Silver D. Syxel
-
30-08-2024, 01:30 AM
La marcha hacia el siguiente territorio fue rápida y decidida, el grupo avanzaba como una fuerza imparable a través del aire enrarecido de las Cumbres del Destierro. Silver, en su forma felina, se movía con agilidad, manteniéndose cerca del grupo mientras la energía vibrante de la extraña joven que cantaba le recorría el cuerpo, incrementando su fervor combativo.
Finalmente, las Cumbres dieron paso a un terreno nuevo y aún más inhóspito: las Montañas de los Lamentos. Ante él se alzaba una vasta cordillera, con picos que rasgaban el cielo como garras de un gigante. Las voces aullantes del viento resonaban entre los pasos montañosos, mezclándose con los murmullos de aquellos que habían perecido en este traicionero lugar.
“Vaya sitio deprimente...” pensó, sintiendo un escalofrío que no tenía nada que ver con el viento gélido que barría las laderas.
No fue solo la helada bienvenida la que lo incomodó. Cada paso que daba parecía robarle un poco de su fuerza vital, como si las montañas estuvieran drenando su energía. “Algo no está bien... Este lugar está chupándome la vida.” Apretó los dientes, resistiendo la sensación de agotamiento que se apoderaba de su pequeño cuerpo.
Pero no había tiempo para lamentarse. Apenas llegaron a las montañas cuando se toparon con el grupo enemigo. Al frente de su propia partida, el hombre tiburón se lanzó a la carga sin dudarlo, lanzando a uno de sus acompañantes como si fuera un proyectil hacia los desprevenidos oponentes. El caos se desató de inmediato, con gritos y chispas de energía llenando el aire.
Syxel no perdió el tiempo y se preparó para unirse a la batalla. Sus ojos felinos se enfocaron en una figura que acababa de caer rodando por la ladera cercana. Un ser verde, corpulento y ridículamente familiar, con una gran rama a la espalda. “¿Será uno de los suyos? ¡Perfecto! Vamos a ver de qué está hecho.”
Pero antes de que pudiera lanzarse al ataque, una ráfaga de viento repentina y violenta lo golpeó, derribándolo de nuevo. Rodó por el suelo, cubierto de polvo y grava, mientras su diminuto sombrero volaba peligrosamente cerca del abismo.
— ¡Jodido viento! —gruñó, levantándose rápidamente y sacudiendo el polvo de su pelaje por segunda vez—. No hay manera de que me dejen tener un poco de estilo en este lugar.
Con la energía de la joven cantante todavía corriendo por sus venas, recuperó la compostura y se lanzó hacia el ser verde, el cual parecía estar en una posición vulnerable tras su caída. La distancia entre ambos se acortaba rápidamente, y Silver ya preparaba su primer movimiento, confiando en que la sorpresa jugaría a su favor.
El viento seguía rugiendo y el aire helado mordía su cuerpo, pero nada de eso importaba. Solo había una cosa en la mente del capitán pirata en ese momento: recuperar la energía que esas malditas montañas le estaban robando, y tal vez, conseguir una de esas canicas de su inusual oponente.