Asradi
Völva
28-08-2024, 12:33 PM
Asradi solo había echado una única mirada hacia atrás, para asegurarse si Airgid les seguía o no. El resto... Bueno, era decisión de los demás. Pero esperaba que les siguiesen. Al fin y al cabo, si iba a haber una batalla campal contra otro territorio, lo más inteligente es que se juntasen todos los del mismo. Cuántos más, mejor. Primero lo importante, acabar con los otros, y luego ya arreglarían sus rencillas personales, si es que quedaba alguno en pie.
Tras haber echado una buena carrera detrás de Octojin, pudo ver cómo el paraje cambiaba. Cómo las altas montañas desgarraban la bóveda celeste con sus escarpados picos. Como parecían un muro infranqueable en el que, ahora, ellos se encontraban. Hubo una mezcla de desasosiego y fascinación, al mismo tiempo. Aceleró un poco el paso, a través del sendero, aunque fijándose en algunas plantas que no había visto jamás. De haber estado en otra situación, se hubiese detenido no solo a contemplarlas, sino también a estudiarlas y recolectarlas. Pero había algo que urgía con más premura.
Norfeo había hablado.
Asradi se ajustó la corona dorada de laurel entre sus cabellos azabaches y continuó el rumbo que el río marcaba. De aguas cristalinas y murmullo agradable. No era demasiado caudaloso, no era como el mar al que estaba acostumbrada. Pero era un lugar hermoso y poderoso al mismo tiempo.
Tras un buen trecho, llegó hasta un claro, reconociendo la mole tiburonil sentada sobre una piedra. Se acercó en silencio, poniendo una mano en el costado de Octojin antes de separar ese mismo contacto. Fue algo breve, un par de segundos. Un simple gesto que decía “Estoy aquí”. Asradi inspiró aire profundamente, embriagándose del frescor de las montañas. Parecía estar a gusto con esa temperatura, al fin y al cabo.
— No sé que va a pasar, ni cuántos son los que quedan en este territorio... — Murmuró en voz baja, aunque audible. — Pero os apoyaré si todos tenemos el mismo objetivo.
Lanzó una mirada de reojo a Octojin, antes de separarse y buscar un lugar con cierta ventaja de terreno. Alguna altura con la que pudiese ver más allá del lugar en el que se encontraban. Y, al mismo tiempo, una que le proporcionase cierto resguardo. Tenía sus canicas, tenía su látigo.
Y, lo más importante: Tenía su voz.