Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
[Común] [C-Pasado] Diamante en bruto
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Las palabras de Airgid salieron de su boca sin filtro alguno, como una manguera que acababa de abrirse y que costaba volver a cerrar. Le solía pasar a menudo, cuando empezaba a hablar o a dar su opinión sobre algo, tendía a ser demasiado sincera y atosigante, dejando pocos espacios para que la otra persona respondiera. Se estaba guardando las ganas de decir cuatro cosas desde hacía rato, y quizás había escogido el peor momento para hacerlo, pero simplemente no lo pudo evitar. La chica escuchó algunas risillas a su alrededor, aunque rápidamente fueron frenadas por las miradas autoritarias del Padre. Era fácil de notar lo mucho que le respetaban. Inesperadamente para Airgid, Padre no la interrumpió, ni tampoco le contradijo o refutó. O al menos no de primeras, lo cual no descartaba que lo hiciera en un futuro, pero desde luego le sorprendió. Pasaron unos segundos de calma tensa y agobiante. Esperando su respuesta, Airgid comprobó que a pesar de haberse mostrado brava e iracunda al principio, revoltosa, ahora le costaba mantenerle la mirada a aquel hombre, le costaba mirarle a los ojos. Había algo en él que imponía ya no respeto, si no miedo, lo cual chocaba mucho ya no solo con su sosegada apariencia, también con lo taimado que estaba demostrando ser de momento. ¿Entonces porqué ese miedo? Quizás solo estaba siendo paranoica. La verdad es que la situación pondría tenso a cualquiera. Finalmente, Padre se dirigió hacia Hammond, apoyando su delgada mano sobre el poderoso pecho del rubio. Airgid siguió a Padre con la mirada, aliviada tras haberse liberado de su atención. Decidió no intervenir en la discusión entre Padre y Ming. No hacía falta. El tenebroso hombre gritó que había mentido respecto a las intenciones de Hammond, y la verdad es que ni ella las conocía con toda certeza. Sabía que le había ayudado contra esa banda, en aquella paliza, pero no sabía si también trataba de escapar. O si ya había escapado. Aún así, decidió sacar la cara con él en ese sentido, un favor por otro, ¿no? Era lo justo.

Mientras Padre se mantenía centrado en Ming, notó la mirada de Hammond a su lado clavarse sobre ella. La rubia giró suavemente la cabeza para devolvérsela. Puede que no pudiera entenderle mediante palabras, pero los ojos eran el reflejo del alma, o al menos eso decían. Y Airgid intentó leer en los ojos azules de aquel hombre los sentimientos que pudiera estar experimentando en su interior. Era la mirada de una persona joven, a pesar de su gran tamaño, inexpertos y... ligeramente melancólicos. Airgid pudo ver en el gesto de su rostro el deseo de ser entendido, la impotencia de sentirse encarcelado, no solo en aquella Granja, si no en el propio idioma. Le resultó imposible no empatizar con aquel sentimiento, solo imaginar estar en un lugar donde no pudiera hablar con normalidad con nadie, donde no pudiera comprender lo que nadie decía a su alrededor, tan solo un hombre que parecía ser de todo menos una persona confiable... Airgid se volvería loca en una situación así. Quería hacerle entender dentro de lo posible, que le había tendido una mano en su conversación con Padre, que no tenía de qué preocuparse, que le había devuelto el favor. Lo intentó de la única forma que se le ocurrió, correspondiendo su mirada con una bastante parecida. Sus ojos de color canela expresaron cierta tristeza, aunque también determinación, frunciendo el ceño ligeramente, y sus labios esbozaron una sonrisilla ladeada. No sabía si él entendería la intención tras aquel gesto, era una expresión preocupada, pero de complicidad. "No sé lo que va a pasar, pero cuenta conmigo". Estaba a su lado, así que aprovechó la cercanía para tocarle el brazo. Duró solo un momento, un contacto rápido para enfatizar su intención, su mensaje. "Estoy aquí". Sintió una conexión profunda en ese momento, tan sencilla, inesperada, y pura, que apenas se centró en la belleza de su rostro.

El castigo a Ming se avecinaba severo, algo que Airgid no llegó a esperarse. Ming parecía ser un hombre devoto, dispuesto a hacer cualquier cosa por Padre, al menos durante el poco tiempo que le pudo conocer. Y aún así, recibiría un pago ante sus pecados, ante su mentira. Por un momento, Airgid se sintió... ¿mal? Observando cómo se llevaban a Ming a rastras, no podía evitar imaginarse qué tipo de castigo iba a recibir. ¿Le iban a matar por algo así? Algo en el ambiente le hacía pensar que era una opción bastante probable, y Airgid no terminaba de sentirse cómoda con ese desenlace. Ming no le generaba ni un solo ápice de simpatía, de hecho, le aborrecía. Pero no merecía la muerte por algo como eso. Frunció los labios, ligeramente turbada, molesta. Si aquel hombre era capaz de matar a un fiel seguidor por una equivocación... ¿qué podría hacer contra alguien que deliberadamente atentase contra él? O puede que solo se estuviera dejando llevar por unos pensamientos perversos, puede que dicho castigo no fuera tan extremo. Airgid ya no sabía ni qué pensar, ni de quién fiarse.

