Hay rumores sobre…
... que en una isla del East Blue puedes asistir a una función cirquense.
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[Común] [C - Pasado] Una mañana en el pasillo de las hierbas. [Terence]
Asradi
Völva
Verano, Día 20 del año 723

Habían pasado ya varios días desde que había dejado atrás Isla Kilombo y, con ello, la grata compañía que Galhard le había proporcionado. Era agradable pensar que todavía había gente amable en la superficie y eso le llenaba de alivio y esperanza. Por supuesto tampoco era imbécil, pues sabía que no todo el mundo era buena gente. Incluso entre los gyojin y sirenas había mala hierba también. Para bien o para mal, tenía que haber de todo.

Había llegado a Loguetown la noche anterior, refugiándose en un roquerío cerca de la costa solo para pasar más desapercibida. Tras pasar descansando ahí esas horas nocturnas, en cuanto el alba despuntó se decidió ir hasta la ciudad. Se había acomodado el cabello, ya seco a esas horas, en una trenza que caía lateralmente por uno de sus hombros. Y había refugiado y escondido su cola de sirena bajo la larga falda que el mismo Galhard le había regalado días atrás. Pensar en eso le hizo sonreír de manera suave. Tras acomodarse la tela y asegurarse de que, efectivamente, el rasgo más notorio de su raza estaba bien oculto, se dirigió hacia el corazón de Loguetown. Con su peculiar caminar, todo sea dicho. Era como si diese ligeros saltitos y claro que a veces llamaba la atención. Pero cualquiera podría pensar que se trataba de alguna chica lisiada. Coja o algo parecido. La miraban un poco al principio, pero luego ya no le prestaban atención. Y eso era lo mejor para ella. Quería pasar todo lo desapercibida que pudiese. Disfrutar del lugar como si fuese una más.

A medida que avanzaba por las calles, con todo el gentío yendo de aquí para allá. Había preguntado indicaciones para llegar al mercado, donde una amable anciana le había respondido dándole la dirección correcta. Llevaba, la chica, su mochila a la espalda. Eses días se había dedicado, tras una parada en otro lugar, a hacer más medicamentos que podría vender para intentar sacar algo de dinero. Al fin y al cabo, aunque podía cazar en el océano, a veces a una chica se le antojaban otro tipo de cosas más refinadas. O sustanciosas. Como una buena carne asada o algún animal a la brasa o a la parrilla. Pensar en eso ya se le hacía la boca agua. Con suerte, si conseguía ganar lo suficiente, podía darse un pequeño banquete en alguna taberna cercana. E, incluso, guardar algo más para ahorrar.

Gracias también al bullicio mañanero, no tardó en encontrar la plaza del mercado, donde variopintos puestos se elevaban para disfrute de su clientela. Frutas, verduras, telas exóticas, especias. Todo era un espectáculo para los sentidos. El aroma, la algarabía animada que había. La gente debatiendo, regateando o haciendo sus compras diarias. Los ojos azules de Asradi viajaban de aquí para allá, totalmente fascinada por ello. No estaba habituada a tanta gente, mucho menos teniendo el cuidado de ocultar lo que era, pero no podía negarse a sí misma que todo aquello le resultaba refrescante. Sobre todo para alguien que no había solido abandonar, hasta ahora, los espesos bosques marinos de las profundidades, donde su clan se refugiaba.

Una sonrisa esplendorosa se asomó en los labios de Asradi. Sobre todo cuando encontró, al fin, a un vendedor ambulante que ofrecía algunos medicamentos. Tras un rato de charla intercambiando información sutil sobre lo que él vendía y lo que ella conocía o sabía hacer, Asradi se percató de que algunos eran bastante exóticos.

De hecho, al examinar un frasco que prometía curar "cualquier mal", Asradi frunció el ceño.

¿De verdad crees que eso funciona? —preguntó, con una mezcla de incredulidad y desconfianza en su voz.

El vendedor, sorprendido por la perspicacia de la mujer, intentó mantener la compostura.

Por supuesto, señorita. Mis remedios son los mejores de la región. He ayudado a muchos con mis elixires.

La expresión de la chica no parecía muy convencida con la escueta respuesta por parte del hombre. Ella no era la sanadora con más experticia, ni mucho menos. Pero sabía que, a día de hoy, no había ningún medicamento capaz de curar cualquier mal. No, cada enfermedad tenía su antídoto o medicamento concreto. Pero... ¿Uno que sirviese para todos?

La mirada de Asradi se entornó.

¿Me estás intentando timar? — No pudo evitar mencionar, con una ceja enarcada. No solía tener pelos en la lengua cuando se trataba de esas cosas. Y eso, generalmente, le solía traer problemas. — ¿Qué compuestos lleva? — Interrogó, al momento, notando la clara incomodidad del hombre.

Esa coloración parduzca no le convencía mucho, pero tampoco podía juzgar el mejunje solo por su color. Porque dependía de muchas cosas.

Alrededor, alguna gente había escuchado, y ya estaban acercándose para poner la oreja. O para meter cizaña, si la ocasión lo requería.
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[C - Pasado] Una mañana en el pasillo de las hierbas. [Terence] - por Asradi - 30-08-2024, 11:41 AM

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