¿Sabías que…?
... Robin y Ussop son los encargados de cortarles el pelo a su tripulación, ya que después de todo, es algo que alguien debe hacer.
[Común] [C - Pasado] El Médico que no está a la orden.
Byron
Hizashi
Como era de esperarse en Rostock, el desarrollo del día se había mantenido tranquilo, sin que ningún suceso perturbase la calmada vida de sus habitantes. El chico con rasgos angelicales había decidido dedicar sus días en aquella isla ayudando a los pescadores del puerto a cambio de unas pocas monedas. Tenía que ir ahorrando poco a poco si quería abandonar de una vez por todas, aquella isla. Por suerte no sería demasiado, pues con el dinero que había sacado vendiendo aquel fusil con el que había sido premiado en el sorteo del barrio comercial, se había quedado a las puertas de poder permitirse uno. Aunque fuese el más pequeño de todos ellos.

Con una resistente caña prestada, Byron recorría las maderas que adornaban el suelo del puerto. Feliz y contento, con una amplía y sincera sonrisa que exteriorizaba fielmente ese sentimiento, el chico deambulaba con un ritmo animado. Según él no era para menos, era su primer día de trabajo y consiguió pescar algo, una pequeña dorada, que por su aspecto y escasa resistencia al tirar, parecía desnutrida. Había sido categorizada por aquellos que lo acompañaron en la jornada laboral como “patético trofeo”, y aunque a Byron no parecía importarle, razón no los faltaba.

Buscando con su alegre mirada un lugar para comer en su tiempo de descanso, hubo un letrero que le llamó la atención. En sus pocos días de estancia no se había cruzado con aquel establecimiento, algo extraño, pues él sentía que lo único que había hecho desde que llegó fue caminar de taberna en taberna, bueno y alguna gestión difícilmente categorizable.

Aquella taberna, bautizada como “El gran perezoso”, las paredes de su fachada hacía tiempo que habían comenzado a clarear el verdadero color natural de su madera teñida en blanco. El paso del tiempo, la humedad, pero sobre todo el salitre del mar al ser un lugar significativamente cerca de la costa, habían hecho mella en él. Las cicatrices que ese edificio portaba no eran más que una muestra de lo longevo que era, y lo dotaban de un aura casi mística, siendo parte de la historia de aquella isla.

-“El gran perezoso” Es el tipo de nombre que pondrías a tu negocio por perder una apuesta.- Dijo medio riéndose, y entrando al parecerle simpático el nombre.

Abriendo las puertas entró, dejando verse, la falta de etiqueta en las prendas que vestían al Solarian combinaban perfectamente con el poco decoro en la apariencia del local. El uniforme, casi impermeable, prestado que lucía el chico, no acompañaba fácilmente el tono del resto de trabajadores que se encontraban disfrutando su almuerzo. Algo totalmente comprensible al tratarse de una taberna local que, en esas horas, la clientela que solía atender eran trabajadores en el descanso o cambio de turno.

De por sí, podría decirse que, todos los presentes se fundían en una sola esencia, todos con la misma aura. Excepto uno, sentado en la barra, una identidad totalmente discordante al resto, a pesar de la familiaridad mutua que se mostraba claramente con el dueño del local, había algo en él que lo hacía diferenciarse del resto de clientes, como si fuese una pieza en un puzle que no encaja al intentar enmarcarla en el hueco equivocado.

Byron pasó firmemente por el lado de este, dirigiéndose al que presidía aquella barra, y mientras hacía indicaciones, señalando con el dedo el lugar donde iba a sentarse dijo.

-¡Póngame un plato de especialidad de la casa! Teniendo en cuenta la localización del local, espero que el pescado y marisco sea fresco JAJA.- Dijo a modo de chanza para integrarse un poco en el ambiente hogareño que inundaba el ambiente, provocando algunas risas de los presentes dando al muchacho de ojos amatistas complicidad y aceptación.

Sentado en aquel rincón, sobre una incómoda silla carcomida por la podredumbre de la madera causada por la humedad filtrada en el local, esperó pacientemente su plato. Teniendo cuidado de no formar un chaco con la salivación que provocaba su boca al oler el aparentemente delicioso guiso que se cocinaba sus fogones.

No se demoraron mucho, un pequeño puchero servido en un cuenco, bien caliente y con colores anaranjados en su caldo que indicaban su más que seguro potente sabor. Dentro del plato, unas patatas guisadas a fuego lento en el propio caldo que las acompañaban, y, como joya de la corona unos pedazos de tierno pescado blanco. Sin duda era un platillo sencillo, pero en cuanto dio el primer bocado supo que también eficaz, no se necesitaba algo densamente elaborado para que fuese una delicia para el paladar.

Interrumpiendo su comida un nuevo individuo hizo acto de presencia abriendo la puerta con un fuerte golpe y cayendo de rodillas en mitad de la sala. El cuerpo del pobre diablo totalmente magullado, claramente había tenido mejores días, una fuerte brecha en su cráneo hacía brotar su sangre por su frente de forma agresiva y descontrolada. Amedrentado, gritaba por auxilio, su rostro reflejaba el miedo y peligro que sentía, llegando a pedir la ayuda de un médico.

Fue entonces con el hombre de la barra, que disfrutaba su sake de forma tranquila, saltó de su asiento para ofrecer su ayuda. Con un par de buenas decisiones trató temporalmente las heridas del afligido mientras le hacía las preguntas necesarias para saber qué había pasado.  Por desgracia para él y todos los presente, el mal estado del hombre y sobre todo el shock le hicieron no ser lo suficientemente concreto con en sus declaraciones.

-En las afueras eh…- Murmuró antes de introducir la última cucharada del plato en su boca.

Se levantó con una confianza plena en su persona, y caminó lentamente hasta los dos individuos que habían protagonizado la anterior escena. Rascando los resto de comida que habían quedado entre sus dientes con un afilado palillo que también le habían servido. Un semblante totalmente despreocupado ante la situación al verse más que capaz para resolver cualquier tipo de problema, y si el asunto a solucionar traía consigo intenciones bélicas, más aún.

Pasó a su altura, dejando caer aquel palillo al suelo, y mirando a aquel hombre con conocimientos sobre medicina desde la arriba. En aquel momento se percató de aquellos extraños ojos que aquel catador de sake poseía, sí, fuera de lo común y generaban desconcierto, pero también preciosos a su manera. Le sonrió mientras le sacaba el pulgar, mostrándole confianza, y queriendo iniciar un tipo de colaboración para saber qué era lo que realmente había sucedido.

-Yo salgo hacia allí, ¿vienes conmigo o te quedarás cuidándolo? Seguramente pueda encargarme solo de la situación, pero ahora mismo no dispongo de un arma, si hay problemas necesitaré algo de ayuda.- Dijo mientras avanzaba hacia la puerta del local cargando la caña en su hombro, de ser necesario, la usaría como una espada, si era capaz de resistir las embestidas de un gran pescado huyendo por su vida, quizás, y solo quizás, podría servirle de ayuda para dejar inconsciente a quien él considerase necesario.

Dispuesto a repartir mamporros, Byron sonrió mientras caminaba, parece que iba a ser su primer día de trabajo y el último, después de todo hacía tanto que no experimentaba este tipo de situaciones, que se guio más por lo que le apetecía que por un sentido de la responsabilidad.
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RE: [C - Pasado] El Médico que no está a la orden. - por Byron - 30-08-2024, 04:25 PM

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