Asradi
Völva
30-08-2024, 01:14 AM
En verdad la idea que proponía Galhard, con respecto a aquel trozo de papel, era buena. Aunque ella no había visto jamás un material que pudiese hacer tal cosa, tampoco consideraba que el pelicastaño fuese un mentiroso. El océano y el mundo eran demasiado grandes, ¿quién sabía qué maravillas se escondían? Asradi se mantuvo pensando en eso unos segundos, contemplativa, mientas movía suavemente la cola, como si se dejase mecer por el arrullo de las olas.
— Esperemos que así sea. — Se unió al mismo deseo de Galhard, de volverse a encontrar en algún otro lugar tan tranquilo y bello como en el que se encontraban ahora mismo. Sentía, por otro lado, un deje de gratitud hacia el marine.
Podía regalarle, efectivamente, unos minutos extras, aunque el tiempo se acortaba. Y, aún así, se sentía un tanto en deuda con él. Le había ayudado en un momento de necesidad cuando no tenía porqué hacerlo. Bien pudo haberse aprovechado de ella en su momento. Pero no lo había hecho.
¿Cómo podría expresar su gratitud al respecto? De la mejor manera que sabía: cantando.
No más palabras salieron de los labios de la sirena, por el contrario, fue una mirada agradecida la que dirigió al varón humano. Ojalá todos los seres de la superficie fuesen tan razonables como él. Y también algunos gyojin, que falta les hacía.
— Quizás no tengamos un papel de eses que dices para volver a reunirnos de manera segura, pero... — Tomó aire ligeramente un momento, antes de sonreírle. — … Pero espero que, cuando escuches esto, me reconozcas estemos donde estemos.
Se tomó unos segundos, antes de que aquella voz se expandiese en un canto melódico. Era suave, sutil, pero cargado de fuerza al mismo tiempo. El idioma parecía antigüo, lejano. Una maraña de secretos que solo unos pocos conocían. Asradi provenía de los lejanos mares del norte, pertenecientes a ciertas zonas de la isla Gyojin. De un linaje matriarcal de curanderas y druidas oceánicas.
De Völvas.
El canto se elevó un poco más, a medida que la entonación subía. Durante tres o cuatro minutos que esto duró, todo el lugar pareció silenciarse con ello. Algunos peces, incluso, se habían acercado nadando hasta casi la orilla.
Solo cuando su voz se apagó nuevamente, el sonido del mar volvió a arrullarles con la misma calma.
— Espero, de verdad, que nos volvamos a encontrar. — Sonrió ligeramente a Galhard, con un gesto sincero.
— Esperemos que así sea. — Se unió al mismo deseo de Galhard, de volverse a encontrar en algún otro lugar tan tranquilo y bello como en el que se encontraban ahora mismo. Sentía, por otro lado, un deje de gratitud hacia el marine.
Podía regalarle, efectivamente, unos minutos extras, aunque el tiempo se acortaba. Y, aún así, se sentía un tanto en deuda con él. Le había ayudado en un momento de necesidad cuando no tenía porqué hacerlo. Bien pudo haberse aprovechado de ella en su momento. Pero no lo había hecho.
¿Cómo podría expresar su gratitud al respecto? De la mejor manera que sabía: cantando.
No más palabras salieron de los labios de la sirena, por el contrario, fue una mirada agradecida la que dirigió al varón humano. Ojalá todos los seres de la superficie fuesen tan razonables como él. Y también algunos gyojin, que falta les hacía.
— Quizás no tengamos un papel de eses que dices para volver a reunirnos de manera segura, pero... — Tomó aire ligeramente un momento, antes de sonreírle. — … Pero espero que, cuando escuches esto, me reconozcas estemos donde estemos.
Se tomó unos segundos, antes de que aquella voz se expandiese en un canto melódico. Era suave, sutil, pero cargado de fuerza al mismo tiempo. El idioma parecía antigüo, lejano. Una maraña de secretos que solo unos pocos conocían. Asradi provenía de los lejanos mares del norte, pertenecientes a ciertas zonas de la isla Gyojin. De un linaje matriarcal de curanderas y druidas oceánicas.
De Völvas.
El canto se elevó un poco más, a medida que la entonación subía. Durante tres o cuatro minutos que esto duró, todo el lugar pareció silenciarse con ello. Algunos peces, incluso, se habían acercado nadando hasta casi la orilla.
Solo cuando su voz se apagó nuevamente, el sonido del mar volvió a arrullarles con la misma calma.
— Espero, de verdad, que nos volvamos a encontrar. — Sonrió ligeramente a Galhard, con un gesto sincero.