de la petición– Uno de misterio, que te atrae y te atrapa en las tinieblas de su caso…

Me acomodé contra su cuerpo, disfrutando de la sensación cálida, de la contracción y relajación de los músculos, del jugueteo carnal separado por la tela de la ropa, tan cerca y tan lejos al mismo tiempo… Permití que lleve las manos a mi rostro, respirando profundamente, la presión de los dedos sobre la piel se sentía extraña, deliberada, casi como si estuviera apreciando un objeto por su hechura, sus acabados, sus filigranas, como la insaciable codicia de un dragón que se regocija en agregar algo a su preciado tesoro. O como una urraca aprisionando algo centelleante en sus garras. Se trataba de un sentimiento extraño, era casi como lo que sentí cuando nos conocimos hace unos minutos, un impulso prácticamente irrefrenable de golpearlo en la cara o de besarlo de forma ávida, voraz.

La sorpresa en su rostro fue honesta y cómica, me preguntaba exactamente ¿Cuántos años creyó que tenía? Habitualmente suelen decirme que parezco más joven de lo que soy, sin embargo, aparentemente, para la percepción de Ubben era un “Polluelo”. Si, la gente tenía la costumbre de decirme que aún estaba dando mis primeros pasos en el mar. Lo cierto es que tenía otra perspectiva sobre el asunto, pero no iba a discutir sobre mi juventud con un tipo que ni siquiera me dobla la edad, quizás la experiencia, pero no la edad.

. – Bueno, más sabe el diablo por diablo que por viejo. Aunque si eres de esos que piensan que no se le puede enseñar trucos a un perro viejo, supongo que se ajustará a ti, si la bota te queda.

No podría ver claramente su reacción, porque la repentina seriedad en su rostro atrajo mi atención, no tenía un buen presentimiento acerca del cambio abrupto, la honestidad… No parecía ser algo que fuese capaz de conceptualizar, al menos no en esta situación, no siendo consciente de que, a pesar del jugueteo, la picardía, las insinuaciones, a pesar del tira y afloja, esto se trataba de un juego que ninguno quería perder, y que el espejo se volvía borroso en estas situaciones. Sin condecirse, el empuje en mi hombro fue esperado, al igual que el peso del moreno en mi regazo, rozaba y presionaba mi ingle de forma descarada, mientras me acomodaba, presionando mis pies sobre el tejado y flexionando las rodillas hasta pegarlas en su espalda, deslizando mi pie junto al lateral libre de su tobillo izquierdo para impulsarme.

. – Adelante, ilumíname.

Pasé la lengua por la parte posterior de mis dientes, arqueando ligeramente la espalda cuando Ubben presionó su pelvis contra la mía, restregándose de forma tortuosa. La fricción estimulante me motivó, hizo que el fuego en mi bajo vientre subiera por todo mi cuerpo, encendiéndose lo suficiente como para mover mis caderas, siguiendo la cadencia del bribón. Sus palabras me atraparon y sus brazos me enjaularon, ah, entonces realmente quería que lo recuerde, las caricias que esa idea prodigaban a su ego, creciente con cada segundo que pasaba, parecían alentarlo a hablar. Sujeté su rostro tan pronto sus labios tocaron los míos, subiendo los dedos a su cabello y derribando sin contemplaciones el tricornio que traía para aferrarme al cabello blanco del cual tiré solo por el deseo de hacerlo y no para apartarlo. Devoré con voracidad sus labios hasta que se separó, solo entonces contuve un sonido de insatisfacción, mirándolo con las pupilas tan dilatadas que podrían engullir mis iris ámbar en una imitación del abismo.

Entrecerré los ojos cuando se llevó una mano a la cara, expectante de ver aquello que quería ver, que no me aterraba, que estaba esperando con ansias desde que lo descubrí, desde que lo vi, desde que mi percepción acerca de este hombre que conocí hace solo unos minutos se esclareció. Relamí mis labios, repasando cada detalle de su expresión cambiante, desde los ojos feroces hasta el brillo de peligro, de amenaza que representaba para mí. Abrí los ojos hasta el límite, asombrado, como un búho que contempla con atención en la noche, esperando que se presente aquello que desea cazar. Permití que deslice su mano en mi cuello, sintiendo mi corazón comenzando a desbocarse, mi respiración entrecortarse, la idea de dejar que alguien esté tan cerca de una parte tan importante de mi cuerpo, sus dedos presionados en mi pulso errático, tan errático como sus emociones, como la vorágine de sentimientos que estaba, no, que estábamos experimentando.

