Hyun Yeon
Tsubaki no Ken
28-08-2024, 07:37 PM
(Última modificación: 28-08-2024, 07:42 PM por Hyun Yeon.)
Apenas me rozó el brazo, y sin embargo un dolor horrendo se extendió por él, como si me hubiesen golpeado con un martillo de demolición. No, peor. Era como si me hubiesen sacudido todo mi cuerpo desde dentro. Una parte de mí, la que aún conservaba una mínima racionalidad, recordó cómo se sentía recibir un impacto vibratorio del estilo Hasshoken, cuando aún entrenaba en el dojo. Había sido algo similar... pero fundamentalmente diferente y mucho más poderoso que ningún golpe que hubiera recibido hasta la fecha. Grité de dolor y reduje rápidamente mi tamaño para intentar poner distancia entre la bestia y yo. Mi brazo derecho colgaba, dolorido y entumecido. No creía que me hubiese roto nada y, sin embargo, no creía que fuese a ser capaz de usar mi brazo hábil eficazmente. No por ahora. Miré lleno de desesperación y terror a la criatura, sintiendo un escalofrío al oírla hablar.
- Of... ¿ofrenda? - pregunté, con voz temblorosa - no lo entiendo. No sé de qué hablas - respondí. A pesar del dolor, el entumecimiento y el miedo que envenenaba mi mente, al momento siguiente até cabos. Aquella malvada entidad, Norfeo, había exigido ofrendas. Y todo el mundo llevaba consigo aquellas... bolsas. Instintivamente llevé la mano a la mía. ¿Era mi canica lo que pedía? ¿Por qué eran tan importantes?
- ¿Te refieres... a esto? - Saqué la canica con la mano izquierda, tembloroso por el temor. En parte, me sentía inútil, inútil y cobarde. ¿Desde cuándo era incapaz de defenderse y se acobardaba ante una amenaza? Por otro lado, sentía que era una decisión lógica. Aquella criatura me había superado y avasallado totalmente pese al poder de la Deka Deka no mi. La criatura había logrado mantener la sangre fría y la calma y explotar la debilidad de mi poder: la torpeza inherente al cambio de tamaño - Tómala, no la quiero para nada, pero déjame vivir.
Lancé en su dirección la canica para que la recogiera al vuelo y, sin pararme a ver si la cogía o no, eché a correr bosque a través. Pero entonces el cielo se oscureció y una voz ya familiar volvió a sonar en la isla. Miré hacia arriba y el miedo en mi rostro se tornó en odio visceral y furia. ¡Norfeo! El causante de aquella locura. El dios loco que reinaba sobre aquella isla de pesadilla. La caprichosa entidad que castigaba a quienes no seguían sus arbitrarias normas y decisiones. Apreté el puño izquierdo y la mandíbula, gruñendo de ira.
- ¡NORFEO! - grité a los cielos, con todas mis fuerzas, tambaleándome por el frío y mi herida, apenas en pie - ¡Ven a mí, sin trucos ni artificios! Dios o demonio, ¡¿qué te da derecho a jugar con las vidas de otros?! ¡Ven a mí, repito! ¡Ten al menos el valor de responder por tus actos y de contestarme a la gran pregunta! ¡¿POR QUÉ?! ¡¿Qué propósito cumplimos en tu designio, diablo desalmado?!
Pero la locura no había terminado. Tras las proféticas palabras de Norfeo, gente comenzó a aparecer en las cumbres cercanas y en diferentes puntos. Reconoció al profeta loco que había aparecido en la roca voladora, quien ahora llamaba a los seguidores de Norfeo a la batalla. La cosa se ponía fea.
- Of... ¿ofrenda? - pregunté, con voz temblorosa - no lo entiendo. No sé de qué hablas - respondí. A pesar del dolor, el entumecimiento y el miedo que envenenaba mi mente, al momento siguiente até cabos. Aquella malvada entidad, Norfeo, había exigido ofrendas. Y todo el mundo llevaba consigo aquellas... bolsas. Instintivamente llevé la mano a la mía. ¿Era mi canica lo que pedía? ¿Por qué eran tan importantes?
- ¿Te refieres... a esto? - Saqué la canica con la mano izquierda, tembloroso por el temor. En parte, me sentía inútil, inútil y cobarde. ¿Desde cuándo era incapaz de defenderse y se acobardaba ante una amenaza? Por otro lado, sentía que era una decisión lógica. Aquella criatura me había superado y avasallado totalmente pese al poder de la Deka Deka no mi. La criatura había logrado mantener la sangre fría y la calma y explotar la debilidad de mi poder: la torpeza inherente al cambio de tamaño - Tómala, no la quiero para nada, pero déjame vivir.
Lancé en su dirección la canica para que la recogiera al vuelo y, sin pararme a ver si la cogía o no, eché a correr bosque a través. Pero entonces el cielo se oscureció y una voz ya familiar volvió a sonar en la isla. Miré hacia arriba y el miedo en mi rostro se tornó en odio visceral y furia. ¡Norfeo! El causante de aquella locura. El dios loco que reinaba sobre aquella isla de pesadilla. La caprichosa entidad que castigaba a quienes no seguían sus arbitrarias normas y decisiones. Apreté el puño izquierdo y la mandíbula, gruñendo de ira.
- ¡NORFEO! - grité a los cielos, con todas mis fuerzas, tambaleándome por el frío y mi herida, apenas en pie - ¡Ven a mí, sin trucos ni artificios! Dios o demonio, ¡¿qué te da derecho a jugar con las vidas de otros?! ¡Ven a mí, repito! ¡Ten al menos el valor de responder por tus actos y de contestarme a la gran pregunta! ¡¿POR QUÉ?! ¡¿Qué propósito cumplimos en tu designio, diablo desalmado?!
Pero la locura no había terminado. Tras las proféticas palabras de Norfeo, gente comenzó a aparecer en las cumbres cercanas y en diferentes puntos. Reconoció al profeta loco que había aparecido en la roca voladora, quien ahora llamaba a los seguidores de Norfeo a la batalla. La cosa se ponía fea.