El cangrejo pareció atender a razones, no era un ser tonto ni mucho menos, simplemente parecía ser alguien dedicado a su causa y cauto a la hora de dar pasos, literal y figuradamente. No lo podía culpar, la vida es algo que debemos valorar en primera instancia y meterse en el mar sin tener la seguridad de que puedes flotar es algo a tener en cuenta. Por suerte, ahí estaba yo. Si yo supervisaba y estaba atento para sacar al cangrejo podíamos hacer la prueba de flotación que poco a poco empezaba a coger forma.
Crispón accedió y rápidamente corrí y salté hacia nuestro navío intentando no hacer ruido para no despertar a Misty y a CD, cogí un cabo y volví. Até el cabo a la palmera y luego se lo entregué a Crispon. ¿Por que? Yo no era un tipo fuerte, a duras penas podría arrastrar a aquel ser, mucho menos con esa gran mochila que llevaba a la espalda. Le expliqué al crustáceo que debía de atarse la cuerda al cuerpo para que si sucedía algún altercado poder despertar a mis compañeros y tirar entre todos para sacarlo de las profundidades, ellos eran realmente fuertes. - Vamos Crispon. Confío en ti, todo saldrá bien. ¡Saldremos a flote! - Me agarré a la cuerda, volvía a ojear la palmera desde abajo en busca de algún coco de peculiares características y espere. Con desconfianza y nervios Crispón fue profundizando poco a poco, dejé caer mi peso en la cuerda sin utilizar toda mi fuerza, de ese modo si una corriente tirase de el yo estaría ya en tensión.
Y entonces ocurrió, un éxito rotundo, mi deducción era la correcta. Tan solo Crispin había sido maldito, al parecer por esa extraña fruta que había consumido. ¿Las frutas malditas? Aquella historia de la vieja, todo esa mitología captaba mi atención pero no había tiempo para divagar, estábamos de celebración. - ¡Bravo Crispon! ¡Por la falda del Hinokami! Ahora puedes nadar y surcar los mares. - Me acerque rápidamente hasta la orilla y me senté frente a el. - ¿Qué? ¿Qué se siente al no estar maldito? - Le pregunté con una sonrisa de oreja a oreja.
Crispón accedió y rápidamente corrí y salté hacia nuestro navío intentando no hacer ruido para no despertar a Misty y a CD, cogí un cabo y volví. Até el cabo a la palmera y luego se lo entregué a Crispon. ¿Por que? Yo no era un tipo fuerte, a duras penas podría arrastrar a aquel ser, mucho menos con esa gran mochila que llevaba a la espalda. Le expliqué al crustáceo que debía de atarse la cuerda al cuerpo para que si sucedía algún altercado poder despertar a mis compañeros y tirar entre todos para sacarlo de las profundidades, ellos eran realmente fuertes. - Vamos Crispon. Confío en ti, todo saldrá bien. ¡Saldremos a flote! - Me agarré a la cuerda, volvía a ojear la palmera desde abajo en busca de algún coco de peculiares características y espere. Con desconfianza y nervios Crispón fue profundizando poco a poco, dejé caer mi peso en la cuerda sin utilizar toda mi fuerza, de ese modo si una corriente tirase de el yo estaría ya en tensión.
Y entonces ocurrió, un éxito rotundo, mi deducción era la correcta. Tan solo Crispin había sido maldito, al parecer por esa extraña fruta que había consumido. ¿Las frutas malditas? Aquella historia de la vieja, todo esa mitología captaba mi atención pero no había tiempo para divagar, estábamos de celebración. - ¡Bravo Crispon! ¡Por la falda del Hinokami! Ahora puedes nadar y surcar los mares. - Me acerque rápidamente hasta la orilla y me senté frente a el. - ¿Qué? ¿Qué se siente al no estar maldito? - Le pregunté con una sonrisa de oreja a oreja.