Con su última pregunta separé mis labios temblorosos y… Dibujé una sonrisa ladina, inclinando la cabeza a un lado.

. – Lo admito, te subestimé un poco, adoro el juego tanto como tú, adoro la incertidumbre del ir y venir, de los juegos de palabras, del coqueteo… –Estiré mi mano hacia su rostro, rozando el brazo que me sujetaba el cuello con los dedos, y acaricié su pómulo, el filo de su mandíbula con el dorso de mis dedos– Me encanta poder mirar por tanto tiempo al abismo, y que me devuelva la mirada. Poder probar, saborear y jugar con alguien igual de maltrecho y desagradable como yo.

Bajé las caricias por su brazo hasta el reverso de su mano, delineando las venas, los tendones.

. – Pero ¿Sabes? Creo que si tienes miedo, Ubben. Tienes tanto miedo como yo de que mire profundo dentro de ti y te descubra. Creo que tienes miedo de mirar profundo dentro de mí, dentro de tu reflejo en el espejo, y encontrar algo que te haga perder el control. –Envolví mis dedos en su muñeca de forma lenta y deliberada, haciendo círculos en el interior de esta con mi pulgar– Entonces sí, realmente creo que tienes miedo a encontrarme, porque es más fácil ignorar el reflejo del espejo si no lo tienes delante.

Subí mi otra mano desde su cadera, por su torso, hasta su pecho, presionando uno de sus pezones con una sonrisa juguetona, depredadora, hambrienta. Quería hundir mis garras en su piel, tanto como él deseaba grabar a fuego el recuerdo de esta situación en mi memoria. Sujeté su mano, arrancándola hacia un lado de mi cuello y, en un rápido movimiento apreté el tobillo que tenía atrapado con mi pie y elevé la cadera, rodando hacia un lado para dejarlo debajo de mi. Atrapé su otro brazo al girar, en el momento de desorientación, y los presioné contra el techo, a los lados de su cabeza.

. – Y también pienso que me subestimaste, vamos Ubben ¿De verdad crees que solo porque no tengo armas encima estoy indefenso? –Elevé una ceja emplumada, mis ojos mostraron un fulgor de resolución y lujuria– Si, sabía que estaba dentro del juego desde un principio, igual que tú lo sabías, los dos fuimos y somos conscientes de eso. No subí sin nada solo porque me hayas atraído a una trampa, sino porque tengo suficiente confianza en mí mismo para defenderme y adaptarme a pesar de ello.

Alcé las alas por detrás de mi espalda, estirándolas, ampliándolas, proyectando dos sombras a cada lado del bribón.

. – Además ¿Qué revelé? Nada, lo mismo que tú, mi nombre, mi edad, mis años navegando, mi gusto por el pollo, mi interés por los hombres, mi aprecio por mis plumas, parte de mi personalidad ¿Mi raza? Sabes tanto de mí como yo sé de ti. –Reí entre dientes, inclinándome apenas hacia su cara, sin poder probar aún el sabor de sus labios o el roce de su aliento– Y revelar la verdad de forma honesta, no hace de este juego más que un empate, o un tira y afloja aun sin vencedor.

Me aparté, fijando mis ojos de pupilas delgadas como una aguja e iris de un dorado vibrante como el oro en las perlas gemelas del moreno.

. – Admítelo Ubben, por un momento perdiste, aunque fuese ínfimamente, el control ahí, y esta también es una táctica desesperada por recuperarlo. Pero te encantó de todos modos ¿No?

Bajé el tono de mi voz en un ronroneo similar al que utilizó antes,
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RE: [C-Pasado] El Halcón y el Cuervo. - por Gavyn Peregrino - 27-08-2024, 11:54 PM

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