Octojin
El terror blanco
29-08-2024, 10:02 AM
15 de Verano del año 724, Loguetown.
En Loguetown, la vida nunca se detiene. Los días siguen uno tras otro, impregnados del salitre del mar y las historias de marineros y piratas que llegan y parten con la misma rapidez con la que cambian las mareas. Octojin había comenzado a encontrar cierto grado de paz en esa ciudad bulliciosa, especialmente después de sus encuentros con Camille y Atlas que le habían dado mucho en qué pensar sobre su futuro y su lugar en el mundo.
Una tarde calurosa, Octojin se encontraba en "El loro del capitán tuerto", una taberna que había llegado a considerar casi como un refugio. El ambiente estaba cargado del olor a pescado fresco y el murmullo constante de los parroquianos contando historias de aventuras y desventuras en alta mar.
Mientras Octojin saboreaba una bebida fresca, el rumor de la llegada de un barco pirata al puerto comenzó a circular por la taberna. El tabernero, un hombre robusto con una sonrisa siempre lista y ojos astutos, se acercó a Octojin con un gesto cómplice.
—Dicen que el capitán de ese barco está causando altercados por todo el puerto. Un tipo bastante desagradable, por lo que cuentan. Grandote, con una cicatriz que le cruza la cara y más malas pulgas que un perro de pelea —comentó el tabernero, secando un vaso con un trapo algo desgastado.
La curiosidad y el sentido del deber hicieron que Octojin levantara una ceja, interesado.
—¿Crees que podrías... manejarlo? —continuó el tabernero, evaluando la figura imponente del gyojin—. Si consigues calmar las aguas, digamos que la comida y la bebida corren por mi cuenta durante una semana.
El ofrecimiento era tentador y Octojin no pudo evitar sentir el llamado de la aventura y el deber. El honor y la justicia siempre habían sido guías en su vida, y aunque la idea de enfrentarse a un capitán pirata no era tarea fácil, el gyojin sentía que podía manejar la situación.
—¿Qué más sabes de él? —preguntó Octojin, con un ronroneo profundo que denotaba tanto su interés como su disposición a intervenir. Necesitaba conocer todo lo posible sobre su oponente si iba a enfrentarse a él.
—Dicen que es rápido con la espada y que no teme a nada ni a nadie. Además, parece que ha reunido una tripulación igual de ruda que él —respondió el tabernero, inclinándose un poco hacia Octojin y bajando la voz a un susurro conspirativo—. Tienen al puerto en un puño. Algunos incluso hablan de un tesoro que traen con ellos, pero eso ya son cuentos de borrachos, supongo.
Armado con esta información, Octojin terminó su bebida y se levantó, estirando su imponente figura. Su determinación era palpable en el brillo de sus ojos y la firmeza de sus movimientos.
—Voy a ver qué puedo hacer —declaró, la promesa de una semana de comida y bebida gratis era una motivación adicional, pero más importante era mantener la paz en Loguetown.
Con paso decidido, Octojin se dirigió hacia el puerto, listo para enfrentar al temido capitán pirata y a su tripulación. No estaba seguro de qué esperar exactamente, pero sabía que, sin importar lo que ocurriera, enfrentaría el desafío con la cabeza alta y el corazón firme, como cualquier gyojin que se respetara.