Contexto para el lector
Jim se ha criado en una isla del East junto a una camada de suricatos, siempre observó a los humanos indígenas de las tribus de su isla pero nunca había interactuado con especies no animales. Hace poco, entro en contacto con contrabandistas que habían parado en su isla, acabo siendo estafado y obteniendo una deuda absurda de 3Millones. Como no la puede pagar lo han citado para un trabajo el día 5 en la isla de Cozia, aún faltan 4 días para ello y tiene tiempo libre. Jim no tiene ropa, solo una pequeña mochila a modo de carcaj donde guarda sus flechas y un arco en su hombro. Huele a salitre, hierba y tierra. Nunca ha estado en un pueblo, no sabe casi nada de la sociedad.
— Tsss… Eh tú, si tú, bombón. ¿Vas muy arreglada hoy no? ¿Tienes algo que hacer luego? — Nada, otra paloma que no me respondía, ya iban tres esta mañana. Cómo levantaba el vuelo… — Menuda loba… — Susurré, no me había enterado de prácticamente nada de lo que el tipo flacucho había dicho. Me había quedado con la copla de “acompañarlos por los alrededores”, nada más. ¿Qué porque estaba en aquel asunto? Había ido a Isla Cozia a realizar un trabajo para pagar una deuda, hasta entonces tenía unos días libres y sin entender muy bien que estaba haciendo acepté un trabajo asegurando ser un guía experto. Yo era un guía experto en todas partes, menos en la civilización, no entendía ni una sola costumbre humana, son tan raros… Pero en la naturaleza… ¡Ahí sí! ¿Qué hace falta olerle el culo a un jabalí? Jimbo se ocupa. ¿Qué hace falta empotrar salvajemente a una zarigüeya para obtener información de un rastro? ¡Jimbo se ocupa!
Tenía cuatro compañeros, no les había prestado especial atención hasta ahora, pues estaba muy ocupado disfrutando de los encantos alados de Margarita, la paloma a la que casi conquisto. Tres de mis compañeros eran jóvenes, delgados, con pelos de colores, y el cuarto era un viejo. Ese me gustaba a mí, los animales viejos siempre sabían más y eran más cautos, tenía que juntarme a él.
— ¡Hola! Compañero, deberíamos de ir juntos. Tú sígueme. — No tenía mucha pericia en las conversaciones, al menos no por ahora. Hinché el pecho, y comencé a andar hacia el frente con gestos muy marcados, al pasar junto al tipo que nos había dado las instrucciones le dediqué unas palabras, estaba escuálido y yo podía echarle una mano. — ¡Tienes que comer más! Te traeré unos saltamontes si consigues decirme dónde tiene el nido esa belleza. — Señalé al horizonte, aún podía ver como la paloma se alejaba. Continué la marcha con el pecho hinchado hacia el carruaje, pasando junto a los dos tipos a los que había que escoltar (o algo así). — ¡UIBA! Ustedes sí que saben comer eh. jejejeje — Miré fijamente a la panza del tipo más gordito, era enorme, seguro que era el jefe, los jefes comían más y por eso solían estar más gordos. Después me separé del carruaje hacia la zona derecha de la pista mientras me arrastraba por el suelo para olisquear con la nariz y, ya de paso, arrastrar el pandero, siempre me daba gustito. Miré hacia atrás para comprobar que el humano anciano me seguía.
Jim se ha criado en una isla del East junto a una camada de suricatos, siempre observó a los humanos indígenas de las tribus de su isla pero nunca había interactuado con especies no animales. Hace poco, entro en contacto con contrabandistas que habían parado en su isla, acabo siendo estafado y obteniendo una deuda absurda de 3Millones. Como no la puede pagar lo han citado para un trabajo el día 5 en la isla de Cozia, aún faltan 4 días para ello y tiene tiempo libre. Jim no tiene ropa, solo una pequeña mochila a modo de carcaj donde guarda sus flechas y un arco en su hombro. Huele a salitre, hierba y tierra. Nunca ha estado en un pueblo, no sabe casi nada de la sociedad.
— Tsss… Eh tú, si tú, bombón. ¿Vas muy arreglada hoy no? ¿Tienes algo que hacer luego? — Nada, otra paloma que no me respondía, ya iban tres esta mañana. Cómo levantaba el vuelo… — Menuda loba… — Susurré, no me había enterado de prácticamente nada de lo que el tipo flacucho había dicho. Me había quedado con la copla de “acompañarlos por los alrededores”, nada más. ¿Qué porque estaba en aquel asunto? Había ido a Isla Cozia a realizar un trabajo para pagar una deuda, hasta entonces tenía unos días libres y sin entender muy bien que estaba haciendo acepté un trabajo asegurando ser un guía experto. Yo era un guía experto en todas partes, menos en la civilización, no entendía ni una sola costumbre humana, son tan raros… Pero en la naturaleza… ¡Ahí sí! ¿Qué hace falta olerle el culo a un jabalí? Jimbo se ocupa. ¿Qué hace falta empotrar salvajemente a una zarigüeya para obtener información de un rastro? ¡Jimbo se ocupa!
Tenía cuatro compañeros, no les había prestado especial atención hasta ahora, pues estaba muy ocupado disfrutando de los encantos alados de Margarita, la paloma a la que casi conquisto. Tres de mis compañeros eran jóvenes, delgados, con pelos de colores, y el cuarto era un viejo. Ese me gustaba a mí, los animales viejos siempre sabían más y eran más cautos, tenía que juntarme a él.
— ¡Hola! Compañero, deberíamos de ir juntos. Tú sígueme. — No tenía mucha pericia en las conversaciones, al menos no por ahora. Hinché el pecho, y comencé a andar hacia el frente con gestos muy marcados, al pasar junto al tipo que nos había dado las instrucciones le dediqué unas palabras, estaba escuálido y yo podía echarle una mano. — ¡Tienes que comer más! Te traeré unos saltamontes si consigues decirme dónde tiene el nido esa belleza. — Señalé al horizonte, aún podía ver como la paloma se alejaba. Continué la marcha con el pecho hinchado hacia el carruaje, pasando junto a los dos tipos a los que había que escoltar (o algo así). — ¡UIBA! Ustedes sí que saben comer eh. jejejeje — Miré fijamente a la panza del tipo más gordito, era enorme, seguro que era el jefe, los jefes comían más y por eso solían estar más gordos. Después me separé del carruaje hacia la zona derecha de la pista mientras me arrastraba por el suelo para olisquear con la nariz y, ya de paso, arrastrar el pandero, siempre me daba gustito. Miré hacia atrás para comprobar que el humano anciano me seguía.