Asradi
Völva
28-08-2024, 11:53 AM
En realidad no es que fuese una devota seguidora de Norfeo. Vale, el dios ese (o lo que fuese), les había bendecido de alguna manera, pero todavía estaba un tanto reacia al respecto. Pero viendo el percal, lo mejor que podía hacer era ponerse de parte de aquella secta que se había montado. ¿Quién sería tan imbécil de ponerse en contra de aquella mole de músculos tiburoniles y de una rubia con muy mala leche y armas cargadas? Ella no, al menos.
Además, parecía que la cosa se ponía interesante cuando aquella voz onírica formuló aquel decreto. Así que quedaba una zona más. Y, ahora, al parecer, tendrían que enfrentarse a ellos. La expresión de Asradi fue pensativa unos segundos. Justo en ese momento, el viento volvió a soplar con la fuerza que lo había caracterizado desde que había aterrizado en ese lugar. Por fortuna, y generosidad, fue sujeta por la fuerte mano de Octojin, quien ahora se alzaba como un firme baluarte capaz de resistir cualquier tormenta. La sirena le miró de reojo, con un leve azoramiento, que luego mutó en un fruncimiento de ceño disimulado.
Pero todo era cambiante, la llegada de más gente. El como Yoshi se había ido contra el pobre hombre-cebolla. Ya no había tetas que lo salvaran. Y no solo eso, a ese nauseabundo olor se había sumado otro. La pelinegra arrugó ligeramente la nariz y retrocedió unos cuantos pasos. A estas alturas y tras haber salido del agua, su cola había vuelto a mutar a las torneadas piernas humanas, cubiertas de escamas plateadas. Seguía siendo una visión casi onírica, por así decirlo.
No iba a meterse, puesto que fue Octojin quien llamó a la calma. Tenían que buscar a los otros. Reclamar aquel nuevo territorio o, más bien, seguramente las dichosas canicas que portasen.
Ya no estaba segura de si todo aquello era un juego, un sueño, o producto de algún delirio por haber comido alguna planta o raíz que no debería. Quizás un poco de todo.
Tendría más cuidado, la próxima vez, de lo que se llevaba a la boca.
— Vamos entonces. Airgid, ¿vienes? — Sonrió a la rubia, en un gesto entretenido.
Octojin se echó a trotar en dirección norte, y Asradi fue detrás, aprovechando que aquella brisa parecía guiarles.
Además, parecía que la cosa se ponía interesante cuando aquella voz onírica formuló aquel decreto. Así que quedaba una zona más. Y, ahora, al parecer, tendrían que enfrentarse a ellos. La expresión de Asradi fue pensativa unos segundos. Justo en ese momento, el viento volvió a soplar con la fuerza que lo había caracterizado desde que había aterrizado en ese lugar. Por fortuna, y generosidad, fue sujeta por la fuerte mano de Octojin, quien ahora se alzaba como un firme baluarte capaz de resistir cualquier tormenta. La sirena le miró de reojo, con un leve azoramiento, que luego mutó en un fruncimiento de ceño disimulado.
Pero todo era cambiante, la llegada de más gente. El como Yoshi se había ido contra el pobre hombre-cebolla. Ya no había tetas que lo salvaran. Y no solo eso, a ese nauseabundo olor se había sumado otro. La pelinegra arrugó ligeramente la nariz y retrocedió unos cuantos pasos. A estas alturas y tras haber salido del agua, su cola había vuelto a mutar a las torneadas piernas humanas, cubiertas de escamas plateadas. Seguía siendo una visión casi onírica, por así decirlo.
No iba a meterse, puesto que fue Octojin quien llamó a la calma. Tenían que buscar a los otros. Reclamar aquel nuevo territorio o, más bien, seguramente las dichosas canicas que portasen.
Ya no estaba segura de si todo aquello era un juego, un sueño, o producto de algún delirio por haber comido alguna planta o raíz que no debería. Quizás un poco de todo.
Tendría más cuidado, la próxima vez, de lo que se llevaba a la boca.
— Vamos entonces. Airgid, ¿vienes? — Sonrió a la rubia, en un gesto entretenido.
Octojin se echó a trotar en dirección norte, y Asradi fue detrás, aprovechando que aquella brisa parecía guiarles.