Ray
Kuroi Ya
28-08-2024, 04:31 PM
Los lamentos del joven sobre su nuevo aspecto se vieron interrumpidos por una amenaza. Una mujer de cabellos rubios y considerable belleza le apuntaba con un arma de fuego mientras le preguntaba cuáles eran sus lealtades. Según sus palabras era una adoradora de Norfeo, el ser que parecía gobernar aquella maldita isla y el causante del drástico cambio en la anatomía de Ray.
La rabia le inundó por un segundo, pero no tardó en desaparecer ante un nuevo giro radical de los acontecimientos. Un fuerte viento se levantó de repente mientras el cielo se oscurecía. Las nubes taparon por completo la luz, haciendo que en escasos segundos pareciera que había caído la noche. El cielo comenzó a parpadear como si los rayos fueran a empezar a caer en breves momentos.
¿Sería aquello también obra de Norfeo? En la mente del joven parecía lo más probable, pues la supuesta deidad ya había mostrado sobradamente su volatilidad y su narcisismo. Sin embargo no tuvo mucho tiempo para pensar, pues la fuerza del viento pronto amenazó con superar la suya. Se agarró a lo que pudo, pero por mucho que lo intentó no fue capaz de mantenerse erguido y en pie. Su nuevo cuerpo pesaba tan poco que fue desplazado con pasmosa facilidad, volando por los aires. Incapaz de controlar su trayectoria, que dependía al completo de los caprichos del viento, el joven entendió que era contraproducente luchar y se dejó llevar por la corriente sin transformarse para intentar utilizar sus alas.
Hasta que repentinamente su desplazamiento se vio detenido al chocar contra lo que en primera instancia le pareció una pared. Sin embargo no cayó al suelo, pues una gigantesca mano le recogió. Miró hacia arriba y se encontró cara a cara con uno de los seres más intimidantes que había visto nunca. Una especie de tiburón antropomorfo de enorme tamaño, con grandes y afilados dientes y unos brazos que superaban el tamaño actual del marine.
Ray fue a decir algo a aquel híbrido entre humano y pez, pero en ese momento la tempestad cesó de repente. La poderosa voz de Norfeo llenó de nuevo el ambiente, anunciando su nueva ocurrencia. Al parecer había decidido perdonar las vidas de todos ellos a cambio de que se enfrentaran a las personas que habitaban otro territorio de la isla y les quitaran sus canicas.
En cuanto su voz se hubo desvanecido el tiburón fue el primero de cuantos seres se encontraban en los alrededores en proclamar la gloria de Norfeo y tratar de organizar a los demás en un ataque contra el otro territorio. Varias personas fueron uniéndose a sus intenciones, y el joven marine aprovechó para mirar hacia arriba y preguntarle:
- ¿Puedo acompañaros al combate? Aunque sea pequeño, en cuanto nos encontremos en una zona que no tenga este viento tan poderoso podréis comprobar que soy fiero en combate, y muy hábil a la hora de conseguir canicas. Solo necesito que me lleves contigo hasta que ya no haya tanto viento.
No le importaba lo más mínimo Norfeo ni su vanidad, pero si pelear junto a sus partidarios era lo único que podía hacer para evitar morir así sería. Se situó como un bebé, acunado entre el brazo izquierdo y el torso del tiburón, preparado para saltar en el momento en que llegaran a su destino y el combate comenzara.
- Me llamo Ray, por cierto. - Le dijo. - ¿Tú cómo te llamas?
Más gente fue uniéndose progresivamente a ellos cuando el escualo empezó a correr, e incluso la mujer rubia que antes le había apuntado con su arma se subió a la chepa de este último. Y no en sentido figurado, sino que se agarró a su espalda y dejó que el hombre pez cargara también con su peso. No obstante pese a llevar a dos personas a rastras la velocidad del tiburón no se redujo lo más mínimo, lo que impresionó considerablemente a Ray. Iban hacia la batalla, y aunque no conocía a ninguno de sus improvisados compañeros, el saber que contaba con alguien tan temible como el tiburón le hacía sentir confiado.
La rabia le inundó por un segundo, pero no tardó en desaparecer ante un nuevo giro radical de los acontecimientos. Un fuerte viento se levantó de repente mientras el cielo se oscurecía. Las nubes taparon por completo la luz, haciendo que en escasos segundos pareciera que había caído la noche. El cielo comenzó a parpadear como si los rayos fueran a empezar a caer en breves momentos.
¿Sería aquello también obra de Norfeo? En la mente del joven parecía lo más probable, pues la supuesta deidad ya había mostrado sobradamente su volatilidad y su narcisismo. Sin embargo no tuvo mucho tiempo para pensar, pues la fuerza del viento pronto amenazó con superar la suya. Se agarró a lo que pudo, pero por mucho que lo intentó no fue capaz de mantenerse erguido y en pie. Su nuevo cuerpo pesaba tan poco que fue desplazado con pasmosa facilidad, volando por los aires. Incapaz de controlar su trayectoria, que dependía al completo de los caprichos del viento, el joven entendió que era contraproducente luchar y se dejó llevar por la corriente sin transformarse para intentar utilizar sus alas.
Hasta que repentinamente su desplazamiento se vio detenido al chocar contra lo que en primera instancia le pareció una pared. Sin embargo no cayó al suelo, pues una gigantesca mano le recogió. Miró hacia arriba y se encontró cara a cara con uno de los seres más intimidantes que había visto nunca. Una especie de tiburón antropomorfo de enorme tamaño, con grandes y afilados dientes y unos brazos que superaban el tamaño actual del marine.
Ray fue a decir algo a aquel híbrido entre humano y pez, pero en ese momento la tempestad cesó de repente. La poderosa voz de Norfeo llenó de nuevo el ambiente, anunciando su nueva ocurrencia. Al parecer había decidido perdonar las vidas de todos ellos a cambio de que se enfrentaran a las personas que habitaban otro territorio de la isla y les quitaran sus canicas.
En cuanto su voz se hubo desvanecido el tiburón fue el primero de cuantos seres se encontraban en los alrededores en proclamar la gloria de Norfeo y tratar de organizar a los demás en un ataque contra el otro territorio. Varias personas fueron uniéndose a sus intenciones, y el joven marine aprovechó para mirar hacia arriba y preguntarle:
- ¿Puedo acompañaros al combate? Aunque sea pequeño, en cuanto nos encontremos en una zona que no tenga este viento tan poderoso podréis comprobar que soy fiero en combate, y muy hábil a la hora de conseguir canicas. Solo necesito que me lleves contigo hasta que ya no haya tanto viento.
No le importaba lo más mínimo Norfeo ni su vanidad, pero si pelear junto a sus partidarios era lo único que podía hacer para evitar morir así sería. Se situó como un bebé, acunado entre el brazo izquierdo y el torso del tiburón, preparado para saltar en el momento en que llegaran a su destino y el combate comenzara.
- Me llamo Ray, por cierto. - Le dijo. - ¿Tú cómo te llamas?
Más gente fue uniéndose progresivamente a ellos cuando el escualo empezó a correr, e incluso la mujer rubia que antes le había apuntado con su arma se subió a la chepa de este último. Y no en sentido figurado, sino que se agarró a su espalda y dejó que el hombre pez cargara también con su peso. No obstante pese a llevar a dos personas a rastras la velocidad del tiburón no se redujo lo más mínimo, lo que impresionó considerablemente a Ray. Iban hacia la batalla, y aunque no conocía a ninguno de sus improvisados compañeros, el saber que contaba con alguien tan temible como el tiburón le hacía sentir confiado.