Marvolath
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30-08-2024, 03:55 AM
(Última modificación: 30-08-2024, 04:06 AM por Marvolath.
Razón: Añadir inventario
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Un súbito ronquido lo sacó de su ensimismamiento. Parpadeó repetidamente, confuso. Un agradable calor le inundó los ojos, que agradecían el fugaz descanso. Se los frotó durante unos segundos con cansancio, escuchando el sonido del mar contra el casco, la respiración relajada de los marineros que descansaban a su alrededor, el crujido de la madera, y el ocasional restallido de las velas azotadas por el viento.
A juzgar por la poca vela que le quedaba, debía de haberse pasado casi toda la noche estudiando. ¿Pero qué otra cosa podía hacer? Pronto llegarían a puerto, y ya había asegurado que era un experto en la materia...
- Sólo un poco más. Puedes. Debes. - se dijo en un susurro.
Se inclinó de nuevo sobre los libros que tenía abiertos. ¿Cuántas horas llevaba en esa página? ¿Las letras se han movido siempre? ¿Por qué está tan osc...?
Una súbita ráfaga de viento lo despertó. Parpadeó repetidamente, confuso. Se frotó los ojos, como si sintiera que era lo que tenía que hacer ahora.
Seguía en el barco. O en un barco, al menos. Uno en bastante mal estado.
- ¿Hola? ¿Hay alguien por aquí? ¿Hemos naufragado? - Silencio - No. Este barco lleva aquí mucho tiempo. Pero ¿Cómo he llegado he llegado yo aquí? ¿Y dónde es aquí?
Se levantó de la silla, y un repentino vértigo hizo que se tambaleara. ¿Por qué el suelo estaba tan lejos? ¿Estaba volando? Sus piernas... o mejor dicho, unas piernas que conectaban con él llegaban hasta el suelo. Se palpó el cuerpo, duro y liso como el acero. Fue entonces cuando reparó en una lanza y un escudo que descansaban apoyados junto a él. Se miró en el espejo, y un rostro que no había visto nunca le devolvió la mirada.
Recordó un poema, o quizá una canción, pero no haberla escuchado. Las canicas eran importantes, tantos como para robar o... ¿matar? Sin necesidad de buscar encontró la bolsa que colgaba de su pecho. Extrajo de ella una pequeña bola translucida, o quizá sólida. Intentó observarla a contraluz, cuando una nueva ráfaga de viento, más fuerte que la primera casi la arranca de sus manos. La devolvió a la bolsa, cerrándola con fuerza y dando unas palmaditas. Ahí estaría más segura. Se ajustó el escudo al brazo, y valoró brevemente la posibilidad de llevarse la lanza. Demasiado peligrosa.
Salió entonces al exterior, sujetándose a los restos de la embarcación, y también el sombrero -pues al parecer aquí también llevaba uno- para evitar que el viento, mucho más intenso y constante ahora, se lo llevase. El paisaje era absurdo, sin ningún sentido: ¿Qué hacían esos barcos en unas islas sin mar? ¿Y quién construiría puentes tan poco fiables cuando hay tal caída?
Un movimiento en la distancia captó su atención. Entornó los ojos para protegerse del viento, y le pareció ver un grupo de... ¿personas? dirigiéndose hacia una imponente cordillera con un aspecto no más agradable que la llanura en la que ahora se encontraba. Y, a falta de una idea mejor, corrió hacia ellos.