Melys fue la que se encargó de presentar a Airgid cómo se debía, diciendole su falso nombre a Padre. La atención volvió a recaer sobre ella, además de una forma que le hizo sentir tremendamente incómoda, pues Padre halagó no solo su nombre, si no también su pelo rubio, su físico, en cierta forma. Se le notó el nerviosismo en la cara, la muchacha era un libro abierto en cuanto a sus sentimientos, y fue un momento tan repentino que le fue imposible ocultarlo. Además, Airgid era una chica que para nada estaba acostumbrada a los halagos, así que no sabía cómo reaccionar a ellos. Simplemente se quedó callada, escuchando cómo ahora se dedicaba a despachar a Hammond. Explicó también que Ming sería ajusticiado debidamente por la tarde, y que mientras tanto, la invitaba a visitar su hogar. Aquello solo la descolocó más aún. No entraba en sus planes quedarse tanto tiempo, ni entrar en la casa de nadie, y menos aún en la del mismísimo Padre, el líder de aquel lugar. Comenzó a caminar hacia ella, y eso solo la puso aún más nerviosa. Sin embargo, Hammond irrumpió en la escena con aquella profunda voz y su marcado acento, con ese enigmático idioma. Airgid, evidentemente, seguía sin entender nada, menos aún cuando Padre también le contestó largo y tendido en ese mismo idioma. La muchacha trató de "adivinar" algo por el tono en el que hablaban, pero tampoco era algo del todo fiable, pues cada idioma tenía su propia tonalidad, su forma de hablar. Lo que a ella podría parecerle un tono agresivo, quizás era lo común en su lengua. Así que... no fue capaz de sacar muchas cosas en claro. Parecía ser un tema serio, eso sí. Airgid no despegó los ojos de Hammond. Quizás su rostro le decía algo más, quizás sus ojos volvían a ser igual de expresivos y de generosos con ella como lo habían sido antes, abriéndole un poco de su mundo interior. El cambio en el matiz de la conversación fue notable aunque se tratara de otro idioma. La curiosidad la carcomía por dentro, preguntándose de qué estarían hablando. La tensión se arremolinaba alrededor de aquella escena como un huracán. Sus palabras escondían un profundo mensaje, lo intuía. Y eso solo le generaba más frustración.

Fue de nuevo la niña quién interrumpió el momento. Tomó a Airgid de la mano y tiró de ella con una fuerza sorprendente para alguien de ese tamaño. O quizás era Airgid, que estaba demasiado flacucha. Padre tomó la delantera, invitando a ambas a seguirle. La rubia obedeció en silencio, pero antes de marcharse del todo, se giró para mirar a Hammond una última vez. Le hizo un gesto con la mano, de despedida, observando cómo se quedaba allí, plantado en el mismo sitio, estoico. Tenía ganas de seguir mirándolo hasta que desapareciera por el horizonte, pero la situación se lo impedía, forzándola a volver la vista al frente de nuevo.

No soltó la mano de Melys mientras se hacían paso por la ciudad vertedero, por la Granja. Trató de evadirse un poco de la preocupación que la atormentaba. Airgid no solía ser así, siempre confiaba en que ante cualquier problema que le surgiera, acabaría encontrando una forma de salir airosa o de solucionarlo. Pero estaba en un terreno tan desconocido, tan ajeno. Un lugar que rezumaba peligro, era algo que no podía ignorar, que le ponía los pelos de punta a cada rato. Si todo lo que envolvía aquel barrio no fuera tan extraño para ella seguramente podría disfrutar mucho más de los inventos y del ingenio que observaba a su alrededor. Escuchó la pequeña conversación entre los dos, una que sirvió para explicarle a Airgid un poco más sobre aquella zona, sobre su contexto. — Es un... estilo de vía que me quiere soná'. — Al fin y al cabo, ella y sus amigos vivían una situación parecida. Dentro de un bosque se habían montado su pequeña casa, construída en parte por ella y otro de sus colegas al que le encantaba trabajar con la madera. Vivían al margen del pueblo, subsistiendo de forma independiente, aprovechando lo que cada uno sabía hacer mejor para salir adelante. Aparentemente bastante parecido a lo que Padre había formado ahí, solo que sin una figura religiosa a la que adorar. Aunque sí que uno de sus amigos era creyente... pero no era algo que todos compartieran. Puede que Airgid no fuera demasiado intelectual, ni leída, ni inteligente. Nunca había ido a la escuela, aprendió a leer y a escribir por cuenta propia, y lo que sabía de mecánica se debía exclusivamente a su empeño por ello. Pero la ciencia era algo que le encantaba, algo de lo que nunca se cansaba de aprender. Y creer en alguna deidad no era demasiado científico, que digamos.

