Qazan
Qazan
28-08-2024, 07:48 AM
Mientras caminaba por el jardín apareció desde otra habitación un hombre de cabello blanco como la nieve. Se pasó una cerilla por el tricornio para encenderla y seguido se encendió el cigarro que sostenía con los labios. - Será mejor que haga algo de ruido-. Dije para mi mismo al darme cuenta que en el jardín no había demasiada iluminación y que el color negro de mi piel podía hacer que me camuflase en la penumbra de la noche. Con el pensamiento en mente, seguí mi paseo nocturno pero haciendo fuerza al pisar, de esta manera aunque no me distinguiese completamente al menos podría advertir mi presencia sin que fuese muy cantoso. - Lo que hay que hacer para que no te disparen...-. En el pasado ya me había ocurrido algo similar precisamente por esto mismo, el tono oscuro de mi piel hacía que sin yo quererlo fuese muy sencillo ocultarme en lugares con poca luminosidad.
Seguí caminando hasta pasar por delante de aquel hombre mientras éste disfrutaba de su cigarrillo. -Buenas noches-. Le dije al chico sin detenerme, seguía mi camino disfrutando de la penumbra de la noche y la espectacularidad del jardín que el anciano había cuidado con tanto esmero tanto tiempo. Pronto me di cuenta de que había pasado bastante tiempo desde que había estado con el anciano - ¿Le habrá pasado algo?-. Empezaba a estar algo preocupado por el buen señor, su amabilidad no tenía comparación en este mundo y sabía que no se tardaba tanto en hacer un té. Con la preocupación en el cuerpo decidí entrar dentro a buscarle, daba por hecho que sabía cuidarse solo pero nunca se sabe. Encontré una puerta corredera que llevaba directamente al interior de la los pasillos de la posada y me dirigí a la puerta principal.
Por fin había encontrado al anciano, parecía estar hablando o atendiendo a alguien aunque la cara de preocupación de éste me hacía sospechar que estaba sucediendo algo más. - Jefe, ¿Todo bien?-. Le pregunté con tono preocupado, aquel hombre había sido muy amable conmigo y si podía echarle una mano en algo no iba a dudar en hacerlo. Con paso más apresurado me acerqué hasta él cuando de pronto abrió la puerta, del otro lado apareció nuevamente un chico albino. Aquello me sorprendió bastante, ¿Era el mismo que el que estaba en el jardín? No me había fijado demasiado en el primero ya que parecía estar tranquilo con su cigarro, pero encontrarme una segunda persona peliblanca me llamaba mucho la atención. Ambos pasaron dentro. -Tranquilo muchacho, es un huésped recurrente-. Me dijo el anciano a la vez que me tocaba en el brazo tratando de reconfortarme. Algo me daba mala espina, como si de un momento a otro esto fuese a convertirse en un campo de batalla.
Seguí caminando hasta pasar por delante de aquel hombre mientras éste disfrutaba de su cigarrillo. -Buenas noches-. Le dije al chico sin detenerme, seguía mi camino disfrutando de la penumbra de la noche y la espectacularidad del jardín que el anciano había cuidado con tanto esmero tanto tiempo. Pronto me di cuenta de que había pasado bastante tiempo desde que había estado con el anciano - ¿Le habrá pasado algo?-. Empezaba a estar algo preocupado por el buen señor, su amabilidad no tenía comparación en este mundo y sabía que no se tardaba tanto en hacer un té. Con la preocupación en el cuerpo decidí entrar dentro a buscarle, daba por hecho que sabía cuidarse solo pero nunca se sabe. Encontré una puerta corredera que llevaba directamente al interior de la los pasillos de la posada y me dirigí a la puerta principal.
Por fin había encontrado al anciano, parecía estar hablando o atendiendo a alguien aunque la cara de preocupación de éste me hacía sospechar que estaba sucediendo algo más. - Jefe, ¿Todo bien?-. Le pregunté con tono preocupado, aquel hombre había sido muy amable conmigo y si podía echarle una mano en algo no iba a dudar en hacerlo. Con paso más apresurado me acerqué hasta él cuando de pronto abrió la puerta, del otro lado apareció nuevamente un chico albino. Aquello me sorprendió bastante, ¿Era el mismo que el que estaba en el jardín? No me había fijado demasiado en el primero ya que parecía estar tranquilo con su cigarro, pero encontrarme una segunda persona peliblanca me llamaba mucho la atención. Ambos pasaron dentro. -Tranquilo muchacho, es un huésped recurrente-. Me dijo el anciano a la vez que me tocaba en el brazo tratando de reconfortarme. Algo me daba mala espina, como si de un momento a otro esto fuese a convertirse en un campo de batalla.