Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
[Pasado] Cuestión de ego
Terence Blackmore
Enigma del East Blue
El ambiente de la taberna clandestina era espeso, cargado de humo y el inconfundible aroma del licor barato. Observaba en silencio desde mi rincón habitual, un lugar elegido con precisión, donde las sombras ofrecían suficiente anonimato, pero no me privaban de una visión clara del local. Rostock tenía su encanto, si sabías dónde mirar. Y yo sabía.

Apoyé el vaso de ginebra sobre la mesa, apenas probado. No había venido aquí a emborracharme ni a apostar, sino a investigar acerca de cierto rumbo de un cargamento interesante para la familia y, este sitio era ideal para observar, para esperar. Y, mientras esperaba, encontraba piezas interesantes para mis juegos... 
El joven que había entrado hacía poco, con el ceño fruncido y un cabello de un llamativo color violeta, era uno de estos casos, pues incluso en un local lleno de maleantes y almas perdidas, lograba captar la atención, quizá por sus rasgos delicados y bellos, o por su porte desgarbado y hastiado. Quizá atraía mal fario o más bien, el desprecio. Nadie parecía querer acercarse a él. Demasiado frustrado, demasiado joven, demasiado fuera de lugar. Podía percibirlo a simple vista.

Sonreí para mis adentros. Había algo en su actitud que me llamaba la atención. Estaba fuera de sí, buscando desesperadamente algo en sus bolsillos. Un objeto que no encontraba... ¿Típica frustración de una adicción? En tal caso probablemente había entrado en el peor lugar para alguien de tal índole, ya que aquí los vicios baratos como aquel se encontraban a raudales, e incluso podían percibirse en el ambiente.

Era cierto que Rostock no era una ciudad demasiado ennegrecida por el fantasma de la codicia, pero como en todo puerto que se precie, siempre tiene que tener un tugurio de mala muerte con negocios ilegales... Es algo intrínseco a la naturaleza humana.

Me levanté de la silla en la que me situaba con calma, como siempre, pues no había ningún tipo de prisa y marcar el ritmo de la situación era primordial en todo acto social. Crucé el umbral que atravesaba el local con pasos medidos, casi en una sutil danza macabra, dejando que la presencia se sintiera antes de que siquiera llegara a la barra. Marcar la presencia es un aspecto importante de todo acto protocolario, aun un entorno tan turbio. Me coloqué a su lado, dejando espacio suficiente para no intimidar. 

Con un gesto suave, saqué la caja de cerillas de uno de los bolsillos interiores de mi chaleco, no es que yo fumara, pero siempre llevaba unos fósforos encima para cualquier menester necesario, y la hice chocar levemente contra la barra. El sonido era apenas un murmullo en medio del bullicio, pero algo me hizo pensar que para el extraño sonó casi como una campana salvadora con un tañido de paz.

Es curioso cómo los detalles más pequeños suelen ser los que nos desquician —dije, mi voz templada, sin prisas. Deje caer la caja frente a él sobre la madera, sin esperar una respuesta inmediata. 

Me mostraba calmado, tranquilo, con una sonrisa vaga pero lo suficientemente críptica como para no revelar mis verdaderas intenciones. Mi postura, siempre medida y calculada, transmitía una confianza inquebrantable, casi como si supiera de antemano el desenlace de cada interacción. La camisa negra que llevaba puesta, de un patrón moteado, discreto y elegante, acentuaba mi figura sin llamar demasiado la atención, mientras el chaleco gris marengo, ceñido perfectamente al torso, aportaba un aire de sofisticación y control.


El chaleco, de una tela fina, pero resistente, parecía casi una armadura suave que encorsetaba, delineando mi silueta con precisión, otorgándome una presencia imponente pero sin necesidad de excesos. Cada botón estaba en su sitio, perfectamente alineado, como el resto de mi apariencia: impecable, casi pulcra, pero sin caer en la ostentación. Sabía que la clave estaba en los detalles, en cómo la sencillez bien ejecutada podía ser mucho más poderosa que el lujo ostentoso que muchos otros aristócratas anhelaban.

Los puños de la camisa asomaban cuidadosamente bajo las mangas del chaleco, con las costuras apenas visibles, remarcando una atención al detalle que pocas veces fallaba en captar la atención de quienes me rodeaban. El tono oscuro del conjunto contrastaba con la palidez controlada de mi rostro, haciendo que mis ojos, ligeramente entornados en una mirada evaluadora de color miel, destacaran más en la penumbra del local. Era una apariencia diseñada para no ser ignorada, pero tampoco para ser completamente descifrada.

No podía evitar encontrar algo de diversión en la situación. Era joven, impetuoso, claramente desorientado. Un alma en busca de algo, aunque no supiera aún qué. Y esas almas, tan desbordantes de curiosidad y descontento, eran las que más me interesaban. Las que podían ser moldeadas con la guía adecuada.

Y tú, joven aventurero… ¿Qué buscas realmente en este lugar?— comenté con una cara interesante, y una mirada afable, sonriendo y ofreciéndole mi mano.

El silencio que siguió me permitió ver cómo sus pensamientos se agitaban, intentando encontrar una respuesta. Y, mientras esperaba, pude sentir cómo la primera pieza de este nuevo juego se colocaba en el tablero. La paciencia siempre había sido mi aliada más confiable, y ahora, mientras el joven reflexionaba, sabía que solo era cuestión de tiempo antes de que él mismo encontrara la respuesta que lo haría hablar. Porque yo no tenía prisa, y él… él acabaría hablando.
#2


Mensajes en este tema
[Pasado] Cuestión de ego - por Byron - 28-08-2024, 10:25 PM
RE: [Pasado] Cuestión de ego - por Terence Blackmore - 29-08-2024, 03:59 AM
RE: [Pasado] Cuestión de ego - por Byron - 30-08-2024, 12:10 AM
RE: [Pasado] Cuestión de ego - por Byron - 31-08-2024, 04:03 PM

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