Resultó fácil distinguir el hogar de Padre de entre el resto de los edificios. Se trataba de una enorme carpa dentro de un espacio bastante abierto, decorado con plantas exquisitamente cuidadas para encontrarse en el lugar donde se encontraban. El hombre abrió la tela de la entrada, permitiendo a las chicas acceder al interior. Un aroma mucho más agradable les recibió rápidamente. Airgid se había acostumbrado tanto al olor de la basura, que ese choque fue como recordar algo terriblemente agradable que había olvidado. Melys soltó su mano para salir corriendo hacia un sofá que pintaba ser bastante cómodo. Airgid no podía apartar la vista de la exagerada biblioteca que se encontraba tras dicho sofá. Nunca había visto tantos libros juntos en su vida. Y algunos parecían estar... ¿cerrados? Es decir, enjaulados. ¿A qué se debía? Padre la invitó a tomar asiento, y la joven así obedeció, tomando sitio en el sofá, al lado derecho de Melys. No debía olvidarse de que había dicho que se llamaba Dayana. No sabía cuánto tiempo iba a permanecer en aquel lugar, pero si en algún momento la memoria le traicionaba... solo podía esperar una mala reacción de ello. Ya había visto cómo había respondido Padre ante la mentira de Ming.

Aquel sofá era quizás lo más cómodo en lo que había posado su trasero en toda su vida. Solo comparable a una vez que ella y sus colegas encontraron un colchón prácticamente nuevo al lado de un contenedor de basura. Se lo llevaron al bosque de forma triunfal, como si les hubiera tocado la lotería. No tardaron mucho en darse cuenta de que lo habían tirado porque estaba infectado de chinches. Tardaron dos semanas en deshacerse de todas ellas. Sonrió un poco al recordar ese momento, justo cuando Padre le preguntó sobre su historia, apuntando lo curioso que le había parecido su acento. Esbozó una sonrisilla, algo tímida, aunque su postura corporal era bastante desgarbada, despreocupada, de piernas abiertas y espalda hacia atrás. — No hay musho que contá, no te crea. — Tampoco era un tema que le gustara mucho tocar. — Podría decirse que este sitio me recuerda a mi hogá. Yo... em... soy de otra isla, lejos daquí, y mis amigo son la única familia que conozco. Vivimo' todos junto, en el bosque, alejaos de la ciudad, a mi me gusta inventá cosa y un hermano mío... o sea, no es mi hermano de verdá, pero como si lo fuera, le gusta la carpintería y tal, asín que nos construímo entre tos nuestra propia casa, cada uno aportando de lo que se le da bien. Un poco como ocurre aquí también, creo, por lo que veo. — Se llevó las manos a un mechón de pelo, peinándolo entre sus dedos, pensando en qué decir y cómo, hasta dónde contar. — Yo justo vine aquí con la esperanza de aprendé un poco más. — No se dio cuenta hasta que se sentó de lo tremendamente cansada que estaba. Incluso pudo notar cómo poco a poco se le iban formando algunos moratones por culpa de la paliza recibida. El corte de su mejilla ya no sangraba, pero seguía ahí. Todo sumado a la caminata que se habían pegado para llegar. cansada, sí, pero la curiosidad era mayor. Y con una ventana abierta a la conversación tras haber contado parte de su historia, decidió aprovecharla. — Pero, ¿por qué te intereso yo? No tengo ná que ofrecer que no tengas ya. Creo. ¿Y Hammond? No é de aquí, eso ta claro... ¿pero por qué intenta escapá? ¿Y qué idioma es ese que habla? Tú lo conoces. — Tardo solo un instante en tener una idea brillante. — ¿Me podría enseñar una mijita? Antes me ayudó, me salvó de los mamone, y no he podío ni darle las gracia. Bueno, sí se las dí, pero no me entendió un carajo. ¿Está bien? Se le notaba... mal. — Sonrió debilmente, aunque en su rostro reflejaba una expresión de impotencia, de que no se sentía a gusto no sabiendo cómo se encontraba Hammond en ese momento. Sentía el ardiente deseo de entenderle. De hablar con él. Quizás Padre pudiera enseñarle alguna que otra frase. Aunque le había dicho tantas cosas de forma tan seguida... le había vuelto a pasar, ese huracán de ideas y de palabras que salían de ella sin control, dando poco tiempo a la reacción del otro. Simplemente dejando que sus inquietudes se verbalizaran todas juntas y del tirón.
#9


Mensajes en este tema
[C-Pasado] Diamante en bruto - por Airgid Vanaidiam - 22-08-2024, 10:50 PM
RE: [C-Pasado] Diamante en bruto - por Airgid Vanaidiam - 29-08-2024, 03:12 AM

Salto de foro:


Usuarios navegando en este tema: 24 invitado(s)