Anmitsu Uguisu
Mitsu- Silencio Nocturno
29-08-2024, 07:43 AM
(Última modificación: 31-08-2024, 06:25 AM por Anmitsu Uguisu.)
La junji se quedaba mirando al vacío, sus ojos oscuros reflejaban la vasta extensión del horizonte, donde el cielo se encontraba con las azules aguas del océano. Estaba en lo alto de un acantilado, un lugar que había sido su refugio y su prisión a partes iguales. Desde ahí, podía ver a sus compañeros, alejándose, dejando atrás la seguridad del sendero. Ellos no la miraban; estaban demasiado ocupados o al menos eso parecía...
Ella soltó un pequeño suspiro, una mezcla de tristeza y anhelo que se disipó rápidamente en el viento, como si sus pensamientos se fundieran en ese inmenso azul. Su corazón latía con fuerza en su pecho, un recordatorio constante de su deseo de pertenecer, de encontrar su lugar entre aquellos que, sin saberlo, se alejaban de ella. Sin embargo, había una voz en su interior, una gramática de inseguridad que le decía que era un mal tercio, una sombra que solo oscurecería la diversión de los demás.
Mirando al océano, su mente se aventuró a un lugar oscuro y solitario. Quizás, si daba un paso al frente, si se dejaba caer al vacío, su ausencia no sería más que una pérdida pasajera en la memoria de sus amigos. En esa nube de pensamientos, la percepción del dolor se desvanecía, y la idea de desaparecer se tornaba tentadora. Allí, en la orilla, se imaginó como una pluma llevada por el viento, ligera y sin ataduras, mientras el océano absorbía sus penas.
El viento jugaba con su cabello, unos oscuros mechones que danzaban en el aire formando un ritual propio, mientras sus orejas de gato, con un sutil movimiento de nerviosismo, parecían caer, casi como si compartieran su tristeza. Tan distintas a las de los humanos, sus orejas eran un recordatorio constante de su naturaleza única, un yugo de soledad que solo ella comprendía. En un momento, la junji cerró los ojos, permitiendo que el sol acariciara su rostro, buscando alguna manera de conectar con el mundo que parecía negarle su lugar.
Las olas rompían contra las rocas a sus pies, un sonido que, aunque hermoso, le resultaba perturbador. Cada golpe de agua parecía gritar su tristeza, un eco de la vida que continuaba sin ella, mientras ella permanecía atrapada en su burbuja de desasosiego. Los recuerdos de las risas y las aventuras pasadas la inundaron, y una punzada de nostalgia le atravesó el corazón, un recordatorio vívido de que, siempre sería un ser peculiar en un mundo de normalidad.
La junji recordó los momentos en que se había sentido viva, cuando estaba acompañada de su madre. Pero ahora, esos momentos se sentían lejanos, como estrellas en el vasto cielo que apenas podían verse en la atmósfera gris de su tristeza. Miró sus manos, pequeñas y delicadas, y sintió el peso de sus propias expectativas. Ser diferente era un regalo, pero en esos momentos de soledad, se preguntaba si realmente valía la pena.
Con un último vistazo al horizonte, dejó que su corazón se abriera un poco más. Tal vez no fuera un mal tercio; quizás solo necesitaba encontrar el modo de mostrar su luz, incluso en la oscuridad. Así, mientras el viento continuaba su danza entre su cabello y las olas seguían rompiendo con fuerza en las rocas, la junji dio un paso atrás, respirando profundamente, dispuesta a cambiar su narrativa, a buscar su lugar en el mundo y aprender a volar sin necesidad de caer.
Ella soltó un pequeño suspiro, una mezcla de tristeza y anhelo que se disipó rápidamente en el viento, como si sus pensamientos se fundieran en ese inmenso azul. Su corazón latía con fuerza en su pecho, un recordatorio constante de su deseo de pertenecer, de encontrar su lugar entre aquellos que, sin saberlo, se alejaban de ella. Sin embargo, había una voz en su interior, una gramática de inseguridad que le decía que era un mal tercio, una sombra que solo oscurecería la diversión de los demás.
Mirando al océano, su mente se aventuró a un lugar oscuro y solitario. Quizás, si daba un paso al frente, si se dejaba caer al vacío, su ausencia no sería más que una pérdida pasajera en la memoria de sus amigos. En esa nube de pensamientos, la percepción del dolor se desvanecía, y la idea de desaparecer se tornaba tentadora. Allí, en la orilla, se imaginó como una pluma llevada por el viento, ligera y sin ataduras, mientras el océano absorbía sus penas.
El viento jugaba con su cabello, unos oscuros mechones que danzaban en el aire formando un ritual propio, mientras sus orejas de gato, con un sutil movimiento de nerviosismo, parecían caer, casi como si compartieran su tristeza. Tan distintas a las de los humanos, sus orejas eran un recordatorio constante de su naturaleza única, un yugo de soledad que solo ella comprendía. En un momento, la junji cerró los ojos, permitiendo que el sol acariciara su rostro, buscando alguna manera de conectar con el mundo que parecía negarle su lugar.
Las olas rompían contra las rocas a sus pies, un sonido que, aunque hermoso, le resultaba perturbador. Cada golpe de agua parecía gritar su tristeza, un eco de la vida que continuaba sin ella, mientras ella permanecía atrapada en su burbuja de desasosiego. Los recuerdos de las risas y las aventuras pasadas la inundaron, y una punzada de nostalgia le atravesó el corazón, un recordatorio vívido de que, siempre sería un ser peculiar en un mundo de normalidad.
La junji recordó los momentos en que se había sentido viva, cuando estaba acompañada de su madre. Pero ahora, esos momentos se sentían lejanos, como estrellas en el vasto cielo que apenas podían verse en la atmósfera gris de su tristeza. Miró sus manos, pequeñas y delicadas, y sintió el peso de sus propias expectativas. Ser diferente era un regalo, pero en esos momentos de soledad, se preguntaba si realmente valía la pena.
Con un último vistazo al horizonte, dejó que su corazón se abriera un poco más. Tal vez no fuera un mal tercio; quizás solo necesitaba encontrar el modo de mostrar su luz, incluso en la oscuridad. Así, mientras el viento continuaba su danza entre su cabello y las olas seguían rompiendo con fuerza en las rocas, la junji dio un paso atrás, respirando profundamente, dispuesta a cambiar su narrativa, a buscar su lugar en el mundo y aprender a volar sin necesidad de caer.