Asradi contempló en silencio como comenzaban todos a reunirse. O, al menos, los adeptos que habían decidido seguir a Octojin como máximo representante de Norfeo. La verdad sea dicha, ella no era tan creyente, pero el gyojin tiburón era una excelente protección en eses momentos, así que le convenía tenerlo de su lado. Y, además, Airgid también estaba en el meollo de la cuestión. Era su mejor amiga ahora mismo, así que no iba a dejarla de lado en una situación como aquella. Sin mencionar que se estaba divirtiendo a lo grande con todo ese desmadre.
— ¡Cubridme! — Alzó, entonces, la voz en general, aunque concretamente a los de su grupo. Ella se iba a exponer ahora mismo, pero valdría la pena.
No se adelantó a atacar con los demás, sino que se quedó a una distancia media donde sus aliados pudiesen escucharla. Como sirena, tenía unos cuantos truquitos bajo la manga. Sobre todo ahora que habian aparecido más personas ajenas al grupo al que ella pertenecía.
Extendió los brazos a los costados, en una postura casi mesiánica. El cabello, que ahora tenia suelto, se agitaba suavemente con la fría brisa de aquellas montañas. Un frio que le atenazó durante unos momentos, arrancándole una expresión de dolor, pero eso no era impedimento, no minaría su voluntad.
Entonces comenzó a cantar.
La voz hipnótica y apabullante de Asradi se alzó en un canto melódico, en algún antigüo idioma. Cualquier ajeno a ella no le entendería, pero aquellos que fuesen bendecidos por el favor de la sirena, sí podrían hacerlo. Dejando que las voces de antaño fluyesen a través de los labios de la pelinegra y, al mismo tiempo, se adentrasen en sus aliados, susurrándoles palabras, fortaleciéndolos.
Inspirándoles, como si alguna especie de guerreros o héroes antigüos se tratase.
Curiosamente, el viento comenzó a soplar a medida que la voz de la sirena continuaba, pudiendo escucharse a varios metros a la redonda. No solo eso, sino que como si hubiese invocado a los espíritus de los ancestros guerreros, una especie de coro de voces fantasmales, fuertes, brutales y graves, parecían acompañar el canto de Asradi.